Subió un 65% en agosto. Se tomó un respiro del 11% en septiembre. Reemprendió la escalada en octubre, y a lo grande, con una ascensión del 52%. Y otro 52% en noviembre. Y en medio diciembre, el bitcóin, la gran criptodivisa, aceleró su marcha y ya doblaba su precio con respecto al cierre del mes anterior para rozar incluso los 20.000 dólares. El 17 de diciembre de 2017 se estiró hasta los 19.783 dólares, según los precios de la plataforma CoinDesk. No estaba nada mal para una criptodivisa que terminó 2016 en los 900 dólares y cuya primera transacción, allá por 2010, requirió juntar 10.000 bitcoines para comprar dos pizzas que costaban 25 dólares.

La fiebre era total. Hace un año parecía que todo empezaba y acababa en el bitcóin y en las criptodivisas, de las que era el principal estandarte. Todo se comparaba con él. En especial el oro, la gran moneda de los tiempos. A casi 20.000 dólares, un bitcóin equivalía a cerca de 16 onzas de oro.

Justo un año después, el bitcóin camina lejos, muy lejos de aquellos efervescentes precios. Se cambia a 3.300 dólares, un 83% por debajo de su récord y un 77% por debajo de los 14.355 dólares a los que despidió 2017. Aunque ese precio más que triplica los precios de finales de 2016, multiplica por siete los de 2015 y por 10 los de 2014, todo queda condicionado por los precios de hace un año.

¿Qué ha pasado? Primero, una pauta habitual en la historia financiera, en la que una fiebre como la de los últimos meses de 2017 precede un pinchazo no menos espectacular. Segundo, la persistencia de la incertidumbre y los vaivenes regulatorios en torno al bitcóin y las criptodivisas. Y tercero, las consecuencias del propio éxito del bitcóin. En diciembre de 2017, coincidiendo con su formidable ascensión y con la creciente atención que estaba acaparando, la Bolsa de Opciones de Chicago (CBOE, por sus siglas en inglés) y la Bolsa Mercantil de Chicago (CME) lanzaron los primeros contratos de futuros sobre la criptodivisa, un paso que avalaba su progresivo asentamiento en el universo financiero, pero que también facilitaba la posibilidad de tomar posiciones cortas en bitcóin. Es decir, supuso un paso más hacia su legitimación como un activo financiero más y abrió el camino para tomar distintas posiciones, largas -alcistas- o cortas -bajistas-, sobre la criptodivisa.

La aparición de estos derivados sobre el bitcóin incluso ha servido para alimentar las eternas polémicas entre los partidarios y los contrarios de la criptodivisa. En mayo, el mismísimo Bill Gates aseguró que el bitcóin y el resto de las 'criptos' son una de las cosas más loca y especulativas de la historia". Y no dudó en asegurar que estaría "corto en bitcóin si hubiera un camino fácil para hacerlo".

Sus palabras obtuvieron una rápida respuesta por parte de uno de los gemelos Winklevoss, firmes defensores del bitcóin. "Querido Bill Gates", le respondió Tyler Winklevoss en su cuenta de Twitter, "hay un camino fácil para ponerse corto en bitcóin. Puedes ponerte corto en el XBT, el contrato de futuros de CBOE, y poner tu dinero donde está tu boca".

 

Dear @BillGates there is an easy way to short bitcoin. You can short #XBT, the @CBOE Bitcoin (USD) Futures contract, and put your money where your mouth is! cc @CNBC @WarrenBuffett https://t.co/4JIhF5vWsZ

¿ Tyler Winklevoss (@tylerwinklevoss) 7 de mayo de 2018

 

A partir de ahí, todo son conjeturas en unos activos sin trayectoria suficiente como para contar con una valoración clara por parte de los expertos y cuya base tecnológica sí resulta prometedora, pero cuya aplicación real en la economía todavía resulta difusa. Los trabajos y las iniciativas que los bancos de inversión y los propios bancos centrales están realizando con la tecnología `blockchain¿ y con las criptodivisas evidencian que están viendo en ellas tanto una oportunidad como una amenaza, sin embargo todavía falta claridad sobre sus resultados y sus verdaderas aplicaciones.

Esta nebulosa es la que ha alimentado la brusca corrección de 2018, aunque no conviene olvidar que los precios actuales siguen siendo sustancialmente más altos que los de hace dos años. Eso sí, estas furiosas oscilaciones generan dudas sobre cómo considerar al bitcóin. Señalado como el nuevo gran activo refugio, la evolución de 2018 complica todavía esta etiqueta. Hace un año, cuando acariciaba los 20.000 dólares, su cotización equivalía a esas casi 16 onzas de oro. Un año después, esos 3.300 dólares equivalen a menos de tres onzas de oro. Por el camino, el metal precioso se ha mantenido estable, entre los 1.200 y los 1.250 dólares, un comportamiento que contrasta con el del nervioso bitcóin.

Lo más curiospo es que así, en medio de esta marejada, el bitcín ha cumplido 10 años. Y esta perspectiva temporal conviene tenerla presente. Porque hace 10 años ni siquiera se contaba con él y un buen puñado de bitcoines apenas dio para comprar dos pizzas, y ahora, aunque fracase en su intento de ser la moneda del futuro, el 'nuevo oro', ha abierto el camino hacia un mundo en el que otro dinero es posible. Como concluye el matemático, escritor y analista económico Nassim Nicholas Taleb en el prólogo del libro de Saifedean Ammous, 'El patrón bitcóin', ¿su mera existencia es una póliza de seguro que recordará a los gobiernos que el último objeto que el 'establishment' pudo controlar, es decir, la moneda, ya no es un monopolio suyo¿.