Una de las cosas que más sorprende sobre el coronavirus (Covid-19) es que, mientras algunos pacientes sufren casos graves y hasta fallecen, incluso a edades muy tempranas y con un buen estado de salud previo, hay otros que ni si quiera muestran síntomas. Y como cualquier científico sabe, estas diferencias no se deben a la suerte, ni al karma. Debe existir alguna razón en el organismo que explique el por qué.

Está claro que las personas de edad avanzada y con patologías previas son más vulnerables a desarrollar casos graves porque su sistema inmunológico no es tan fuerte como el de los demás. Pero, como siempre, la realidad es mucho más compleja. En el caso de los pacientes hipertensos, por ejemplo, la medicación que toman para contrarrestar su dolencia aumenta los niveles de la enzima que el virus utiliza para penetrar en las células.

También se especula (y lo subrayo porque todavía no hay estudios que lo demuestren) con la idea de que el grupo sanguíneo influye en la versión de dicha encima, lo que también podría convertirse en un indicador de riesgo/inmunidad. Pero, de momento, no sabemos mucho más que eso. Así que, mientras llega la tan ansiada vacuna, toca seguir investigando.

Por mucho que haya quien se dedique a rezar todo lo que se sabe o rodearse de supuestos cristales energéticos, la diferencia entre ser portador asintomático, desarrollar síntomas leves o fallecer, depende directamente de secretos (científicamente explicables) que se ocultan en nuestro organismo. Y es muy probable que alguno de esos secretos esté directamente relacionado con la genética, dado su marcada influencia en otros trastornos.

Tal vez recuerde el famoso 'efecto Jolie', que en 2014 provocó que un aluvión de mujeres solicitara someterse a un análisis genético para ver si compartían una serie de mutaciones en los mismos genes que la actriz. Dichas mutaciones, junto al historial de cáncer de mama en la familia de la intérprete, aumentaban su riesgo desarrollar la dolencia. Del mismo modo, se sabe otras dos variantes genéticas protegen a sus portadores contra la infección por VIH.

La diferencia entre ser portador asintomático, desarrollar síntomas leves o fallecer, depende de secretos que se ocultan en nuestro organismo

Ya se han lanzado varias iniciativas para averiguar si hay claves en el ADN que influyan en la gravedad de los casos de coronavirus. Las más prometedoras son aquellas que ya disponen de la secuencia genómica de mucha gente y solo deben identificar a los que ya se hayan recuperado para intentar buscar patrones en sus genes. Ese es el caso de varias empresas de pruebas genéticas de consumo, como la famosa 23andMe, que ya cuenta con información de 6.000 clientes que parecen cumplir los requisitos. Además, ha anunciado que ofrecerá secuenciaciones gratuitas para otras 10.000 personas ingresadas por Covid-19.

Disponer de los datos genéticos de antemano será un gran motor para acelerar estas investigaciones. En 2015, por ejemplo, un proyecto en Islandia recopiló la secuencia genética completa de 10.000 de sus habitantes, una muestra representativa frente a su población cercana a las 360.000 personas. Esta información genética podría resultar clave para la búsqueda de pistas en el ADN, sin embargo, en el país se contabilizan menos de 2.000 casos, lo que podría dificultar la investigación. Por el contrario, en los sitios con más casos registrados no hay tanta costumbre pública ni privada de secuenciar el genoma de la población, lo que obligaría a ejecutar secuenciaciones masivas para contar con una base de datos capaz de ofrecer información relevante.

Disponer de los datos genéticos de antemano será un gran motor para acelerar estas investigaciones

Es cierto que cabe la posibilidad que estos esfuerzos no den resultados concluyentes. Desde la Iniciativa Genética Covid-19, un consorcio internacional que comparte datos de ADN sobre los casos de coronavirus de Holanda, Reino Unido y EEUU, afirman que el primer estudio con genes de 900 pacientes no ha revelado ninguna influencia genética relevante. Pero dado el pequeño tamaño de la muestra, los responsables planean lanzar una segunda investigación que incluya más información.

Entender bien qué pacientes tienen más riesgo de desarrollar casos graves podría ayudarnos a priorizar su atención médica en situaciones de escasos recursos hospitalarios y también los tratamientos más adecuados. Este enfoque seguramente resultaría más útil que el de limitarse a evaluar su potencial esperanza de vida útil, algo a lo que se vieron obligados muchos profesionales médicos en los inicios de la pandemia, cuando no había medios ni se sabía prácticamente nada sobre el virus. Puede que la respuesta no resida en los genes, pero donde seguro que no está es en la suerte, ni en ponerle velas a la Virgen de Lourdes.