Los indicadores adelantados van confirmando progresivamente el impacto socioeconómico de la crisis del Covid-19 sobre las principales economías avanzadas, a medida que los Gobiernos han tomado las necesarias medidas de confinamiento de la población para frenar su expansión. Así, los índices PMI compuestos preliminares de IHS Markit para marzo sitúan a la Eurozona, a EEUU y al Reino Unido en contracción, principalmente por el deterioro de las perspectivas de sus sectores de servicios, que representan en promedio un 70% del PIB de las economías avanzadas.

En concreto, en la Eurozona, el índice PMI compuesto preliminar ha retrocedido significativamente hasta 31,4 puntos, 20,2 puntos inferior a febrero (51,6 puntos), constituyendo su menor registro histórico desde que comenzó a elaborarse este indicador, en julio de 1998. Similar evolución se ha producido en EEUU, donde el PMI compuesto preliminar descendió hasta 40,5 puntos, 9,1 puntos inferior a su registro de febrero (49,6 puntos), ante el impacto de la crisis del Covid-19.  

Estos datos constatan la parálisis de la economía real y sus implicaciones no solo en términos de crecimiento económico, sino sobre la estabilidad del tejido empresarial y del empleo a futuro, especialmente en España. En nuestro país un 99,3% del total de las empresas tienen menos de 50 trabajadores, mientras que sólo un 0,6% pueden ser definidas como medianas (entre 50 y 249 trabajadores) y un 0,1% como grandes empresas (más de 250 trabajadores), concentradas principalmente en sectores como hostelería, viajes, textil y confección, entre otros. Todas ellas, ramas de actividad seriamente afectadas por el freno de nuestra actividad socioeconómica diaria.

De ahí que, según los datos recientemente publicados por Cepyme, el aumento de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) en los próximos meses podría afectar a aproximadamente 3 millones de personas y destruir 300.000 puestos de trabajo; aproximadamente un 47% de ellos en nuestras micro y pequeñas empresas. Un escenario que podría elevar la tasa de desempleo, uno de nuestros principales problemas socioeconómicos. Actualmente, nuestra tasa de paro se sitúa en un 13,78% de la población activa, frente a sus niveles pre-crisis de en torno a un 8% en 2007.

Una situación a la que no son ajenos el resto de los países avanzados y emergentes ante la magnitud de una epidemia global, de la que desconocemos su extensión socioeconómica y temporal. Por ejemplo, en Noruega se ha registrado un incremento del 350% de las solicitudes de prestaciones de desempleo en las últimas dos semanas, su mayor incremento desde la II Guerra Mundial, situándose su tasa de paro en un 10,4% sobre la población activa frente al 3% a comienzos de año. Una crisis sin precedentes, que ha llevado a una destacada economista como Carmen Reinhart a señalar que podríamos afrontar el mayor reto económico desde la Gran Depresión de 1930.

Ante este escenario, es urgente retomar la coordinación a nivel global en tres ámbitos de actuación clave: sanitario, monetario y fiscal. No sólo debemos frenar y aplanar la curva de personas contagiadas y fallecidas por el Covid-19, sino también lograr evitar la destrucción del tejido empresarial y de puestos de trabajo.

En este sentido, en el ámbito de la política monetaria, la semana pasada, 39 bancos centrales actuaron anunciando recortes de sus tipos de interés oficiales. Al mismo tiempo, la Fed, junto al BCE, el Banco de Japón, el Banco de Inglaterra, el Banco Central de Canadá y el Banco Nacional Suizo, lanzaron una acción coordinada, posteriormente ampliada a otros nueve bancos centrales (Australia, Brasil, Corea del Sur, México, Singapur, Suecia, Noruega, Dinamarca y Nueva Zelanda), con el objetivo de apuntalar el sistema financiero, evitar una crisis de crediticia y, por tanto, el riesgo de quiebra de las empresas ante las consecuencias económicas de la crisis del Covid-19.

Hasta el momento los bancos de la Eurozona, Reino Unido y Suiza han tomado prestados en torno a 130.000 millones de dólares puestos a disposición por la Fed el pasado 11 de marzo para mitigar las tensiones de liquidez. A pesar de la relevancia de esta actuación, recuperar la certidumbre y la normalidad sobre nuestras perspectivas futuras exigen también acciones coordinadas de política fiscal a nivel internacional. Una vez superemos este shock sin precedentes, será el tiempo de realizar reformas estructurales para generar un nuevo periodo de prosperidad.

*** Alicia Coronil Jónsson es economista jefe de Singular Bank.