Hace solo tres meses, la vivienda turística siempre iba a ser una inversión segura, la globalización solo traía beneficios consumidores y empresas, y la inteligencia artificial (IA) estaba a punto de revolucionar la vida tal y como la conocemos. Ahora, las dos primeras afirmaciones pueden darse por muertas mientras que la tercera ha perdido bastante fuerza. Y no es que la IA haya dejado de tener un potencial enorme para transformar negocios y servicios, pero su fama como tecnología revolucionaria ha dejado bastante que desear en la lucha contra el coronavirus (Covid-19).

Una de las principales cualidades de la inteligencia artificial es su capacidad de predecir cosas, como quién tiene más riesgo de sufrir diabetes según sus genes y qué máquina de una fábrica puede estar a punto de fallar en función de su comportamiento. Así que, si a la IA se le da también anticiparse a cosas que aún no han ocurrido, ¿por qué no fue capaz de predecir que había una mortal pandemia a la vuelta de la esquina? La respuesta está en los datos, o más bien en la ausencia de ellos.

Aunque es de sobra conocido que el tabaquismo aumenta el riesgo de cáncer, hay gente que fuma toda la vida y fallece sin síntoma alguno de la enfermedad. Esto se debe a que riesgo no es sinónimo de certeza y a que los factores involucrados para poder predecirlo no solo tienen que ver con el consumo de cigarrillos sino también con los genes, la alimentación y el estilo de vida. Del mismo modo, para predecir una pandemia no basta con mirar el histórico y ver cada cuánto se producen, ni tampoco sirve analizar el contexto geopolítico en busca de indicios. La realidad simplemente es mucho más compleja.

Si a la IA se le da también anticiparse, ¿por qué no fue capaz de predecir que había una mortal pandemia?

Así que podemos excusar a la inteligencia artificial por no habernos alertado de que un virus animal estaba a punto de saltar a los humanos con consecuencias mortales y masivas. Lo que tal vez no sepa, es que el 30 de diciembre, dos meses y medio antes de que la OMS declara clasificara al virus como una pandemia, el algoritmo de una compañía de EEUU especializada en identificar brotes de enfermedades infecciosas lanzó un aviso sobre un inusual aumento de casos de neumonía en Wuhan (China). Así es, aunque su salto sobre la barrera humana fue impredecible, cuando los patrones de los datos disponibles (de medios de comunicación y redes sociales, por ejemplo) empezaron a cambiar, hubo algoritmos que sí fueron capaces de verlo.

El problema esta en qué hacer con esa información. Porque, aunque la IA es muy buena a la hora de encontrar patrones, se le da fatal identificar relaciones de causa y efecto. Que una rara neumonía estuviera proliferando en China no tenía por qué ser sinónimo de virus masivo y mortal. Podría haber sucedido, por ejemplo, por una fuga de algún gas tóxico.

De hecho, ese es uno de los grandes problemas de la tecnología: que la correlación no implica causalidad. Que muchas personas de un determinado barrio comentan delitos no significa que todas vayan a hacerlo. Es decir, vivir en un barrio concreto no te convierte en delincuente.

Hace un par de años se descubrió que un algoritmo de evaluación del riesgo delictivo (que estiman la probabilidad de que un acusado reincida) utilizado en tribunales de EE. UU. simplemente estaba replicando los sesgos de la sociedad. Si un acusado pertenecía a un barrio, raza, edad y clase social asociados con altos niveles de delincuencia, el algoritmo asumía que su riesgo de reincidir sería alto. Sin embargo, no hay nada en esos datos que prediga que esa persona en concreto iba a volver a cometer un delito. Del mismo modo que un aumento de casos de una enfermedad no significa que haya una pandemia global a la vuelta de la esquina.

Aun así, los algoritmos ya notaron algo raro a finales de año y, aunque todavía no son capaces de lanzar un aviso para prevenirnos de situaciones tan dramáticas como las que estamos viviendo, sí que hay sistemas de inteligencia artificial que están empezando a apoyar a los médicos en el diagnóstico del coronavirus, así como en su riesgo de evolucionar en casos graves.

De todos ellos y su potencial para salvar vidas y aliviar la carga de los sistemas sanitarios hablaremos otro día, pero tampoco se sorprenda si cuando lo hagamos, las cosas han vuelto a cambiar. Porque, igual que con la vivienda turística, lo único que seguro es que no hay nada que ni la IA ni nosotros podamos predecir con total certeza.