Nunca antes habíamos leído tanto la palabra “emprendimiento” como la vemos actualmente en los medios tradicionales y digitales, formales e informales, entre amigos y colegas. Parece que el 2020 nos dejó un virus emprendedor en el aire. Pero ante todo el entusiasmo, una mirada escéptica puede traer varios cables a tierra.

Durante muchos años, se creía que los humanos decidíamos luego de un riguroso análisis, con toda la información a la mano, completa y contrastada. Hoy, sabemos que las personas somos fundamentalmente seres emocionales, y que poseemos una fuerza invisible que nos arrastra a tomar decisiones impulsivas.

En el campo del estudio financiero, el cual me compete, pasamos de estudiar a un perfecto homo sapiens racional, para finalmente aceptar que somos seres razonables. Lo razonable implica que somos individuos con emociones que requieren ser gestionadas, y que solo así podremos invocar la razón cuando sea necesaria.

Pero el emprendimiento tiene unas características que son, a primeras luces, un arranque pasional que nos arrastra a crear por dos razones: crecer o sobrevivir. Aquí voy a explicar ambos escenarios y, desde mi visión de Neurofinanzas, compartiré pautas a tomar en cuenta cuando se emprenda, atendiendo también a esta realidad emocional.

Las historias que nos inspiran siempre vienen de los soñadores. Nos sentimos fascinados por esos que se embarcaron en la aventura de materializar una idea innovadora contra viento y marea, y que comenzaron en un garaje o durmiendo en el sofá de la casa de un amigo.

El emprendimiento tiene unas características que son un arranque pasional que nos arrastra a crear

A diferencia de las estadísticas o los análisis, las historias nos conectan con las fibras más profundas de nuestra evolución. Esto es lo que el neurocientífico Óscar Vilarroya describe como “una especie que se explica a sí misma”. De esta habilidad de contar historias es que los emprendedores se van contando una fábula de auto-heroísmo, donde con frecuencia arriesgan irracionalmente lo suyo y lo de sus socios.

En repetidas ocasiones hemos visto casos de ideas que al contarlas lucían grandes oportunidades, pero que en la práctica quedaron en nada. Ese es el peligro de quedarnos en las historias, que terminamos secuestrados por una ilusión que nunca se materializó.

Pero también existen personas, como en este momento histórico, que de la noche a la mañana se quedaron sin empleo, y ante la angustia de no saber cómo salir adelante, deciden emprender por desesperación.

La sobrevivencia es percibida, desde un punto de vista neuronal, como una amenaza a la vida. Lo emocional desde la sobrevivencia nos cuenta también su historia, una historia de hambre, miseria y dolor. El principal error de esa historia es que, al provenir de una emoción, confundimos una situación con una predicción, es decir, creemos que esto siempre va a ser así.

Cuando sentimos amenazada nuestra integridad y nuestra vida sin hacer consciencia de lo anterior, podemos entrar en la trampa de la depredación por sobrevivencia.

Lo primero que sucede en casos como estos es que la persona se observa como un individuo sin nada, en cero, sin valor y sin nada que aportar. Desde allí se convierte en cautivo de cualquier esquema de promesa rápida de dinero que le devuelva el valor que cree perdido.

Estamos en una época convulsionada, confusa y difusa. Algunos van a ganar, pero muchos van a perder

Estas 'oportunidades de negocio' donde las personas se apuntan por desesperación, luego terminan siendo trampas de las que resulta más costoso salir que quedarse dentro. Y es allí donde viene la búsqueda de una y mil justificaciones que, desde el principio, a este recién emprendedor ya le parecía que era raro. A pesar de ello, se queda porque es mejor pájaro en mano que ciento volando.

Ya una vez aceptado que ese es el lugar donde elige quedarse para no aceptar la pérdida, este emprendedor decide alistarse al pelotón de los depredadores y comenzar a buscar presas a quien venderle lo invendible, ofrecerle lo inaceptable y sacar ventaja de la debilidad ajena. Este emprendedor, sin darse cuenta, se convirtió en estafador por necesidad.

Ahora que ya conocemos tanto la sobreconfianza como la desesperación en el emprendimiento, voy a compartir algunas pautas que nos ayuden a decidir negocios con límites emocionales bien gestionados.

1) Si debe decidir rápido, mejor no decida. Todo lo que parece ventaja de velocidad, puede ser una estimulación a su sistema de sobrevivencia cerebral.

2) Si no entiende las cifras, pida tiempo. Compruebe datos y pida explicación.

3) Si no sabe cómo funciona, no invierta. Asesórese con expertos del tema.

4) Si su sobrevivencia se ve amenazada, atienda su seguridad, que es lo primero.

5) Si ese emprendimiento le apasiona, busque opiniones que le hagan contrapeso. Una de las causas más comunes de las quiebras, es la sobreconfianza.

Estamos en una época convulsionada, confusa y difusa. Algunos van a ganar, pero muchos van a perder. Si usted desea emprender, asegúrese que no sea del segundo grupo.

***Joselyn Quintero es especialista en Neurofinanzas