Un ejemplo que ilustra poderosamente esta tendencia es el crecimiento de los bonos verdes. El mercado de bonos verdes nace en 2007 dónde la mayor parte de estos bonos fueron emitidos por el Banco Mundial y la Corporación Financiera Internacional, también conocida por sus siglas en ingles IFC.

El mercado de estos bonos ha crecido sistemáticamente desde entones. Con apenas 4.000 millones de USD emitidos en 2010 hasta cifras cercanas a los 70.000 millones en 2016 según datos de Bloomberg y el Banco Mundial. En esencia, un bono verde no tiene grandes diferencias con un bono estándar en lo que se refiere a sus condiciones y funcionamiento.

Lo que diferencia a un bono verde de un bono convencional es el compromiso por parte del emisor de canalizar los fondos recaudados sólo a proyectos que tengan un carácter verde y de sostenibilidad, es decir, que produzcan un efecto positivo en relación a la problemática del cambio climático. Los bonos son calificados como ¿verdes¿ por el emisor pero deben ser calificados también por un segundo revisor independiente, de acuerdo reglas y estándares introducidos a través de iniciativas como GBP (Green Bond Principles) o Climate Bonds Standard.

Es importante considerar que la emisión de bonos verdes es una fuente de financiación alternativa no solamente para empresas, sino también para otras organizaciones tanto privadas como públicas como pueden ser ciudades o regiones. Sin duda una alternativa razonable especialmente en contextos de financiación muy focalizados en la banca tradicional.

Similar trayectoria experimentan productos como los créditos verdes o Green Loans o Project Bonds asociados a infraestructuras ligadas a proyectos para la mitigación y adaptación al cambio climático.

 

Resultan igualmente significativos los fondos que comienzan a movilizarse desde la esfera pública a consecuencia de los compromisos de sostenibilidad asumidos por la comunidad internacional a raíz de los acuerdos de la COP21 de Paris. Destaca el Green Climate Fund de Naciones Unidas (dotado con 100.000 millones de USD) destinado principalmente a financiar proyectos en países en vías de desarrollo.

 Estas iniciativas están llamadas a canalizar inversiones tanto privadas como públicas a favor de proyectos de lucha contra el cambio climático. Los fondos públicos comienzan a tener una perspectiva más flexible, buscando participar en estructuras de financiación y co-financiación que faciliten la colaboración público-privada. En este sentido destaca también el rol de la banca multilateral, llamada a servir de palanca para la ejecución de proyectos de interés trasnacional.

Información facilitada por el Instituto de Estudios Bursátiles (IEB)