Empiezo a sospechar que los humanos estamos evolucionando para ignorar las advertencias. La llegada de Filomena se sabía desde hacía días y, aún así, media España sigue colapsada. Y lo mismo está pasando con la salud mental.

Distintos expertos y estudios llevan meses alertando de que el coronavirus (Covid-19) va a provocar un alud de trastornos psicológicos, pero no parece que nadie se esté preparando para solucionarlos. Y, dado que mientras escribo estas líneas se celebra el Día Mundial de la Lucha Contra la Depresión, permítame que aborde este tema y me olvide un rato de la nevada.

A las casi dos millones muertes por acción directa del virus deberíamos sumar las de aquellos que se han quitado la vida por problemas asociados a la pandemia, como los seis miembros de la tripulación del crucero Carnival Breeze que no pudieron soportar semanas de confinamiento en sus diminutos camarotes.

Todavía no se sabe con certeza cuánto aumentarán los suicidios a causa de la Covid-19, el nivel varía entre el 1% y el 145% en función del estudio consultado. Sin embargo, todos los pronósticos realizados apuntan a una subida, igual que sucedió en pandemias previas como el SARS e incluso en la crisis económica de 2008.

Y ahora, piense en todas las personas que han perdido a seres queridos, en las que se han quedado sin empleo, en los profesionales sanitarios que siguen batallando cada día contra la pandemia y en los que sobrevivieron a casos graves de la enfermedad. Estos dos últimos grupos, de hecho, son los más preocupantes.

El 18% de los pacientes de coronavirus ha sido diagnosticado con alguna enfermedad mental en los tres meses posteriores, según un estudio de noviembre. Es decir, casi uno de cada cinco. Y la situación se agrava para aquellos que hayan tenido que pasar por Unidades de Cuidados Intensivos (UCI). Más de la mitad de los pacientes ingresados en UCI por distintas dolencias desarrolló algún trastorno mental en el año posterior a su salida del hospital, según un estudio británico de 2018.

El 18% de los pacientes de coronavirus ha sido diagnosticado con alguna enfermedad mental en los tres meses posteriores

Luego están los médicos, enfermeros y demás trabajadores de salud que no solo trabajan sin descanso para frenar la pandemia, sino que han visto sus horrores más de cerca que nadie. En su caso, casi la mitad presenta un alto riesgo de sufrir un trastorno mental, de acuerdo con un reciente estudio español. La investigación también señala que el 3,5% de los sujetos estudiados ha experimentado pensamientos suicidas.

Del mismo modo que no podemos impedir que nieve, tampoco podemos evitar que la pandemia esté provocando un trauma colectivo en toda la sociedad. Pero, igual que podríamos haber echado más sal en las calles, también deberíamos estar reforzando los servicios públicos de salud mental.

Son varios los expertos que han recomendado que todos los pacientes de UCI reciban terapia cognitiva conductual inmediatamente después de abandonar estas unidades, y afirman que el coste de no hacerlo será mucho mayor. "Algunos veteranos de la Segunda Guerra Mundial se despertaron gritando hasta el día de su muerte porque nunca hablaron de lo que habían experimentado", afirma el psiquiatra de la Johns Hopkins Joe Bienvenu a modo de comparativa.

Sin embargo, acceder a este tipo de servicio por la Seguridad Social es todo un reto en nuestro país, cuya media de psicólogos públicos por cada 100.000 habitantes es tres veces menor que la europea. Esta carencia obliga a recurrir a psicólogos privados, una opción que, por supuesto, no está al alcance de todos los bolsillos. Y eso, siempre y cuando las personas estén dispuestas a pedir ayuda, ya que las enfermedades mentales destacan entre las más estigmatizadas y menos comprendidas.

Por supuesto, la tecnología también ha intentado remediar este problema. El uso de aplicaciones de meditación y bienestar se disparó en los primeros meses de la pandemia. Pero, por muchas apps que quieran vendernos desde Silicon Valley, su impacto no es comparable con el de la terapia psicológica presencial, e incluso hay estudios que sugieren que su efecto sobre la salud mental podría ser nulo.

Todo esto nos deja un sistema sanitario incapaz de lidiar con las necesidades de su población y con opciones de pago que no están al alcance de muchas personas. Así que, dado que la pandemia y la crisis económica amenazan con traernos otra ola de problemas mentales, resulta preocupante que la psicología no destaque entre las áreas públicas que ya deberíamos estar reforzando.

Al igual que con Filomena, sabemos lo que se avecina, pero no nos estamos preparando. El gran problema es que lo que está por venir no se soluciona quedándose en casa ni sacando una pala a la calle.