Hay quien dice que, para evitar discusiones en Navidad, nunca hay que hablar ni de política ni de religión. Y, aunque este año el coronavirus será el gran protagonista de las reuniones familiares, el que viene podríamos añadir un nuevo tema a la lista de polémicas a evitar en la mesa: los organismos modificados genéticamente (OMG).

Esta semana, la FDA ha aprobado, por primera vez, la venta para consumo humano de un tipo de cerdo modificado genéticamente. Gracias a una alteración en su genoma, esta nueva clase de animal resulta segura para las personas que padecen el síndrome de alfa-gal, un tipo de alergia a la carne roja.

Se trata del segundo producto animal tipo MG que los estadounidenses podrían incorporar en sus menús próximamente, después de que, en 2015, el salmón AquAdvantage de AquaBonty se convirtiera en el primer producto animal de esta clase en recibir esta aprobación en la historia del país. La empresa acaba de anunciar que está lista para empezar a vender las primeras unidades en EEUU este mismo mes.

Gracias a que incorpora información genética de miembros de su misma familia, crece el doble de rápido que sus homólogos no MG, lo que permitiría duplicar su producción. Sin embargo, a pesar del parecido entre las especies, este préstamo genético lo convierte en un transgénico, un tipo de producto que probablemente le sonará debido al enorme estigma que lo ha rodeado históricamente.

La polémica sobre el efecto que podrían tener sobre la salud y el medio ambiente ha provocado que la compañía haya tardado 31 años en cumplir su sueño de llevar este salmón a las mesas, desde que produjo los primeros ejemplares en 1989. A pesar de las décadas de estudios, análisis y evaluaciones de seguridad, la FDA recibió casi dos millones de cartas de ciudadanos que se oponían a su decisión de aprobar el producto.

Sin embargo, en un mundo cuya población no para de crecer y con un cambio climático que amenaza cada vez más la producción de alimentos, la modificación genética puede ofrecernos especies que crecen más o más rápido, y con mayor resistencia a sequías, inundaciones, plagas y temperaturas extremas. Vamos, justo lo que necesitaremos si queremos que haya comida para todos.

Pero, además de las buenas propiedades nutricionales y ambientales que prometen los organismos modificados genéticamente, la ciencia no deja de ofrecer pruebas de que, si se diseñan correctamente, resultan completamente seguros. De hecho, el salmón AquAdvantage lleva vendiéndose en Canadá desde 2017 y, que yo sepa, a nadie le ha salido un tercer brazo por comerlo.

Por eso, estas dos aprobaciones históricas de la FDA solo son buenas noticias, tanto para los alérgicos a la carne roja en particular como para el planeta en general. Pero, esta tendencia hacia la aceptación de los OMG por parte de otros países no hace más que dejar en evidencia la postura totalmente contraria de la Unión Europea.

Esta tendencia hacia la aceptación de los OMG por parte de otros países no hace más que dejar en evidencia la postura totalmente contraria de la Unión Europea

En 2018, la comunidad científica se echó las manos a la cabeza cuando Tribunal de Justicia de la UE sentenció que los organismos mutagénicos debían regirse por las mismas regulaciones que los OMG transgénicos. Mientras que los segundos incorporan genes de otras especies, como el salmón de AquaBonty, los organismos mutagénicos simplemente presentan cambios en su propia información genética.

"Tremenda decepción. Europa vuelve a perder el tren del progreso […]. Y, lo que es peor, sin utilizar evidencias científicas", lamentó el experto en genética Lluis Montoliu al enterarse de la sentencia. La principal crítica a la decisión de la UE radica en que las nuevas técnicas de edición genética para la mutagénesis logran el mismo efecto que otros enfoques más tradicionales y mejor vistos, como la aplicación de radiación ionizante.

Ya sea in vitro, mediante técnicas como CRISPR (que, por si no lo recuerda, se llevó el Nobel este año, o in vivo, con enfoques como el de la radiación, el resultado de la mutagénesis es el mismo: animales y plantas cuyos genes se activan o se silencian para ofrecer mejores propiedades que las variedades originales.

A pesar de esta similitud, la UE considera que las nuevas técnicas de mutagénesis deben someterse a la misma regulación que los productos transgénicos, lo que, por supuesto, aumenta los costes y los tiempos de aprobación y deja a nuestro continente como mero espectador de los avances en biotecnología alimentaria del resto del mundo. Su decisión fue tan polémica que 22 organizaciones europeas han publicado una carta abierta para pedir un nuevo cambio regulatorio.

"La obsesión con los genes que hay en la comida sólo es una distracción frente a otros problemas mucho más importantes", lamenta la especialista en genética de plantas Pamela Roland. Además de hacerse famosa por aislar el gen que permite que el arroz sobreviva durante largos períodos de inundaciones, es conocida por sus enfrentamientos públicos con organizaciones como la Unión de Científicos Preocupados y Greenpeace por sus afirmaciones contra los OMG.

Nadie duda de que cualquier nueva tecnología y proceso que llegue a los consumidores debe ser analizado cuidadosamente para garantizar su seguridad. Pero, tras décadas de debates y de espectaculares avances científicos, nadie debería discutir porque el tradicional asado navideño del año que viene esté hecho con un cerdo o un salmón transgénico.

Eso sí, hasta que la Unión Europea no cambie de postura, los españoles tendremos que conformarnos con nuestros interminables e inútiles debates para arreglar el mundo desde casa. Pero, oiga, eso sí que es una tradición navideña, y no la receta del asado.