Acaban de conocerse los datos del coste laboral del segundo trimestre. El resultado más llamativo es que el salario medio cayó un 11% con relación a un año antes. Es la mayor caída nominal del salario medio desde 1909.

En términos brutos (es decir, antes de realizar los descuentos y retenciones que correspondan), el salario medio bajó desde 1.680 euros hace un año, a 1.500 ahora. En otros términos, el salario medio retrocedió hasta un valor similar, en euros, al que tenía en 2007 (hace 13 años). Lamentablemente, las malas noticias no acaban ahí. El poder adquisitivo de la remuneración media (que se calcula ajustando el salario según la variación del IPC), ha caído hasta el valor que tuvo en 1989.

Los datos promedios antes mencionados ocultan realidades mucho más graves. En las empresas de menos de 50 asalariados, la caída del salario medio en el segundo trimestre fue de 17,8% interanual y quedó en menos de 1.200 euros. En cambio, en las de más de 200 asalariados, el retroceso fue de 5,7%, hasta 1.900 euros.

El poder adquisitivo de la remuneración media ha caído hasta el valor que tuvo en 1989.

Paradójicamente, estos resultados, que son los peores en tiempos de paz en más de un siglo, son cosechados por un gobierno que se jacta de haber implementado un “escudo social”, que proclama que “nadie va a quedar atrás” y que prometía que saldríamos “más fuertes”.

Quienes simpaticen con el gobierno intentarán quitar hierro al asunto con la excusa de que estos datos solo reflejan la caída de ingresos de aquellos asalariados en ERTE. Aunque es evidente que los ERTE tienen una influencia decisiva en esta estadística, no es un argumento de peso para restar importancia a la debacle salarial. Estos datos nos dicen que, a lo largo del segundo trimestre, las familias tuvieron unos 16.400 millones de euros menos para gastar que un año antes, dinero que nunca recuperarán (eso equivale a unos 350 euros menos por español). Esa pérdida se explica por el aumento del paro y la rebaja del salario medio.

La caída de la demanda por los menores ingresos, los rebrotes de COVID que amenazan con nuevos confinamientos (al menos parciales) y la desorientación del gobierno (carece de plan económico y continúa amenazando con subir los impuestos y derogar la reforma laboral), nos anticipan que, lejos de una “recuperación en V”, lo que nos espera es un durísimo invierno. Un contexto que no favorecerá la recuperación salarial.

En este escenario es que el gobierno abre el “mercado persa” de la negociación presupuestaria, lamenta el suicidio de terroristas y alienta iniciativas extemporáneas, como la ley de “memoria democrática”. Lejos de hacer gestos en busca de una auténtica unidad en esta hora dramática, el gobierno sanchista-leninista apuesta por el sectarismo.

Lejos de una “recuperación en V”, lo que nos espera es un durísimo invierno. Un contexto que no favorecerá la recuperación salarial.

Para mejorar las perspectivas del empleo y del salario, solo hay una alternativa: un plan para impulsar la inversión productiva. El empleo solo crece si hay nueva inversión y el salario solo puede subir de modo sostenible si se incrementa la productividad, cosa que también es el resultado de la misma inversión. Una condición necesaria de todo plan de éxito es un gobierno que genere confianza.

No hace falta estar demasiado lúcido para advertir que la “banda” de Pedro Sánchez va exactamente en la dirección opuesta a lo que necesitan las familias para mejorar su situación laboral. Enfrentamos la peor crisis económica y sanitaria, al menos desde la Guerra Civil, con un gobierno que prefiere la propaganda a la buena gestión. Los resultados serán, obviamente, acordes a esa elección temeraria.