Las últimas encuestas de opinión realizadas a los gestores de compras de las empresas sobre cómo ven la marcha de sus negocios (con ellas se han elaborado los conocidos como índices PMI provisionales del mes de diciembre) han resultado algo mejor de lo esperado para la Eurozona y algo peor para los EEUU.

En general, en todo el mundo, los datos siguen siendo buenos para la industria manufacturera y bastante peores para el sector servicios. La empresa que realiza estas encuestas (IHS Markit) ve una convergencia en el crecimiento de las cuatro mayores economías del globo: EEUU, China, la Eurozona y Japón.

Así y todo (y debido a los cierres en la hostelería decretados en los diferentes países) será muy difícil que la Eurozona se libre de la contracción económica en el trimestre que termina, mientras que la economía de EEUU, probablemente, esté creciendo al terminar el año a una tasa anualizada del 11,1% (un +2,67% comparado con el PIB del tercer trimestre).

China crece a un ritmo acelerado, aunque sin salir del círculo vicioso del que le cuesta escapar y que consiste en allegar recursos a sectores de baja productividad para evitar de urgencia la recesión, en lugar de dedicarlos al más problemático aumento del consumo privado. Mientras, afluyen capitales a sus mercados atraídos por sus tipos de interés comparativamente elevados, sin asustarse por los impagos de algunas empresas estatales o por la intervención del Gobierno en la marcha de las salidas a bolsa.

No hay dato de PMI provisional separado de la situación económica en España para el mes de diciembre, aunque lo que se conoce de octubre y noviembre no da pie para pensar que la variación del PIB del último trimestre del año aquí vaya a ser positivo. Por eso resulta muy sorprendente que el Ministerio de Sanidad no autorizara, en cuanto se lo solicitó el sector farmacéutico, la realización de los test, PCR o de otro tipo, en las farmacias que quisieran realizarlos y que reunieran requisitos de seguridad y espacio disponible para ello. Tan sorprendente como su resistencia a aprobar los test de antígenos en su momento.

China crece a un ritmo acelerado, aunque sin salir del círculo vicioso del que le cuesta escapar

Se han perdido dos o tres meses de forma absurda, porque a lo largo de la pandemia se ha ido imponiendo internacionalmente lo aconsejable de los test masivos no solo para frenar la expansión del contagio del coronavirus sino para paliar con ello el consiguiente impacto económico negativo.

La Ministra de Economía debería habérselo reclamado (como hace, con otros temas, su socio de la coalición de Gobierno) a gritos y en los medios de comunicación, a Salvador Illa Roca que, como dice el encabezamiento de hoy, ha demostrado que, frente a la pandemia, no ha sido ninguna de las tres cosas. Aunque sea muy de valorar su buen talante en público, que solo perdió en su 'día de la ira' (dies irae, dies illa) en la semana del 12 de octubre, y con Madrid.

Un estudio elaborado al amparo del NBER (National Bureau of Economic Research, el instituto privado que se encarga de fijar la fecha de comienzo y final de las recesiones en EEUU) argumenta fuertemente en favor de los motivos económicos para que se realicen test masivos, bajo este título: “Los beneficios económicos del cribado masivo con test para detectar la Covid-19”.

Salvador Illa, ministro de Sanidad, en el Congreso de los Diputados.

Según dicen literalmente los autores del estudio: “Calculamos el valor económico de los programas de cribado mediante test como política de respuesta a la pandemia de la Covid-19. Concluimos que los beneficios fiscales, macroeconómicos y sanitarios de un rápido programa de cribado mediante test superan con mucho su coste… hasta entre 4 y 15 veces (dependiendo de las características de cada programa) y sin tener en cuenta en el cálculo llevado a cabo el valor monetario que tiene salvar vidas”.

¿Qué dirá el ministro? Probablemente, se pondrán por delante en la respuesta todos los inconvenientes que suelen aducirse cuando se trata de debatir sobre los test, sus efectos indeseados, la falsa sensación de seguridad, el elevado porcentaje de personas que, tras dar positivo en un test PCR, no se aíslan, etc. Por suerte, los autores del estudio toman esos inconvenientes en cuenta y, a pesar de ello, llegan a la conclusión señalada.

Y no solo eso. Acumulan en su artículo un buen número de citas a autores de otras instituciones con prestigio que abundan en la misma dirección de los test masivos, además de señalar la necesidad de que se realicen también test de confirmación de un primer resultado, para evitar los costes que tiene la cuarentena de trabajadores provocada por los falsos positivos.

Probablemente, se pondrán por delante en la respuesta todos los inconvenientes que suelen aducirse cuando se trata de debatir sobre los test

Pero, en fin, no hace falta recurrir a “estudios científicos” cuando además estamos en un terreno donde funciona la lógica más elemental. Al igual que en China acapararon las mascarillas de casi todo el mundo nada más iniciarse la pandemia mientras aquí se discutía desde el propio portavoz del Ministerio de Sanidad su utilidad.

A pesar de que se sabía que había que evitar las aglomeraciones para evitar el contagio pero, mientras tanto, se autorizaban manifestaciones y congresos; a pesar de que se criticaba al alcalde de Torrejón de Ardoz por realizar un cribado masivo a la población de su municipio…y así sucesivamente… con el tiempo se ha ido imponiendo lo que solo el sectarismo político podía cegar: se hacen test masivos; se evitan las manifestaciones y congresos y ya lleva mascarilla hasta el gato (cosa que, por otra parte era obvia que había que hacer, sin más que ver fotos de la España griposa de 1918).

Es verdad que la Covid-19 está resultando la 'calle del Humilladero' para todo el mundo. Hasta el rey de Suecia ya reconoce el fracaso de la política de 'tierra quemada' adoptada allí, sin que nadie en Occidente pueda presumir de no haber cometido errores. Incluso quienes lo hicieron muy bien en un primer momento, por pericia o por suerte, están sufriendo el golpe desde la llegada del otoño, por mala suerte o por meteduras de pata posteriores, como la 'gran kermés' organizada en Praga a comienzos de julio que echó por tierra la buena gestión anterior.

Incluso Donald Trump, que lo vio venir muy bien con su orden ejecutiva del 31 de enero (lo que le valió acusaciones disparatadas de racismo antichino) se puso a actuar después en este tema a la manera desquiciada de Susan Boyle en la gala de 'Got Talent' que la consagraba como extraordinaria cantante.

En España, parece que se ha elegido el camino de todas las meteduras de pata, la mayoría corregidas posteriormente, aunque el desorden sigue siendo morrocotudo. A pesar de lo visto, el Ministerio de Sanidad y la Conferencia Episcopal no han llegado a un acuerdo (suponiendo que lo hubieran intentado) para que se deje de cantar a grito pelado en las iglesias, donde, por otra parte, sí que se han tomado en serio lo de la distancia social.

¿Tan difícil es renunciar a los cánticos (y a deja de expulsar aerosoles) durante una temporada? ¿Tan difícil era que, al igual que Sevilla tuvo que renunciar a su Semana Santa, Valencia a sus Fallas, y el Mobile World Congress a su celebración, aunque ya tuvieran todo preparado, tan difícil era que las ministras Montero y Calvo hubieran renunciado a su 8M, que podrá celebrarse en los próximos años y que -de paso- no hubiera habido autorizaciones para los demás focos de contagio del día aciago aquél, desde conciertos varios al congreso de Vox, junto con las misas y eventos deportivos propios de un domingo? ¿De verdad alguien cree que hubiera parecido un ataque a los derechos de nadie haber empezado a tomar medidas drásticas en cuanto el virus aterrizó en Italia, como muy tarde?

Sin que nadie en Occidente pueda presumir de no haber cometido errores, en España parece que se ha elegido el camino de todas las meteduras de pata

A la hora de autorizar la realización de los test de la Covid en farmacias, el Gobierno ha seguido su patrón de conducta habitual: más vale tarde que nunca. Hay que reconocer que en esto ha sido muy americano, al menos si se le aplica el criterio con el que los veía Winston Churchill: “EEUU siempre termina haciendo lo correcto, después de haber agotado todas las demás posibilidades”.

Y las ministras Calviño y Montero (María Jesús), ¡que hagan valer lo suyo!: Ahorrarle a la economía española el impacto económico negativo de estos retrasos en la toma de las decisiones sanitarias adecuadas. Y que tampoco procrastinen más con un plan de ayuda al sector de hostelería y turismo. Que le hagan media cuenta de resultados del año anterior (o algo parecido) como en Alemania. Sus sucesores en el ministerio, y la cuenta pública de las prestaciones por desempleo de los próximos diez años, se lo agradecerán.