En tiempos de bonanza económica, deberíamos prepararnos para afrontar los periodos de crisis. Sin duda, es un buen consejo para los Estados, que no deberían gastar más de lo que ingresan en el convencimiento (erróneo) de que el crecimiento durará siempre. Y también lo es para los ciudadanos, de cara a conducirse con prudencia y sin sobresaltos en la vida.

No en vano, con independencia de la actividad profesional que desarrollemos, y al margen de la preparación académica que poseamos, lo que es indudable es que todos desempeñaremos a lo largo de nuestra vida el rol de inversores o, simplemente, de pagadores. 

Hasta ahora, la formación financiera ha sido el gran ausente de los planes de estudio o se ha introducido de forma muy poco práctica. Como ocurre con otras facetas de la vida, donde prima la intuición o el aprendizaje a base de errores, en materia financiera casi todos hemos abierto los ojos cuando hemos sufrido desaguisados provocados por activos financieros que prometían pingües rentabilidades. O cuando nos hemos enfrentado a realizar esas grandes inversiones que se acometen en la vida, como la compra de la casa o del coche.

La cultura financiera en España se ha parecido a esas herramientas de gimnasia pasiva en las que no es preciso que el individuo ejercite por voluntad propia

Hasta cierto punto, la cultura financiera en España se ha parecido a esas herramientas de gimnasia pasiva que alguna vez hemos visto anunciados, y en las que no es preciso que el individuo ejercite por voluntad propia sus músculos, pues son las máquinas las que se encargan de ejecutar los movimientos.

Pues bien, esta suerte de formación pasiva en materia de finanzas recaía en las propias entidades financieras, que, en virtud de sus conocimientos y de sus propios intereses, terminaban tomando las decisiones por el cliente.

Hay que decir que las cosas han cambiado algo con la irrupción de las normas MiFID, que obligan a los bancos no solo a clasificar a los clientes en función de su perfil respecto del riesgo que deberían asumir, sino a exponerles con claridad la naturaleza de los productos de inversión que les proponen.

El problema, sin embargo, radica en que todo este protocolo se convierte en un consentimiento informado que, al igual que ocurre cuando vamos al médico, no garantiza que hayamos comprendido en todos sus detalles las características de una operación.

¿Nos hemos parado a pensar el coste real de financiar instantáneamente una compra en el punto de venta?

Tomar las riendas de nuestras propias finanzas con conocimiento de causa, sabiéndonos dueños de nuestras propias decisiones, y guiándonos siempre dentro del binomio rentabilidad/riesgo, puede constituir un escudo que nos proteja de los muchos avatares que irremediablemente iremos encontrando a lo largo de la vida.

Y conviene que esta armadura comencemos a forjarla desde bien jóvenes, en la medida en que la tecnología ha puesto en la palma de nuestras manos, a través de los teléfonos móviles, un amplio abanico de medios de inversión y pago, caracterizados por su sencillez e inmediatez, pero que, evidentemente, conllevan riesgos y gastos. ¿Quizás nos hemos parado a pensar el coste real que conlleva el simple gesto de financiar instantáneamente una compra en el punto de venta?

Este déficit de formación financiera resulta especialmente relevante en el caso de los profesionales que trabajan por cuenta propia. La incorrecta gestión de las finanzas puede suponer para un autónomo que su negocio pueda irse directamente a la quiebra.

Nociones relacionadas con la gestión de la liquidez, la determinación de los márgenes de beneficios para establecer correctamente los precios, el análisis de la estructura financiera y de la probabilidad de quiebra, entre otros aspectos, son ignoradas muchas veces por estos profesionales, con independencia de lo bien que puedan realizar sus respectivos trabajos. Y, sin embargo, para llevar adelante sus negocios con ciertas garantías de éxito, deberían formar parte también de su acervo mínimo de conocimientos.

La incorrecta gestión de las finanzas puede suponer para un autónomo que su negocio pueda irse directamente a la quiebra

Este vivir de espaldas a la realidad financiera puede que esté también en la base de esa actitud menos previsora de los españoles respecto de nuestros colegas comunitarios. Se estima que solo un 16% de los ciudadanos (7,6 millones) tienen invertidos parte de sus ahorros en planes de pensiones individuales. Y también resulta llamativo que solo un 9% tenga suscrito un seguro de vida o que apenas un 6% disponga de un seguro de protección de ingresos.

En consecuencia, creemos que vale la pena que todos entendamos que dotarnos de una buena cultura financiera constituye uno de los ámbitos en los que también se juega nuestra libertad como ciudadanos y nuestra capacidad para elegir y hacer en cada momento lo que más convenga a nuestros intereses. 

Con el propósito de acometer con seguridad decisiones tan importantes como las financieras, resulta altamente recomendable no solo promover esta formación a las jóvenes generaciones, sino contar con el recurso de un buen asesoramiento profesional e independiente.

Una buena cultura financiera constituye uno de los ámbitos en los que se juega nuestra capacidad para elegir en cada momento lo que más convenga a nuestros intereses

Afortunadamente, las nuevas herramientas digitales han puesto en nuestras manos, a coste cero o en condiciones muy ajustadas, un importante volumen de información y de recursos para automatizar muchas tareas y traer luz a este ámbito con el que todos convivimos cada día.

Gracias a la digitalización y las nuevas tecnologías, la industria financiera ha avanzado extraordinariamente en términos de sencillez, inmediatez y transparencia, pero no ha doblegado el riesgo.

***Juanjo Traver es director financiero y cofundador de Declarando.