En los próximos días se cumplirán cinco meses desde la declaración del estado de alarma en nuestro país, una importante decisión que buscaba, y consiguió, frenar la propagación exponencial de la pandemia en España, que en ese mes era el tercer país del mundo en recibir el impacto más grave por la Covid-19, solo por detrás de China e Italia.

Tiempo habrá para hacer un balance crítico de las medidas y el horizonte temporal en el que se tomaron. Lo cierto es que España ha sido uno de los países más golpeados por la epidemia, tanto desde un punto de vista sanitario como económico.

Por el lado sanitario, están los elevados ratios de número de contagiados en relación a la población total, en los que España se sitúa entre los 25 países más castigados del mundo y el tercero de la UE, por detrás de Luxemburgo y Suecia. 

También destacamos en la mortalidad, aunque aquí tendremos que esperar para hacer las comparaciones internacionales pertinentes cuando se cierre una cifra definitiva de fallecidos a causa de la Covid-19, dadas las discrepancias entre diferentes fuentes oficiales, que ya comentamos en otro artículo de esta misma publicación (véase "La insoportable levedad de los datos españoles de la Covid19").

En el mejor de los casos, utilizando los datos del Ministerio de Sanidad, ocuparíamos el sexto puesto mundial en el ranking de fallecidos en relación a la población. Y en el peor de los escenarios, con las estimaciones del Instituto de Salud Carlos III o del INE, ocuparíamos la segunda plaza mundial, solo por detrás de San Marino.

No es de extrañar que hace unos días, una veintena de científicos españoles haya pedido, a través de un artículo publicado en la revista The Lancet, una auditoría independiente sobre la gestión del coronavirus en España, sobre todo en lo que se refiere a conocer esta elevada mortalidad y para preparar al país para posibles pandemias futuras.

Desde mayo, cada mes se ha recuperado apenas un 50% de la actividad del mes anterior

En el lado económico, también ha destacado nuestro país por el dato del PIB del segundo trimestre, con una caída del 18,5% que ha superado las expectativas y nos sitúa a la cabeza de la OCDE, pese a que en el dato del primer trimestre no ocupamos ese puesto tan destacado. Ello sugiere que, más que la caída debida al confinamiento, que no ha sido superior a la de otros países de nuestro entorno, como Italia y Francia, la recuperación asociada a la desescalada ha sido menos intensa.

Desde mayo, cada mes se ha recuperado apenas un 50% de la actividad del mes anterior. Es decir, desde la caída del 32% que podemos asignar al mes de abril, extrapolando los datos de marzo, habríamos tenido un -16% en mayo y un -8% en junio, en números redondos. El promedio de estos 3 meses nos daría el -18,5% del trimestre.

Este ritmo de recuperación, más lento que el de otros países de nuestro entorno, sugiere que el impacto económico va a ser mayor del estimado inicialmente por buena parte de las instituciones y analistas económicos, entre los que me encuentro. Evaluar las causas de dicho impacto también requerirá un análisis riguroso, pues será difícil asignar la explicación a una sola variable.

La intensidad del confinamiento; el menor peso del sector industrial y agrícola, que han sido los menos afectados por la pandemia; la mayor importancia relativa del turismo, la construcción y la actividad relacionada con el ocio; e incluso el menor peso relativo del sector público, son variables candidatas a explicar ese impacto económico diferencial.

Muchos lectores estarán pensando que todo esto es parte del pasado. Desgraciadamente no lo es. La pandemia está presente y de nuevo, dentro de Europa, está yendo peor en España que en el resto de los países, algo para lo que tampoco existe una explicación satisfactoria. En el gráfico presento el número y su evolución temporal de los nuevos contagios en los principales países europeos en el último mes, desde el 7 de julio hasta el 7 de agosto, que es el último dato conocido al cierre de este artículo.

En España se han detectado 62.000 casos nuevos en el último mes, ocho veces más que los detectados en Italia, un país con el que íbamos a la par hasta hace poco, tanto en la curva ascendente como en la desescalada. Seguramente en España se hacen más test y muchos de estos casos son asintomáticos. Pero incluso suponiendo que el 60% de los afectados no tienen síntomas y que en el resto de los países todos son sintomáticos -algo discutible-, seguiríamos teniendo un grave problema en nuestra comparación internacional.

Es verdad que la situación no es tan grave como en marzo, ni en lo que se refiere a la mortalidad ni al tensionamiento del sistema sanitario. Pero ello no quiere decir que no sea preocupante. Detrás de esos gráficos está parte de la explicación de nuestras dificultades económicas. Y no solo en lo que se refiere a la imagen internacional, que está dañando la temporada turística, sino también a la confianza de buena parte de los agentes económicos españoles, tanto consumidores como empresarios.

Así, 35 países imponen algún tipo de restricción a los viajeros con destino a España y, en el interior, existen más de 580 brotes activos, algunos de ellos provocando confinamientos parciales de la población y una enorme confusión sobre cuáles son las causas de este empeoramiento de la situación sanitaria.

La incertidumbre ante lo que pueda pasar al final del verano y con la "vuelta al cole” va a ir en aumento a medida que se termine el período estival. Y es que, tal y como comentábamos en estas mismas páginas, el modelo de “convivir con el virus” no está funcionando. Al menos no en España.

Una estrategia diferente. Como alternativa no necesariamente excluyente del modelo de coexistencia con el patógeno, un grupo de profesionales de la salud, académicos y empresarios, coordinados por el doctor Cesar Carballo, nos hemos organizado en una plataforma independiente y sin ánimo de lucro, bajo el nombre de “una estrategia diferente”. En los próximos días daremos a conocer tanto el documento de consenso como la composición del grupo.

Es imprescindible generalizar el uso de las herramientas tecnológicas de rastreo como la que se ha probado con éxito en La Gomera

Pero quiero aprovechar este espacio para dar a conocer las líneas generales que defiende la plataforma. En lo que se refiere a sus objetivos, frente a la actual estrategia reactiva que consiste en que a partir de un afectado con síntomas se rastrea a sus posibles contactos contagiados para someterles a una cuarentena, defendemos una alternativa basada en la detección predictiva, que sitúa como objetivo a cualquier ciudadano antes de la posible manifestación de síntomas por infección.

De esta forma se gana un tiempo precioso, pues se minimiza el riesgo de extensión del contagio a partir de los asintomáticos. El objetivo económico es evitar un nuevo confinamiento generalizado de la población, que sería letal para la ya endeble recuperación económica, pero inevitable si se produce una extensión generalizada de los contagios.

La estrategia se fundamenta en varios pilares: (i) invertir en que las personas sin síntomas no se conviertan en enfermos; (ii) búsqueda activa y enérgica de posibles casos positivos. El análisis pormenorizado de las aguas residuales debe ser una herramienta fundamental en esta búsqueda. La experiencia de Global Omnium en la Comunidad Valenciana debería convertirse en un referente nacional. Pero la información sobre la evolución de esas aguas residuales debería ser pública, pues serviría de alerta a la población de las localidades afectadas, para que fueran más cuidadosas en sus prácticas diarias. (iii) establecer “zonas básica de salud”, es decir, acotar las búsquedas en un entorno espacial controlado sobre el que se vuelquen recursos y atajar el problema antes de que se descontrole.

La idea fundamental es involucrar a los ciudadanos y a las empresas en un proyecto común

Es imprescindible generalizar el uso de las herramientas tecnológicas de rastreo como la que se ha probado con éxito en La Gomera; (iv) cribado selectivo o masivo de pruebas PCR; (v) uso de la tecnología como elemento aglutinador, implementando un sistema informático único que apoye a los 17 sistemas de las Comunidades Autónomas y conformando una base de datos nacional, explotable por los científicos de datos para adelantarse y realizar estimaciones a futuro del comportamiento de la pandemia.

Hay que apostar por la (vi) concienciación social de toda la ciudadanía, en especial de los más jóvenes, a través de la publicidad masiva y las redes sociales; (vii) flexibilidad, con revisión periódica de los resultados de las estrategias; y (viii) apostar por la inversión en el sistema a largo plazo, preparando al país para futuras pandemias o segundas oleadas de esta. A partir de estos pilares, en los próximos días se publicará una serie de recomendaciones concretas.

La idea fundamental es involucrar a los ciudadanos y a las empresas en un proyecto común para erradicar la incidencia del virus y que España pueda convertirse en una referencia positiva de gestión de la pandemia.