La fase de rápido repunte económico y en la que se registraron unos indicadores de actividad mejores de lo esperado en todas las grandes economías ha llegado a su fin. La recuperación de la Eurozona corre el riesgo de estancarse, aunque las medidas implantadas deberían contribuir a amortiguar el impacto económico y financiero de las restricciones sanitarias en torno a la Covid-19 y evitar otra recesión económica.

Al tratar de describir la recuperación en curso, hay que comenzar por hacer hincapié en su naturaleza dispar. El empleo, por ejemplo, se está comportando mucho mejor de lo previsto, sobre todo en EEUU. Por el contrario, todas las empresas y economías dependientes del turismo están sufriendo una fuerte caída, con escasas esperanzas de que la situación cambie en un futuro próximo.

La vivienda, por su parte, avanza a toda máquina, respaldada por los tipos de interés históricamente bajos de los préstamos hipotecarios. Esto significa que cabe prever que la actividad de la construcción prosiga y que, una vez construidas esas viviendas, el gasto en bienes de consumo doméstico duraderos aumente.

Por lo que respecta a la pandemia, que tanto daño está causando a los sectores hoteleros, turístico y de la restauración, es complicado realizar predicciones. La cifra diaria de nuevas infecciones va claramente en aumento en Europa una vez más. Y está afectando de manera particular a algunos países como España o Francia, aunque este incremento de los datos está relacionado, al menos en parte, con el mayor número de pruebas realizadas. Un aspecto tranquilizador es que la cantidad de pacientes que requieren hospitalización y los índices de mortalidad del virus se mantienen en niveles contenidos.

En términos globales, ¿qué nivel de crecimiento económico se puede pronosticar? La recuperación todavía tiene un largo camino por recorrer a juzgar por el nivel de confianza de los consumidores, todavía bajo –pero al alza–, y la tasa de ahorro. Sin embargo, dada la elevada incertidumbre reinante, para que este potencial de crecimiento se materialice será preciso contar con políticas de apoyo constantes. No necesariamente medidas adicionales, pero sí, al menos, a una ampliación de los programas en vigor.

La recuperación todavía tiene un largo camino por recorrer a juzgar por el nivel de confianza de los consumidores y la tasa de ahorro

Las últimas aportaciones de la Reserva Federal de EEUU (Fed) son, por un lado, la extensión de sus predicciones, según las cuales los tipos de interés permanecerán en niveles bajos hasta finales de 2023 (lo que favorecerá el crecimiento). Por otro, la expectativa de una recuperación plena y relativamente rápida (con una caída del desempleo por debajo del 4% de aquí a 2023 y un retorno de la inflación subyacente medida según el índice PCE al 2% ese mismo año), por lo que no sería necesario adoptar medidas adicionales al programa de compra de activos.

De hecho, la Fed se muestra en cierta medida optimista y podría verse obligada a intensificar las compras de activos si los rendimientos comenzaran a aumentar. Por otra parte, es probable que el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Inglaterra adopten nuevas medidas, ya sea en forma de alivio cuantitativo adicional, de una refinanciación más selectiva y con criterios más flexibles de las operaciones a más largo plazo (OFPML) o incluso, en el caso de Reino Unido, de la adopción de tipos de interés negativos.

En cuanto a la otra vertiente del estímulo macroeconómico (el apoyo presupuestario), los niveles todavía bajos de confianza de los consumidores en EEUU se pueden atribuir en parte a la finalización de la prestación suplementaria de desempleo de 600 dólares por semana asociada a la pandemia, así como a la incapacidad de republicanos y demócratas de alcanzar un acuerdo sobre su extensión (o sobre cualquier otra nueva medida de ayuda).

A pesar de que las órdenes ejecutivas del presidente Trump de distribuir 400 dólares por semana ofrecieron apoyo de forma transitoria, los fondos se acaban y millones de hogares afectados empiezan a inquietarse por su situación financiera. Esto amenaza las perspectivas de gasto de los consumidores y, en consecuencia, la expansión económica en su conjunto.

Si nos centramos en las carteras, está justificado tener una postura prudente

Reino Unido también está llegando al borde del precipicio este mes, cuando está previsto que concluya el programa de suspensión de empleo actualmente vigente. No obstante, se ha anunciado un nuevo programa –aunque mucho menos generoso– para el período de noviembre a marzo. Francia y Alemania también han ampliado sus programas de ayudas a los trabajadores, que cubren hasta el 87% de los salarios.

En términos generales es probable que la economía mundial siga su curso hasta estabilizarse en un ritmo de crecimiento más normal. Pese a ello, los riesgos son considerables en el escenario actual. Entre ellos cabe destacar el ya mencionado 'precipicio' presupuestario en EEUU, unos acontecimientos adversos en el plano político (en concreto, en las elecciones estadounidenses y en lo que se refiere al 'brexit') y un empeoramiento de la situación de la pandemia.

En lo que respecta a las elecciones estadounidenses, tanto la Casa Blanca como el Congreso se juegan mucho en el frente del comercio internacional, y en particular en la relación del país con China. Con respecto a la pandemia de la Covid-19, viviremos un tira y afloja entre la evolución de la cifra diaria de nuevas infecciones y la tasa de mortalidad del virus y las noticias positivas en la carrera mundial para encontrar una vacuna.

Si nos centramos en las carteras, la ralentización de la mejoría económica hace prever un descenso de los rendimientos. Está justificado mantener una postura prudente –alineando la pérdida de valor esperada de la cartera con el nivel de riesgo de referencia–, así como emprender una intervención progresiva, pues las noticias de las próximas semanas podrían anticipar una elevada volatilidad en los mercados financieros.

***Samy Chaar es economista jefe de Lombard Odier.