Teletrabajo significa trabajar a distancia. Y esto no es algo nuevo. Muy probablemente, muchos de nosotros tiene clientes en otras ciudades, colegas en otros países o proveedores en otros continentes. El drama para muchos no es trabajar en la distancia, sino hacerlo desde casa, lo que en el mundo anglosajón se denomina home office. Algunos llevamos años practicándolo, en mi caso desde los años 90, y sabemos que ni es un chollo, ni el apocalipsis de la productividad. Basta con tener en cuenta algunos aspectos que afectan tanto a la intendencia como a la mentalidad.

Vamos primero a los más fáciles: los relacionados con el aspecto office. No estar en la oficina significa no tener las herramientas que la empresa pone a nuestra disposición. Ordenador, red y aplicaciones empresariales que usamos en nuestro día a día. Esta barrera, está salvada si disponemos de una buena conexión a Internet y un ordenador, pues podremos conectarnos usando una red privada virtual (VPN), estando así a todos los efectos dentro de la oficina. Es más, en la mayoría de los casos, data la popularidad de aplicaciones en la nube, ni siquiera será necesario una VPN.

Estando ya virtualmente en la oficina, nos faltan ellos: compañeros, jefes y subordinados que estarán en sus respectivas offices. También aquí la tecnología juega a favor nuestro, pues disponemos de multitud de herramientas para que la productividad a distancia no se vea afectada: videoconferencias, documentos compartidos, flujos de trabajo en grupo, gestión de proyectos y una larga lista de software, en muchos casos gratuitos.

Así pues, si esta parte es relativamente fácil, ¿dónde está el reto? Si podemos simular estar en la oficina, ¿cuál es el problema? Pues en el enunciado: simular.

El gran reto del home office es similar al que me ocupa en mi labor como consultor: intentar llevar la transformación digital más allá de las herramientas, y transformar a las personas. A menudo nos encontramos organizaciones digitales (desde el punto de vista de tecnología) pero con culturas analógicas (desde el punto de vista de la mentalidad de sus colaboradores). Así pues, volviendo al reto del home office, si ya somos un profesional digital desde el punto de vista de las herramientas, deberemos ahora abordar el punto más difícil: la mentalidad digital.

A menudo nos encontramos organizaciones digitales (desde el punto de vista de tecnología) pero con culturas analógicas

Para ello seguir este manifiesto maximizará las probabilidades de éxito:

Me levantaré a la misma hora. Es muy importante mantener las rutinas. A nuestro cuerpo le encantan, y a nuestra mente todavía más. No añadamos más capacidad de adaptación. El entorno ya nos está llevando al límite. Si piensas que no te hace falta pues te has ahorrado el tiempo de desplazamiento, míralo al revés: acaba de aparecer en tu vida un espacio de tiempo extra.

- Me prepararé para el trabajo. Ducha, afeitado y/o maquillaje y ropa de trabajo. Se acepta el smart casual pero se prohíbe el chándal y, evidentemente, el pijama.

- Identificaré mi nueva oficina. Buscaré un lugar relativamente tranquilo y muy cómodo y allí fijaré mi residencia profesional temporal. Los vídeos que vemos estos días de profesionales cool con el portátil en la cocina y un café humeante son simplemente fake.

- Planificaré mi día, usando este tiempo extra que mencionábamos en el primer punto. El entorno irá en contra nuestro: tele, nevera y niños pueden generar la tormenta perfecta si no establecemos bien el calendario del día. Además, esta planificación ayudará a la conciliación con nuestra pareja.

- Trabajaré en sprints. Como los corredores. 60 o 90 minutos a tope, con foco, sin interrupciones (yo desconecto el móvil). Después de cada sprint, 5 o 10 minutos de descanso, en los que es muy importante moverse, estirarse y si es posible respirar aire exterior.

- Cuidaré mi cuerpo. La combinación de confinamiento y teletrabajo puede ser letal si olvidamos que tenemos un Ferrari que mantener. Además, sentirnos bien físicamente nos ayudará a poder mantener, no sólo la productividad, sino también la salud mental. Más que nunca debemos comer sano y hacer ejercicio. La lista de excusas que ahora mismo se están generando en su cabeza es infinita, ¿no es cierto? Tomemos esto como una oportunidad para autodemostrarnos que somos capaces de conseguirlo.

Según los cánones ahora es el momento del call to action. Y para mí está clarísimo. Propongámonos la excelencia en esta etapa, entrenemos a nuestra mente en esta nueva disciplina. Cuando todo esto pase, los que tengan la mejor forma serán los que, con toda probabilidad, recuperen la normalidad en un menor lapso de tiempo.

*** Lluís Soldevila es profesor de Esade y autor de Digital Thinking.