Como español cada vez estoy más preocupado. Políticamente somos mediocres. Eso, como ex diputado de la UCD en la Transición, me produce tristeza.

En conjunto, los españoles no somos capaces de ofrecernos un futuro político colectivo, lo que paraliza nuestra ilusión. Eso es grave, sus consecuencias son letales a medio y largo plazo, porque se introduce suavemente como un veneno de acción retardada. Nos daremos cuenta de su letalidad dentro de unos años cuando los historiadores estudien este periodo. Lo mismo que alabarán la época de la Transición, denostarán la revisión que se hace de la misma en estos momentos.

Pero más grave es que a esa mediocridad política se ha unido la gilipollez económica. Gilipollez que consiste, también, en que nuestros dirigentes piensan que los ciudadanos somos capaces de tragarnos cualquier interpretación que hace un portavoz político gubernamental o de la oposición, sin la más mínima critica.

Los españoles no somos capaces de ofrecernos un futuro político colectivo, lo que paraliza nuestra ilusión

Hemos visto como reicentemente, la vicepresidenta y ministra de Economía veía puntos positivos en el peor año económico en el mercado del trabajo, cuando la EPA mostraba la pérdida de 622.000 puestos de trabajo en 2020 y un crecimiento del desempleo en 528.000 personas. Este enero el paro registrado nos deja cerca de los cuatro millones (3.964.353) de personas. Los brotes verdes, que nadie ve, se le han aparecido de golpe.

España es el país que más ha disminuido su PIB (11%) en todo el mundo occidental. El FMI reduce cada vez más las perspectivas de crecimiento de España para 2021 (5,9%) y lo hará más. Sin embargo, ningún representante político ha salido a poner el grito en el cielo y llamar la atención sobre la gravedad de la situación ¿Ignorantes o gilipollas, o las dos cosas a la vez?

En España la deuda pública está alcanzando niveles alarmantes (podría llegar hasta el 120% del PIB), algo que sólo es posible mantener por la generosidad del BCE que la compra y sostiene con los intereses muy bajos; prácticamente a cero. Tampoco veo a ningún dirigente político gritando para despertar al público, ni una conciencia colectiva asustada por ello ¿Qué pasaría si cambiase la situación de la economía mundial y los tipos de interés hicieran insoportable el pago de esa hipoteca?

Las vacunas contra la Covid-19 llegan con cuenta gotas. A nosotros y a los países que nos envían los clientes turísticos -que entre unas cosas y otras influyen en el 20% de nuestro PIB-. La temporada turística ya ha dado por perdida la primavera. Véase la suspensión de Carnavales, la Semana Santa andaluza, la Feria de abril, las Fallas, San Fermín, ... y veremos lo que pasará el verano; una incógnita.

Entonces el ministro de Sanidad deja su responsabilidad y se va de candidato a unas elecciones; deja el problema empantanado y no pasa nada. Es más, la mediocridad política es tal, que muchos de sus contrarios hasta preferirían que el señor Illa ganase las elecciones catalanas y serenase la Generalitat después del desastre de los gobiernos del procés. Realmente, ¿somos gilipollas?

El Congreso ha aprobado el Real Decreto con un plan para repartir los fondos europeos, que van a llegar tarde y se distribuirán de manera discrecional por parte del Consejo de Ministros. Se ha hecho con una votación extraña en ese Congreso de los Diputados y nadie se pregunta la razón de la misma. Sobre todo, son pocos los políticos que se escandalizan de la concentración del poder en el reparto de nada menos que de 140.000 millones de euros y los españoles no nos movilizamos.

Concentración de poder económico que siempre es origen de corrupción si no hay férreos controles y, como enseña la experiencia, aunque los haya (ya lo veremos dentro de unos años) ¿Somos gilipollas?

Ante esta situación, a nadie se le ocurre volver a hablar de unos Pactos de la Moncloa para salir del atolladero, porque se sabe que estos políticos son incapaces de concertarse y, además, sus electores no lo entenderían. Lo contrario de lo que ocurrió en la Transición. Es más, los partidos anti-sistema (anarquistas, populistas e independentistas) aún mantienen un considerable apoyo.

Sí,los españoles somos políticamente mediocres. Pero, además, somos económicamente gilipollas, yo incluido. Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa.

*** José Ramón Pin es profesor del IESE.