Además de clavar un clavo, con un martillo se le puede abrir la cabeza a alguien, pero no por eso vamos a prohibirlos, ¿verdad? Pues lo mismo pasa con cualquier tecnología: no es buena ni mala, solo es una herramienta que se puede utilizar bien o mal, somos nosotros quienes decidimos qué uso le damos.

Por eso me alegra que, cuando surge una nueva tecnología cuyo potencial conlleva riesgos, pero también beneficios, los expertos científicos no salgan a las calles a pedir que su investigación se paralice por completo. En lugar de eso, se detienen a elaborar recomendaciones sobre para qué debería usarse y para qué no.

Y eso es justo lo que acaba de pasar con la ya famosa tecnología de edición genética CRISPR, capaz de hacer corta-pega con las letras del ADN. Ante la inmadurez actual de la técnica y los enormes dilemas éticos que plantea, su única aplicación aceptable en este momento sería la de ayudar a parejas que comparten la misma enfermedad hereditaria a tener hijos biológicos sanos, algo que les sería imposible de cualquier otra forma.

Así lo afirma un reciente informe de más de 200 páginas, elaborado por un consorcio internacional de científicos. Para ellos, el único uso de CRISPR cuyos beneficios superarían a los riesgos consistiría en eliminar del genoma de los futuros bebés las mutaciones heredadas de ambos progenitores, las cuales serían sinónimo de una vida envuelta en enfermedades incurables, como la anemia de células falciformes. Ni niños más altos, ni más listos, ni nada.

Este listado de recomendaciones (o, mejor dicho, recomendación en singular) llega casi dos años después del lamentable escándalo internacional que hizo famosa a la tecnología. A finales de 2018 el mundo descubrió que un científico chino la había utilizado para traer al mundo a dos bebés cuyos genomas habían sido editados para evitar que contrajeran el VIH.

Por muy noble que parezca su objetivo, la comunidad científica se echó las manos a la cabeza. La razón principal es que CRISPR todavía no se conoce lo suficiente como para asegurar su éxito. Por un lado, no está claro que las gemelas realmente se hayan vuelto inmunes al virus. Por otro, la tecnología es tan nueva que todavía no hay garantías de que su uso no provoque ediciones involuntarias en regiones indeseadas del genoma.

La tecnología es tan nueva que todavía no hay garantías de que su uso no provoque ediciones involuntarias en regiones indeseadas del genoma

Dicho de otra forma, puede que las pequeñas no solo no estén protegidas contra el VIH, sino que además su genoma podría contener mutaciones que todavía se desconocen y que podrían condenar su salud de por vida. Son este tipo de riesgos los que provocan que los expertos solo se planteen usar CRISPR en casos extremos.

Pero más allá de los peligros sanitarios, disponer de una tecnología capaz de modificar el ADN de un embrión antes de que nazca plantea uno de los mayores dilemas éticos a los que la ciencia podría enfrentarse en un futuro próximo. Si CRISPR llegara a perfeccionarse y se aprobara su uso sin límites, la sociedad podría acabar dividida en dos clases sociales basadas en la genética, como imaginó en la película Gattaca en 1997.

Si CRISPR llegara a perfeccionarse y se aprobara su uso sin límites, la sociedad podría acabar dividida en dos clases sociales basadas en la genética

En las clínicas de fertilidad, los futuros padres pueden secuenciar el genoma de sus embriones para elegir a los más sanos para la fase de implantación. Pero la ley no permite elegirlos en función del sexo y mucho menos de otras características como el color de ojos. Pero si CRISPR entrara en acción sin barreras, entraríamos en la era de los bebés a la carta, cuyas características han sido predefinidas antes de su nacimiento.

¿Quién no querría que sus hijos fueran más altos, listos y guapos? La gente con capacidad económica para pagar el procedimiento seguramente se lanzaría sin pensar, lo que dejaría en desventaja, como siempre, a las familias de escasos recursos. Y así es como se crearía una sociedad dividida por la genética.

Afortunadamente, la comunidad científica internacional coincide en ver esta posibilidad como un futuro distópico al que nunca deberíamos acercarnos. Pero dado el potencial de CRISPR para salvar vidas, en lugar de limitarse a guardar la tecnología bajo llave, deben esforzarse por entender cómo debe investigarse y para qué.

Y si alguna le da por pensar que los expertos están siendo demasiado permisivos, recuerde el martillo que probablemente haya en su caja de herramientas, y en cuántas veces lo ha usado para hacerle daño a alguien.