Cuando el 21 de junio se terminó el estado de alarma y se inició la "nueva normalidad" en todo el país, tras unas tremendas presiones de la oposición política, de la mayoría de las comunidades autónomas y de buena parte del sector empresarial, en especial del sector turístico, el verano se prometía tranquilo y el objetivo era convencer a los turistas extranjeros de que España era un destino seguro y de que podían venir tranquilos como siempre habían hecho.

En ese día de junio, inicio del verano, la "incidencia" (número de afectados en los últimos 7 días por cada 100.000 habitantes) era de 3,6 para el conjunto de España, con un rango que iba desde el 0,0 de Asturias, Ceuta y Melilla, al 7,9 de Madrid, el 6,9 de Aragón o el 6,6 de Cataluña, las 3 regiones con unos valores más altos.

En esos días, la canciller alemana, Angela Merkel, había sido la única dirigente europea que se atrevió a hacer público un nivel crítico en la incidencia de la Covid-19: con 50 casos nuevos sobre 100.000 habitantes se debería dar marcha atrás en la desescalada y replantearse medidas de confinamiento, aunque fueran parciales.

Estábamos muy lejos de esa cifra fatídica y teníamos que aprovechar al máximo posible las posibilidades de salvar la temporada turística. Muchos expertos señalaban, además, que el verano era un gran aliado para mantener al virus a raya: temperaturas elevadas, actividad al aire libre, menor uso del transporte público, reducción en el número de contactos en el trabajo, etc.

Todos esos pronósticos han sido desbordados por la realidad. En el mes de julio, pese a una caída de la entrada de turistas superior al 75%, pronto comenzaron los problemas locales, en forma de rebrotes en numerosos lugares de España.

Lejos de ser un foco de preocupación, algunos plantearon que los rebrotes eran "incluso positivos", pues eran una forma de poner a prueba la reacción del sistema sanitario, los rastreadores, los confinamientos selectivos, etc. En definitiva, el modelo de "convivir con el virus". Y en esto llegó agosto y, lejos de recuperarse el control, el virus se ha extendido por todo el país y la transmisión comunitaria ha sido generalizada.

Algunos plantearon que los rebrotes eran 'incluso positivos', pues eran una forma de poner a prueba el modelo de 'convivir con el virus'

Lo llamativo, como ya comentamos en un artículo anterior, es el comportamiento relativo de España y Francia, en comparación con otros países de nuestro entorno, pese a que todos decidimos abrir nuestras fronteras a la vez.

En el gráfico 1 presento la evolución de los nuevos casos de infectados por el Covid-19 durante el mes de agosto en los principales países europeos, cuyos datos se resumen en la Tabla 1: casi 140.000 casos nuevos en España, más de 93.000 en Francia, los dos países más afectados, en torno a los 33.000-34.000 en Reino Unido y Alemania, y unos 22.000 en Italia.

Es cierto que habrá discrepancias en el número de test que se realizan en cada país, aunque no está clara la causalidad. Es decir, si hay más casos porque se hacen más test o se hacen más test como consecuencia del incremento de casos y la operativa de rastreo.

También es verdad que, aunque las cifras de afectados sean parecidas a las de marzo, más del 50% son asintomáticos y muchos otros presentan sintomatología leve, de forma que el número de ingresados en hospitales, en UCIs o fallecidos es mucho menor.

Sin embargo, fijarse en estas 3 últimas variables puede no ser una buena estrategia, pues son variables retardadas que, en caso de que empiecen a mostrar niveles de saturación o sean socialmente insostenibles, habrá poco margen de maniobra para reconducirlas.

En ese sentido sorprende, como ya hemos defendido en otras ocasiones, que no se utilicen herramientas que se mueven con adelanto, como el análisis de las aguas residuales, el rastreador automático Radar-Covid, o el reforzamiento de la atención primaria, la primera línea en la defensa del sistema frente a los ataques del virus.

Tabla 1. Nuevos casos Covid-19 en agosto (Europa)

España

139.301

Francia

93.106

Alemania

34.127

R. Unido

32.692

Italia

21.667

Fuente: Worldometers. Para España, elaboración propia a partir del Ministerio de Sanidad

La mala evolución de la pandemia en España durante el mes de agosto no ha sido homogénea, ni desde una dimensión territorial ni desde una perspectiva temporal. En la Tabla 2 presento, para las diferentes comunidades autónomas, la incidencia de los casos diagnosticados en la semana anterior al 1 de agosto, mediados de mes y primeros de septiembre, respectivamente.

El 1 de agosto el conjunto de España tenía una incidencia de 30,19. Aunque multiplicaba por casi 10 los valores de finales de junio, cuando se levantó el estado de alarma, todavía estábamos lejos del valor crítico de 50, esbozado por Merkel. De hecho, sólo había tres regiones, señaladas en rojo, con valores superiores: Navarra, Cataluña y especialmente Aragón, con 218, como consecuencia de los rebrotes durante el mes de julio en diversas localidades de esta comunidad autónoma, en especial Zaragoza.

A mediados de agosto el panorama había empeorado significativamente. El conjunto nacional tenía una incidencia de casi 69, superando con creces el valor crítico señalado por Merkel. Casi la mitad de las comunidades autónomas superaban dicho valor crítico, destacando los valores de Aragón, que parecía no controlar la situación heredada de julio, y los de regiones como Madrid, País Vasco, Navarra y La Rioja, todas con una incidencia superior a 100, el doble del valor crítico. A finales de mes, la situación era incluso peor.

El conjunto nacional llegaba a una incidencia de 105, el doble del valor crítico. Con la excepción de Asturias, todas las comunidades y ciudades autónomas superaban el valor de 50. Madrid alcanzaba los 235, La Rioja y el País Vasco rondaban el 200, y nueve regiones superaban o rozaban el 100.

Además de la dimensión territorial, durante el mes de agosto ha habido diferencias temporales significativas entre la primera y segunda quincena, tal y como recoge la Tabla 3. Aunque el conjunto de España ha empeorado de forma similar en las dos mitades del mes, aumentando en casi 40 la incidencia en cada una de ellas, por regiones el comportamiento ha sido dispar.

En el lado positivo destaca la mejoría de Baleares y sobre todo de Aragón en la segunda quincena, la estabilidad de Cataluña, en la parte alta, y de Asturias y Andalucía, en la parte baja. También es resaltable el fuerte deterioro de Canarias en la segunda quincena. También empeoran Castilla y León, Murcia y Castilla La Mancha. El País Vasco y Cantabria se estabilizan algo, al menos en términos relativos, y Madrid, La Rioja y Navarra siguen desatados. La Comunidad Valenciana, Galicia y Extremadura empeoran ligeramente, en un rango de datos cercano a la media nacional.

Con este panorama, resulta absurdo el victimismo de algunas regiones, como la Comunidad de Madrid, cuyo Gobierno y, en especial su Presidenta, se siente “atacada” por los medios y por el Gobierno de la nación.

Resulta absurdo el victimismo de algunas regiones, como la Comunidad de Madrid, cuyo Gobierno y, en especial su Presidenta, se siente 'atacada'

La situación de Madrid es objetivamente mala y, aunque no ha ido a peor en la segunda quincena de agosto, tampoco ha ido a mejor y encabeza el ranking de las regiones europeas con mayor incidencia de la Covid-19, pese a su renta per cápita relativamente alta.

Tabla 3. Aumentos de la incidencia

¿Qué podemos esperar para el mes de septiembre? Como casi siempre, hay dos versiones.

Una, la optimista, cree que la segunda ola está alcanzando su pico y que, lo que ha ocurrido en Aragón y Baleares en la segunda quincena de agosto, terminará pasando en el resto del país en las próximas semanas.

A este optimismo podemos unir la cercanía de la disponibilidad de la vacuna y el aumento de la "inmunidad de rebaño", que debe ser superior al 10% en el conjunto nacional, y posiblemente en torno al 20% en los grandes núcleos urbanos, lo que frena el ritmo de propagación del virus.

Así, el gráfico de los casos sintomáticos con inicio de los síntomas en los últimos 7 días, cuya tendencia presenta una estabilidad desde finales del mes de agosto, aunque en niveles muy elevados, 40 veces el valor registrado a mediados de junio, parece avalar esa visión optimista, aunque para confirmarse debería empezar a mostrar un descenso en los próximos días.

Fuente: Ministerio de Sanidad y elaboración propia

La otra, la pesimista, que partía de la base de que en otoño iba a haber un empeoramiento significativo, con la vuelta al frío, los espacios cerrados, el uso del transporte público, los reencuentros familiares y de amigos, las reuniones de trabajo y las clases presenciales.

El problema es que ese empeoramiento estacional parte ya desde unos niveles de incidencia superiores a 100 casos por cada 100.000 habitantes en el promedio nacional, lo que puede empezar a tensionar el sistema sanitario, aunque no sea con el dramatismo de marzo/abril

Hasta ahora, tanto en la primera como en la segunda oleada, la realidad siempre se ha puesto del lado de la visión pesimista. Ojalá esta vez sea al contrario y a la tercera sea la vencida.  Veremos.