Ya se ha iniciado la carrera hacia las elecciones del 4 de mayo y los partidos políticos han comenzado a mostrar su peor aspecto, como si en vez de en un concurso de belleza (que es lo que se supone que son las elecciones) hubieran decidido participar en una competición de patosidades.

En eso, una vez más, la política y los mercados financieros han estado perfectamente sincronizados: la semana pasada (¡y mira que era corta en número de días laborables!) también corrieron, en su particular concurso de belleza inverso, a mostrar su peor cara y solo la Providencia libró a esta Semana Santa de hacer que la tierra de las mil danzas especuladoras terminara sacudida por fuertes temblores.

Entre los partidos mismos y las declaraciones de algunos de sus candidatos no se sabe muy bien quien empeora más la situación. Así, uno de éstos, y no precisamente de los menos notorios, se ha quejado de que en el gobierno no tenía el poder que pensaba que iba a tener. Hay que agradecerle esa declaración de impotencia (que es como la prueba del nueve de nuestro sistema democrático) porque justamente las democracias consisten en eso, en que nadie tenga todo el poder que espera o que ambiciona.

Precisamente esa era la obsesión de los padres fundadores de la república norteamericana (o Estados Unidos de América) para impedir la llegada de una tiranía: que nadie tuviera demasiado poder. Para ello inventaron esa expresión fabulosa de los "checks and balances" o juego de controles, poderes y contrapoderes que evitara que el pueblo quedara subyugado por un tirano.

Ese juego lo hemos visto en acción, en vivo y en directo, durante los meses de noviembre a enero últimos, cuando ni el presidente del Senado ni el Tribunal Supremo cedieron a las aspiraciones de Donald Trump. Espectáculo maravilloso de la única democracia con verdadera separación de poderes y ejemplo, en esto, para todos los demás.

¡Pobre Trump! También debe estar lamiéndose las heridas y suspirando: ¡ay! que no he tenido todo el poder que pensaba que iba tener. ¡Que el “IBEX 35” de los Twitter, Google, Apple…ha podido más que yo!

Algo parecido le ha pasado a uno de los poderosos de este mundo en los mercados financieros quien, hace justo siete días, vio cómo se evaporaba su poder y cómo se diluía su riqueza (una de las mayores del mundo) en cuestión de segundos. Se trataba del promotor y propietario de una "family office" llamada Archegos.

Una "family office" no es un grupo musical de los sesenta ni nada que se le parezca: es sencillamente como se denomina a las estructuras que se organizan para gestionar el patrimonio de los multimillonarios y que, de conjunto, las 7.000 existentes acumulan un patrimonio de seis billones (trillion) de dólares.

Pues bien, el día de Lunes Santo salió a la superficie el drama financiero que se había estado fraguando en secreto a finales de la semana anterior: una de esas family offices, amante de estar alejada del foco mediático (pero bajo él a su pesar en años anteriores, cuando su promotor fue multado con 44 millones de dólares y desterrado de la Bolsa de Hong Kong por cuatro años) veía como desaparecía gran parte de su riqueza tras no ser capaz de atender la petición (por parte de los bancos que le prestaban dinero) de añadir más garantías para poder seguir manteniendo esos préstamos (todo ello después de que las acciones que estaban, permutadas, en la cartera de la family office hubieran sufrido fuertes caídas de precio).

Ante la imposibilidad de atender la petición, los bancos decidieron vender los valores comprados en Bolsa por la family office, provocándole a ésta y provocándose a sí mismos enormes pérdidas. Entre esos bancos estaba parte de lo más granado de las finanzas mundiales, aunque, por ahora, solo se conocen las pérdidas de uno de ellos (el japonés Nomura: 2.000 millones de dólares en pérdidas) y se sospecha de una cantidad igual o mayor en otro más (Credit Suisse). Pero en el grupo estaban desde Goldman Sachs a Morgan Stanley pasando por UBS.

En otra situación que no fuera la del exceso de liquidez y compromiso de los bancos centrales por no permitir una catástrofe, la noticia hubiera desestabilizado los mercados financieros. ¡Pues no hubo ni un estornudo! a pesar de que la family office manejaba 10.000 millones de dólares de recursos propios y hasta 50.000 ó 60.000 millones de préstamos concedidos por los bancos.

Seguramente el promotor y magnate de la family office, el coreano Bill Hwang, también estará pensando que no tenía tanto poder como el que creía tener. Y los grandes bancos de inversión que le prestaban dinero estarán escaldados y preguntándose cómo es posible que ellos no tuvieran ni el poder ni el conocimiento del nivel de riesgo total asumido por Bill Hwang y sólo se hubieran fijado en el que tenía con cada uno por separado.

Las cifras de pérdidas actuales que puede asumir un banco de inversión sin que nadie se despeine son en buena parte una consecuencia de la decisión de los bancos centrales de salvar el sistema financiero. Algo encomiable, pero que hace que las apuestas especulativas suban y suban, poniendo en riesgo la solidez de éste. Los síntomas que han precedido a las grandes crisis financieras del pasado están apareciendo ya por todas partes. Así, durante el primer trimestre de este año, según Refinitiv (la parte financiera de la antigua Thomson Reuters) la cifra de fusiones y adquisiciones ascendió a 1,3 billones (trillion) de dólares. De ellos, 172.000 millones corresponden a las salidas a Bolsa de un tipo de empresa llamada SPAC que se constituyen como un cheque en blanco para poder comprar otra empresa, lo que, finalmente, se está utilizando para que ésta empiece a cotizar en Bolsa sin pasar por los filtros más exigentes de hacerlo directamente.

Igualmente, la regulación de las family office es mucho menos exigente que la de los fondos de inversión libre, por no hablar de que las operaciones de permuta financiera llamadas de "rentabilidad total" es lo que permitía que quien viera el balance de la family office de Bill Hwang no detectara el nivel de riesgo en el que estaba incurriendo.

Nadie tiene todo el poder que quiere. Por suerte. Ni político, en las democracias, ni financiero en ningún lado. Ni siquiera la Comisión del Mercado de Valores de EEUU, que está siendo desbordada por todos los lados.

Las elecciones que tenemos a la vista estarán llenas de retórica. Por suerte, los candidatos son tan malos como oradores que no mucha gente les prestará atención, ni siquiera al que tiene como plantilla lo de "mafia, cloaca… sota, caballo y rey". Puede parecer irónico el alegrarse de la mala oratoria. Y es que la buena es muy peligrosa. Como bien decía Ambrose Bierce, "la oratoria no es más que la tiranía atemperada por la estenografía".