"No hay una situación de plena normalidad democrática en España" (Pablo Iglesias)

Esta semana quiero refrescar dos columnas del año pasado: la que hablaba sobre la corrupción y la limpieza de las naciones y la que desvelaba el estado de la democracia en el mundo.

The Economist Intelligence Unit ha publicado su Democracy Index 2020 en el que repasa la situación de la democracia en 165 países y dos territorios del mundo. Basándose en cinco categorías (proceso electoral y pluralismo, funcionamiento gubernamental, participación política, cultura política y libertades civiles), divide todas las naciones analizadas en cuatro tipos de regímenes según su nota global: democracia plena, democracia imperfecta, régimen híbrido o régimen autoritario.

Existen 23 democracias plenas en todo el mundo, entre las que se encuentran los países hispanohablantes de Uruguay (en el puesto 15, con 8,61 puntos), Costa Rica (en el 19, con 8,16), Chile (en el 17, con 8,28) y España (en el 22, con 8,12). El mapamundi de Statista refleja la situación global.

Es decir, somos una democracia plena sin lugar a dudas, pero no demostramos querer mejorar. En mi opinión, estamos perdiendo una oportunidad única para avanzar: PP y PSOE han intentado pactar repartirse nuevamente los vocales del Consejo General del Poder Judicial, perpetuando el ataque sistemático de la clase política española a la separación de poderes. Pensé que Podemos iba a reclamar mayor "normalidad democrática" pidiendo que los jueces eligiesen sus propios candidatos, pero lo que ha hecho es exigir participar en el reparto.

La democracia mundial se encuentra en su peor momento de los últimos años (influye que más de un tercio de la población mundial esté gobernada por un régimen autoritario: China y sus casi 1400 millones de habitantes). La puntuación global de 5,37 sobre 10 es la más baja registrada desde que se inició el índice en 2006.

Los bloqueos impuestos por los Gobiernos y otras medidas de control de la pandemia llevaron a un gran retroceso en las libertades civiles en 2020. La mayoría de la gente llegó a la conclusión de que prevenir una pérdida catastrófica de vidas justificaba una pérdida temporal de libertad.

El ranking sancionó a los países que retiraron las libertades civiles, no permitieron el escrutinio adecuado de los poderes de emergencia o negaron la libertad de expresión, independientemente de si hubo apoyo público a las medidas:

España ha obtenido los mismos puntos en el Índice de Percepción de la Corrupción de 2020 de Transparencia Internacional, pero se ha traducido en un descenso de dos posiciones en la clasificación.

Nuestro país ha obtenido 62 puntos de 100 en una escala en la que, cuantos más puntos se obtengan, más honesta se percibe la gestión de las administraciones públicas. Esta marca nos ha situado en el puesto 32 entre los Estados menos corruptos, frente al puesto 30 de 2019. Dos naciones hispanohablantes están mejor posicionadas que nosotros: Uruguay y Chile.

En el mapa de Transparencia Internacional, podemos observar que, cuanto más rojo, más corrupto es el país; y cuanto más amarillo, menos corrupto. En América, destaca sobremanera Venezuela lógicamente. También resulta curioso que Estados Unidos figure ligeramente peor que Uruguay y Chile:

En esta edición, los Estados mejor clasificados han sido de nuevo Dinamarca y Nueva Zelanda. Los peores han sido otra vez Somalia y Sudán del Sur.

En Europa occidental, destacan Italia y Grecia por sus malísimas posiciones (52 y 59) como se puede ver en la tabla. No es de extrañar que sean las dos naciones con más economía sumergida del mundo (ojo, que la tercera es España), entendida ésta como dinero negro en porcentaje del PIB:

Los informes muestran que la Covid-19 no ha provocado sólo una crisis sanitaria y económica, sino también una crisis de corrupción. En lo que respecta a la atención médica en particular, la corrupción adopta muchas formas, como soborno, malversación, sobreprecio y favoritismo.

Decía Montesquieu que "la democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo".