Excelentísima señora presidenta del Congreso de los Diputados, excelentísimos señores ministros, querido presidente Zapatero, querido presidente de Castilla la Mancha, querido secretario general del PP, autoridades, amigos y amigas.

Muchas gracias a José Luis Rodríguez por invitarme a presentar Invertia en este prestigioso foro, muchas gracias a Vodafone por hacerlo posible y muchísimas gracias a Antonio Garamendi, patrón de patrones y presentador de presentadores, por sus generosas palabras.

Sí, en efecto, este año se cumplirán mis primeros 40 como director de periódicos. Empecé muy pronto. He tenido la suerte de vivir en silla de pista –y a veces dentro de la jaula de los leones- estas cuatro décadas de nuestra historia. Entre mis recuerdos hay muchos buenos momentos pero también alguna que otra pesadilla.

Discurso de Pedro J. Ramírez

Precisamente tal día como hoy, hace treinta y ocho años, amanecí insomne porque tal día como ayer hace treinta y ocho años había sido expulsado del juicio del 23-F. Era el primer aniversario del golpe y en Diario 16 habíamos publicado un reportaje que Tejero, Milans del Bosch y compañía consideraron ofensivo para su concepción del honor militar. Por inaudito que parezca, se negaron a comparecer en la sala del juicio si yo permanecía en ella.

El Gobierno de Calvo Sotelo me pidió que renunciara a la credencial, me negué, fui expulsado y una parte de la opinión pública me culpó de lo ocurrido y me consideró un provocador. Hasta que el Tribunal Constitucional, en una resolución histórica, me dio la razón y me devolvió la credencial.

No cuento esto como la batallita de un veterano de unas cuantas guerras, sino como expresión de que no está tan lejos el tiempo en que nuestra democracia pendía de un hilo y los demonios familiares de nuestra historia cainita sobrevolaban nuestras cabezas.

Vicens Vives había resumido un cuarto de siglo antes el “problema de España” en nuestra resistencia a aceptar la democracia como modelo político, el liberalismo como modelo social y el capitalismo como modelo económico. O sea la libertad política, la libertad de costumbres y la libertad económica.

Precisamente tal día como hoy, hace treinta y ocho años, amanecí insomne porque tal día como ayer hace treinta y ocho años había sido expulsado del juicio del 23-F.

Es evidente que las actuales generaciones hemos aprobado con sobresaliente las dos primeras asignaturas. La democracia ha resuelto en España todos los problemas creados por la democracia y nuestra sociedad no sólo es una de las más tolerantes de la Tierra, sino también una de las que más y mejor protege los derechos civiles.

Es verdad que, como pronosticó Alfonso Guerra, en todo esto, a España ya no la reconoce ni la madre que la parió. Y ha sido para bien. Sin embargo, respecto a la tercera asignatura, la de la libertad económica, lo máximo que podemos decir es que el alumno “progresa adecuadamente”.

Cada vez que surge un conflicto o se plantea un debate, todavía escuchamos descalificaciones sobre el empresariado en general, o sobre los banqueros, las eléctricas o las grandes empresas de distribución, más propias de una dictadura paternalista que de un país próspero y desarrollado.

En España se sigue atacando a bulto a las empresas, como durante el franquismo se atacaba a los partidos políticos. Como si los errores y abusos de uno bastaran para poner en solfa todo el modelo.

Trato de ser ecuánime pero reconozco que no soy imparcial. Mi padre era un empresario mediano en una ciudad pequeña en una España diminuta. Siempre he pensado con Antonio Escohotado que “el mayor héroe cívico es el industrial innovador”. Es lo mismo que nos recordaba el jueves Andrés Rodríguez, citando a Steve Forbes, al entregar el premio de CEO de la década a Pablo Isla.

Además, yo ya soy uno de los vuestros. Llevo casi cuarenta años como director de periódicos, pero también cinco como inversor y seis meses como empresario ejecutivo, en sentido pleno.

Lo soy desde que, a raíz del fichaje de nuestra Consejera Delegada, Eva Fernández, por Telefónica, decidí asumir la gestión de la empresa editora de EL ESPAÑOL con la inestimable ayuda de Mamen Vázquez como directora general.

Mi primera decisión de esta etapa como empresario fue participar en la subasta por Invertia, arriesgando el dinero de nuestros accionistas, empezando por el mío propio. Cuando se abrieron los sobres y supe que habíamos ganado esa puja porque habíamos ofrecido una cantidad mayor y presentado un proyecto mejor que el resto de los competidores, incluidos algunos de los grandes grupos de la prensa española, mil campanas sonaron en mi corazón.

Llevo casi cuarenta años como director de periódicos, pero también cinco como inversor y seis meses como empresario ejecutivo, en sentido pleno.

En primer lugar, porque otra vez volvía a dominar mi vida aquella frase de Tácito que me llevó a aceptar la dirección de Diario 16 hace cuarenta años, aquella frase de Tácito que coloqué hace treinta años en el frontispicio del primer ejemplar de El Mundo, aquella frase de Tácito que me hizo fundar EL ESPAÑOL hace un lustro: “Es poco atractivo lo seguro, en el riesgo está la esperanza”.

En segundo lugar, porque suponía un gran salto hacia adelante para hacer realidad lo que dije en este mismo foro hace tres años y tres meses. Acabábamos de cumplir un año pero yo pronostiqué que EL ESPAÑOL iba a ser la más importante de mis tres criaturas periodísticas.

Es lógico que muchos escucharan aquello con escepticismo. Teníamos 10 millones de lectores en todo el mundo, según Google Analytics y apenas 6 certificados por Comscore en España.

Hoy esos 10 millones se han convertido en 55 y esos seis en más de 18. Somos líderes nativos por séptimo mes consecutivo y el periódico que fundé hace 30 años sólo nos supera en un 10% de audiencia. Y este acto nos ha traído suerte porque ayer (el domingo) hemos batido nuestro récord con 4.192.085 usuarios en un solo día.

A todos nos gustaría acertar a la primera. Pero nadie tiene el control de su destino. Nunca pensé que me echarían de Diario 16, nunca pensé que me echarían de El Mundo, pero a la tercera va la vencida y ahora no podrán echarme de EL ESPAÑOL y menos con Invertia al lado.

The best is just to come. Siempre voy a mirar hacia adelante. La presencia hoy aquí de Cruz lo atestigua en el plano personal. Gracias, querida Cruz, por toda tu ayuda, por tu idealismo, por tu complicidad en este proyecto compartido.

Somos líderes nativos por séptimo mes consecutivo y el periódico que fundé hace 30 años sólo nos supera en un 10% de audiencia.

En el plano periodístico, este lanzamiento de Invertia es nuestra gran pértiga para seguir conquistando el futuro. Con el liderazgo de Arturo Criado y con María Vega y Fernando Cano a su lado, estamos formando una redacción extraordinaria. Verán los resultados. Invertia será un diario económico sereno y ponderado pero también brillante e incisivo. Un diario económico en abierto, pero también con un modelo de suscripción.

Hoy presentamos Invertia pero la próxima semana lanzaremos otro proyecto singular. Nuestro director de información, Miguel Angel Mellado, está ya ultimando, con su característica vis innovadora, la que será una nueva revista diaria sobre los logros de las mujeres en su avance por la senda de la igualdad.

Hoy puedo desvelar que se llamará MagasIN, Magas IN. Ninguna mujer importante dejará de estar en MagasIN y MagasIN os irá descubriendo a muchas mujeres importantes que aun no conocéis.

Estos nuevos proyectos me ayudan a reiterar mi pronóstico, a sabiendas de que el listón está muy alto: EL ESPAÑOL con Invertia a su lado, con MagasIN dentro de su perímetro, será más importante para la sociedad española de lo que lo fueron Diario 16 o El Mundo en sus respectivas etapas de esplendor.

Y ahora conste en acta que la tercera razón por la que este relanzamiento de Invertia me produce una enorme satisfacción es porque quiero convertirlo en una gran oportunidad de hacer justicia a las empresas españolas.

Quiero convertir Invertia en una gran oportunidad de hacer justicia a las empresas españolas.

Las empresas no son sólo los empresarios. Yo nada podría hacer sin mi ya centenar largo de compañeros de la redacción y los demás departamentos de EL ESPAÑOL e Invertia.

Pero aunque las empresas no son sólo los empresarios, sin empresarios no habría empresas. Creo que ha llegado la hora de hacerles, de haceros justicia. Con todo motivo se ha ensalzado una y otra vez a los políticos de la transición y a menudo nos sentimos orgullosos de los logros de nuestros deportistas, músicos o cineastas. La gran asignatura pendiente, que Invertia tratará de contribuir a superar, es que España se sienta orgullosa de los logros de sus empresarios.

Ni soy un ingenuo ni mucho menos pretendo que los demás lo sean. Sobre todo ahora que hemos descubierto que los Reyes son los padres y la mano invisible de Adam Smith la maneja el algoritmo.

Parto de la base de que no hay libertad real sin igualdad real de oportunidades y de que al Estado le corresponde un papel de regulación y redistribución. Pero al final no hay ningún indicador tan certero de la vitalidad y prosperidad de una sociedad como la cantidad y calidad de empresarios que produce.

Mirémonos al espejo, o fijémonos al menos en cómo nos miran desde fuera, y reconozcamos que en nuestro ADN colectivo debe haber un gen empresarial. No hay ninguna otra actividad humana en la que tantos españoles hayan tenido tanto éxito, en tantos sectores, en tantos países.

Fijémonos en el imperio mundial que han construido Amancio Ortega y Pablo Isla, revolucionando el negocio de la distribución. Fijémonos en la fuerza de nuestros grandes bancos. En el liderazgo inspirador que ejerce Ana Botín, en la inteligencia con que Isidro Fainé ha transformado una caja de ahorros en un gran banco, potenciando su obra social, o, por cierto en las certeras ideas del artículo que hoy publica Goirigolzarri en Invertia.

Fijémonos en ese potente póker de empresas energéticas que constituyen Iberdrola, Endesa, Repsol y Naturgy apostando por las renovables, la descarbonización y el coche eléctrico. Lean, por cierto, la entrevista con Reynés que hoy publica Invertia.

Fijémonos en nuestras grandes empresas de infraestructuras con la ACS de Florentino Pérez, que obtiene concesiones en los cinco continentes y lidera la gestión compartida de Abertis; en la Ferrovial de Rafael del Pino, gestionando Heathrow y horadando sofisticados túneles bajo el Támesis o en la Sacyr de Manuel Manrique con su protagonismo en las obras del canal de Panamá y, a punto de volver por cierto al Ibex 35. Sin olvidarnos de Acciona, con su vitalidad mutante, a caballo entre la energía y las infraestructuras.

Fijémonos en lo que representa Telefónica a nivel mundial, con un hombre de la casa al frente, liderando la causa de un capitalismo sostenible, que incluye la protección de los datos de los usuarios. Vean por cierto en Invertia el video con el que Pallete saluda hoy este relevo. Yo sólo puedo darles las gracias, a él y a sus antecesores, por el rigor con que Telefónica ha preservado hasta hoy la identidad y el prestigio de Invertia.

Sólo puedo dar las gracias a Álvarez-Pallete y a sus antecesores por el rigor con el que Telefónica ha preservado la identidad y el prestigio de Invertia. 

Fijémonos en la fortaleza de nuestro sector asegurador: en la proyección mundial de Mapfre gracias a la tarea de Antonio Huertas, aquel joven que contestó a un anuncio por palabras para vender seguros a golpe de calcetín y en lo que representa la Mutua Madrileña de Ignacio Garralda, tan pegada al tejido social y a las causas más nobles.

Fijémonos en la potencialidad del proyecto de fusión entre Iberia y Air Europa, con un madrileño de Getafe como Luis Gallego convertido en máximo ejecutivo del gigante de la aviación IAG.

Fijémonos en el prestigio de nuestro emblemático El Corte Inglés ahora que Marta Alvárez ha recogido la antorcha que dejó encendida aquel hombre admirable que fue su padre Isidoro Alvárez. O en los elementos de innovación y eficiencia introducidos por Juan Roig a través de Mercadona.

Fijémonos en la aportación de los hospitales privados, las farmacéuticas o las tecnológicas a la calidad mundialmente reconocida de nuestro sistema de Salud. Aquí está Juan Abarca presidente del IDIS que agrupa a todos los estamentos del sector. Pero también veo a Farmaindustria, Cofares, Sanitas, Medtronic... Seguid cuidándonos a todos.

Miro alrededor y no quisiera dejar de mencionar algunas hazañas más. Fijémonos, casi al albur, en cómo Antonio Catalán y sus colegas han hecho de España una potencia hotelera.

En cómo mi amigo y paisano Félix Revuelta ha construido un imperio mundial de la alimentación saludable llamado Naturhouse. En cómo Indra es líder en tantos sectores diferentes de alto valor añadido tecnológico, desde la aeronáutica a la demoscopia.

En cómo Konecta está cambiando el concepto de call center por el de servicios integrales y está creando intensivamente empleo en algunos de los lugares que más lo necesitan.

En cómo Idealista ha revitalizado en España e Italia el sector inmobiliario con su página de anuncios y su seguimiento de la evolución de la vivienda (No entiendo, por cierto, el expediente de la CNMC si su negocio consiste en vender anuncios y son los vendedores los que individualmente ponen los precios). En cómo Cabify ha plantado cara con éxito y tecnología española a nada menos que Uber en el sector de las VTC. 

En cómo va a ponerse en marcha el impresionante proyecto urbanístico de Madrid Nuevo Norte en el que junto a BBVA y San José se ha implicado Merlin Properties.

O en cómo una empresa pública como Renfe acaba de ganar el concurso del AVE entre Houston y Dallas. O en cómo Correos se está reinventando con Juanma Serrano al frente, ofreciendo nuevos servicios que además pueden ayudar a vertebrar España.

Podría seguir toda la mañana, incluso si me limitara a mencionar a las empresas hoy aquí representadas, y no digamos si pudiera referirme a tantas Pymes admirables. Detrás de todas ellas estáis sus ejecutivos, creando valor, riqueza y empleo. Esto es la marca España. Algo así como ganar, llegar a la final o al menos subir al podio, al mismo tiempo en la Champions, la Eurocopa, el mundial de clubes, la Euroliga de baloncesto, Wimbledon, Roland Garros y el Tour de Francia.

Detrás de todas las grandes empresas y de las pymes estáis sus ejecutivos, creando valor, riqueza y empleo. Esto es la marca España. 

España tiene un activo enorme en su tejido empresarial y a los medios nos corresponde resaltarlo –además de denunciar abusos y errores- y a los gobiernos encauzarlo al servicio del interés general.

Después de casi un lustro de interinidad, acabamos de empezar una legislatura que yo veo, paradójicamente muy problemática pero bastante estable. Tenemos el primer gobierno de coalición de nuestra historia democrática. Este gobierno, tan brillantemente representado hoy aquí, está integrado por dos partidos con muy diferente morfología y trayectoria.

Por un lado, un partido de gobierno como el PSOE que encara su tercera experiencia de poder, después de haberlo ejercido durante veintidós de estos últimos cuarenta años. Por el otro, un partido que nació como antisistema y en un tiempo récord se ha encaramado, por usar su propia terminología, hasta los cielos mismos de ese sistema.

Digamos diplomáticamente que ese otro partido no se ha distinguido precisamente por el entusiasmo hacia las ideas, las actividades y las personas que hoy he ensalzado. Espero que la experiencia y el sentido de la realidad se contagien por ósmosis dentro del gabinete. Porque al final cualquiera que comparta el honor de ejercer el poder como fruto del mandato popular está obligado a supeditar sus fantasías y utopías, sus filias y sus fobias, al interés general.

No tengo duda de que los dos baremos por los que al final de la legislatura mediremos a este gobierno serán el de la cohesión nacional y el del índice de paro. Respecto a lo primero ya sabéis que comparto las inquietudes tan certeramente expresadas por el presidente de Castilla la Mancha que hoy nos acompaña.

Respecto a lo segundo deseo que el tiempo no dé la razón a lo que dijo Pablo Casado en la última sesión de control al Gobierno. Porque es verdad que en la lucha contra el paro no podemos conformarnos con empatar el partido. Porque cuando se sale a empatar, casi siempre se pierde.

Cualquiera que comparta el honor de ejercer el poder como fruto del mandato popular está obligado a supeditar sus fantasías y utopías, sus filias y sus fobias, al interés general.

El desempleo es nuestra gran lacra porque es al mismo tiempo una fuente de desdichas personales y el origen de la mayor parte de los desequilibrios de nuestra economía.

No me corresponde a mí, sería un osado si lo pretendiera, entrar en la letra pequeña sobre la cantidad y la calidad en el empleo. Lo que digo es que el paro es un problema nacional y que hay que afrontar su reducción como un proyecto nacional.

Y también digo que la unión hace la fuerza y que los empresarios deberíais ayudar todo lo posible al Gobierno en este empeño y el Gobierno hacer todo lo posible por dejarse ayudar por vosotros.

Lo único que se me ocurre, para finalizar, proponeros es el marco de esa colaboración. Las cuatro columnas del templo de la concordia, En cada una de ellas grabaremos una cita muy conocida de otros tantos políticos contemporáneos, como Montaigne hacía en las vigas de madera del techo de la biblioteca circular de su torreón. Vayamos de derecha a izquierda.

En primer lugar grabemos, el “por mí no quedará” de Antonio Maura.

En segundo lugar grabemos el “nosotros somos nuestra patria” de Azaña.

En tercer lugar grabemos el “visto con serenidad, nuestras coincidencias eran fundamentales y nuestras divergencias secundarias” de Indalecio Prieto.



Y en cuarto lugar grabemos mi cita favorita: “Bajar impuestos es de izquierdas”, del presidente Zapatero.

Si nos cobijamos bajo el tejado de esas cuatro columnas, estoy seguro de que Invertia prosperará, porque prosperarán los inversores, y de que EL ESPAÑOL prosperará porque prosperarán los españoles.

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Esta es la transcripción editada de la intervención de Pedro J. Ramírez en el foro Nueva Economía con motivo de la presentación de Invertia