La crisis del coronavirus ha supuesto un tremendo impacto sobre nuestras vidas y nuestra economía. Es una crisis además, que a diferencia de otras, no ha surgido del interior de nuestros sistemas, sino que nos ha llegado como un factor exógeno, se podría decir que como una plaga bíblica. Pero sus consecuencias no se producen en abstracto sino que tienen lugar en un contexto determinado.

En este sentido, a corto plazo la crisis ha puesto en evidencia deficiencias en nuestro sistema productivo que tendremos que subsanar y a medio y largo plazo acelerá tendencias que ya existían con anterioridad.

Desde los primeros días, todos pudimos ver nuestra falta de capacidad para abastecernos en mascarillas, gafas, batas desechables, electroválvulas y respiradores. El comisario Thierry Breton se puso en contacto inmediatamente con la industria para que aumentara y reorientara su capacidad de producción.

La respuesta fue muy positiva. En España, la labor del Ministerio de Industria y la reacción de la industria en sectores como el textil y automóvil ha sido ejemplar. A largo plazo, deberemos diversificar la cadena de suministro y explorar procesos tecnológicos alternativos como la producción en 3D.

También hubo casos de desabastecimiento de fármacos como el paracetamol, que no se produce en Europa. Las compañías farmacéuticas europeas fabrican sus productos en la India, mientras que el 70% de los ingredientes activos subyacentes provienen de China. Y China proporciona el 80%-90% del suministro mundial de ingredientes activos para antibióticos. Está claro que debemos aumentar la disponibilidad, asequibilidad, sostenibilidad y seguridad del suministro de productos farmacéuticos en Europa.

China proporciona el 80%-90% del suministro mundial de ingredientes activos para antibióticos

Otra área en la que Europa depende demasiado de importaciones: las materias primas. El litio, por ejemplo, es una materia prima esencial para la producción de baterías. Para alcanzar nuestros objetivos de neutralidad climática para 2050, los sectores de las energías renovables, la movilidad electrónica, la defensa y el espacio necesitarán por sí solos hasta 18 veces más litio en 2030, y casi 60 veces más en 2050. Pero Europa depende al 100% de las importaciones de Chile (78%), Estados Unidos (8%) y Rusia (4%).

La amplitud de la crisis nos ha llevado a dar una respuesta económica sin precedentes a nivel europeo. Entre las distintas medidas podríamos destacar las destinadas a apoyar las pymes, como los 1.000 millones de euros del Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas (FEIE), o aquellas diseñadas para ayudar a los trabajadores a mantener sus ingresos y a las empresas a mantenerse a flote, como la iniciativa SURE dotada de 100.000 millones de euros.

No nos olvidamos tampoco de sectores tan importantes como el turismo, que representa alrededor del 11% de la actividad económica en la UE, y con mayor importancia aún en España. Hoy mismo la Comisión europea presentará recomendaciones para apoyar a este sector donde están en juego millones de puestos de trabajo, principalmente entre las pymes y las empresas familiares que trabajan en el sector del alojamiento, los restaurantes, el transporte de pasajeros y las agencias de viajes.

Más allá del apoyo que dé la UE para aliviar la crisis aguda de liquidez, proteger el empleo y asesorar a las autoridades a gestionar lo que seguirá siendo un período estival muy difícil, necesitamos prepararnos colectivamente para el futuro, para un ecosistema turístico más sostenible, digital y resistente.

En cuanto a las tendencias a medio y largo plazo, una de las primeras reflexiones es que la recuperación económica europea tendrá que ser ecológica y digital. Con casi 4.000 millones de personas - la mitad de la humanidad - encerradas, se ha hecho evidente el potencial de la tecnología digital en nuestra forma de vida, de relacionarnos, de trabajar, de educar a nuestros hijos y de acceder a la información y al entretenimiento.

La crisis también será un acelerador de la transición verde, con un nuevo enfoque en la biodiversidad y una atención renovada a las consideraciones de salud, desde los alimentos que comemos hasta el aire que respiramos.

La recuperación además deberá apoyar una mayor autonomía estratégica europea. Nuestras empresas empezarán - muchas de ellas empezaron antes del coronavirus - a revisar toda su cadena de suministro, fabricación y logística, teniendo en cuenta ya no sólo los criterios de precio sino también la huella de carbono, la digitalización, la proximidad del lugar de producción a los servicios y a los clientes, y los riesgos vinculados a un nuevo orden mundial geoestratégico.

Cuando hablamos de mayor autonomía estratégica, no queremos decir encerrarnos en nosotros mismos. Seguiremos abogando por el comercio internacional, pero con mayor capacidad de producción doméstica, mayor capacidad de determinar nuestras reglas y nuestros valores, mayor capacidad de decidir sobre nuestro futuro y nuestra prosperidad.

Seguiremos abogando por el comercio internacional, pero con mayor capacidad de producción doméstica

Cada sector económico tiene sus especificidades y se ve afectado de forma diferente. Pero nuestra manera de actuar debe tener dos elementos en común. Primero: la respuesta debe ser europea, pues estos sectores están cada vez más interconectados e integrados en nuestro mercado único europeo. Segundo: la respuesta debe mirar al futuro e impulsar la inversión europea, no para financiar el pasado, sino para construir una economía ecológica, digital y resistente.

El 10 de marzo 2020, tres días antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara a Europa el nuevo epicentro del coronavirus, la Comisión Europea publicó una nueva estrategia industrial para una Europa ecológica, digital y competitiva a escala mundial.

La crisis del coronavirus no ha disminuido la importancia de cumplir con esta estrategia. Al contrario, le ha dado un impulso adicional. Y sus objetivos serán centrales en el plan de recuperación europeo.

En cada crisis hay una oportunidad, dicen. Esta crisis ofrece la oportunidad de crear una economía más verde, digital y resistente.

*** Lucía Caudet es jefa de gabinete adjunta del comisario Thierry Breton, el comisario europeo para el mercado único y la industria.