La semana pasada se conoció un informe elaborado por “monitores de la Unión Europea (UE)” en el que se acusaba a Rusia y a China de estar llevando a cabo campañas de “desinformación” sobre el origen de la Covid-19 y atestando las redes sociales con una “narrativa de conspiración” en la que ni Estados Unidos ni la Unión Europea salen bien parados. Con esa campaña se trataría, entre otras cosas, de no mencionar a la ciudad de Wuhan como el origen de la pandemia.

La verdad es que el informe parece una cortina de humo: si la UE, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los diferentes gobiernos hubieran actuado como debían desde finales de enero, ahora no tendrían ninguna necesidad de echar la culpa a ninguna “narrativa”...

¡Pero si las noticias sobre Wuhan ya estaban en todos los telediarios desde al menos el 23 de enero…!

Cuando se habla de la I Guerra Mundial, en la prensa y libros anglosajones, se destaca cómo los europeos caminaban sonámbulos (sleepwalking) hacia la catástrofe. Lo mismo podría decirse de lo que ha sucedido ahora.

No hay más que repasar la prensa para comprobar que el período comprendido entre el 23 de enero y el 8 de marzo era una marcha sonámbula desde la declaración de la emergencia climática por el gobierno español hasta las prisas por darle a una ministra el gustazo de tener reformado el Código Penal para su fiesta de cumpleaños (aunque ello fuera a costa de que otro miembro del Gabinete, encargado precisamente de esos temas, tuviera que calificar el proyecto para el aniversario como una onomástica chapuza).

Es cierto que lo mismo sucedía en otros países, de tal manera que, hablando del retraso en reconocer la gravedad de la situación en EEUU, Nassim Nicholas Taleb, el autor de El cisne negro, conocido por sus buenos análisis, sus malas pulgas, y por no tener pelos en la lengua, dedica en Twitter palabras muy fuertes a la OMS (la llama OME, Organización Mundial de la Enfermedad, “criminal incompetence” y lindezas por el estilo), al CDC (Centro para la Prevención y el Control de las Enfermedades en EEUU) y ¡al gobierno de Reino Unido! .

Y sigue de manera inclemente: “No es la decisión de contener la pandemia lo que está liquidando a la economía sino el retraso en tomar decisiones lo que la está matando; si el 26 de enero se hubieran aplicado controles fronterizos, se hubieran distribuido mascarillas y realizado tests, no estaríamos así”.

Momentos de lucidez

Lo curioso es que, tanto en España como en EEUU sí hubo momentos de lucidez pasajeros, como la decisión de Donald Trump el 31 de enero de no aceptar la entrada en EEUU a extranjeros de toda laya que hubieran estado “físicamente” en China durante los 14 días previos (algo que, en lugar de ser alabado como una medida razonable y temprana de cuarentena, como las que todo el mundo ha visto aplicar en las películas en la Isla de Ellis, en Nueva York, solo provocó acusaciones de racismo contra Trump); o la estupenda gestión española realizada en Canarias para aislar a los primeros infectados, tanto en La Gomera, como en el hotel Adeje en Tenerife; incluso, ya mucho más tarde, en el aislamiento de Haro. ¿Por qué ni el gobierno de EEUU ni el de España siguieron ese camino recto? ¡Misterios de la psique y del cálculo político!

Pero, como dice Nassim Taleb en alguno de sus tuits, la decisión de contener la epidemia “ha matado a la economía”. ¿Hasta qué extremo?

La semana pasada se publicaron, entre otros, los PMIs provisionales de la Eurozona, Alemania Francia y EEUU para el mes de abril. Y todos ellos eran extremadamente malos.

Ya hemos dicho en varias ocasiones que los PMIs son los únicos indicadores que merece la pena mirar en este momento porque todos los demás se subsumen, desde el punto de vista puramente informativo, en un ejercicio masoquista de repetir una y otra vez que, si se para la economía por una decisión voluntaria, todo va a ir horriblemente mal. Hay que insistir en que esta afirmación se refiere a lo puramente informativo, analítico y de prospectiva. Otra cosa es el impacto en las cuentas públicas: no es lo mismo decir que, al hundirse la economía, se van al paro tres que seis millones de personas. En eso no hay información redundante, sino un enorme problema que tendrán que gestionar los gobiernos.

PMIs

Pues bien, esos PMIs (siglas de Purchasing Manager’s Index o Índice de los Gestores de Compras) mencionados recogen la información proporcionada por empresarios y directivos mediante encuestas de opinión en las que expresan cómo ven la marcha de sus negocios en comparación con el mes anterior: mejorando, empeorando o sin cambios.

Diciéndolo de manera muy general e imprecisa: los PMIs se han ido todos a un nivel que está entre un 25% y un 50% por debajo de donde estaban en el mes de marzo (en el que, por cierto, ya habían tenido caídas de orden parecido frente a donde estaban en el mes de febrero).

Eso hace que, por ejemplo, para el sector servicios de la Eurozona el PMI se sitúe en 11,7, frente al 26,4 de marzo; en Alemania es algo similar: 15,9 frente a 31,7 de marzo. Si se tiene en cuenta también el sector manufacturero, las bajadas tanto para Alemania como para la zona euro son menos drásticas, pero, todo ello combinado, si la situación se mantuviera como ahora, llevaría a caídas del PIB de este trimestre sobre el anterior de alrededor de un 5%.

En EEUU el PMI del conjunto de la economía ha bajado del 40,9 de marzo a 27,4, lo que sería consistente con un descenso del PIB de este trimestre de un 12% anualizado. Todo ello si se mantuviera el pesimismo actual: hay que recordar que los PMI indican contracción frente al mes anterior cuando se sitúan por debajo de 50.

Es un contraste muy grande con lo sucedido en China donde, aunque los PMIs se hundieron en febrero, tuvieron una fuerte recuperación en marzo (no se conoce aún el de abril).

Puede que la explicación de un comportamiento tan diferente resida en la manera en que se han iniciado los parones de actividad en Occidente (por ejemplo, en España, desde el 15 de marzo) lo que ha hecho que el pesimismo empresarial se haya reflejado tanto en marzo como en abril, por lo que es de esperar que el dato de mayo (con un retorno parcial a la actividad) sea mucho mejor.

Eso no sucedió así en China donde el parón se produjo a comienzos de febrero (tras terminar las vacaciones por el Año Nuevo chino) lo que provocó que los PMIs apenas lo notaran en enero, para después tener unos PMIs muy malos en febrero que, ya en marzo, se recuperaron.

Si no fuera esa la explicación, no podríamos mantener que China es tan buena bola de cristal para la recuperación económica como lo ha sido para la pandemia y la entrada en recesión.

Buena dirección

Sin embargo, hay un elemento que apunta en una mejor dirección: la Bolsa. Tras las caídas tan fuertes del mes de marzo (-38% para el índice S&P 500) en esa “tormenta perfecta” en la que se simultanearon parcialmente con la caída del precio del petróleo, la recuperación que han tenido posteriormente las deja en este momento con unas pérdidas de solo el 16% (medidas por el mismo índice). Esas son pérdidas ya no muy superiores a las de la Bolsa en China (-10%) y que vienen a rondar las que tuvo la Bolsa de EEUU en la epidemia de gripe de 1918-1919.

Es decir, parece que, entre las manipulaciones a las que se supone que está sometida la Bolsa china, por un lado, y la enorme inyección de liquidez de la Reserva Federal de EEUU, por otro, al cabo de tres meses de pandemia las caídas netas de ambas no están muy lejos de la caída total del 11% que tuvo la Bolsa de Nueva York en los cuatro primeros meses de la epidemia de gripe en 1918. Entonces, también, con su recesión correspondiente.

Bastante peor es el comportamiento de las Bolsas europeas, a la vista de que los estímulos gubernamentales aún están por llegar.

En suma, las cosas siguen muy feas pero, tanto la referencia histórica, como la reacción de las Bolsas a los estímulos de los bancos centrales y de los gobiernos, así como los PMIs de meses completos de China muestran que el problema es manejable. Con todo tipo de dificultades, pero manejable.