Con las pensiones públicas no todo es incierto. Hay una cosa segura: los gastos no dejan de crecer ni dejarán de hacerlo en los próximos años. Se puede debatir cómo se financiarán o qué reformas hacen falta para hacerlo, pero se decida lo que se decida en el Pacto de Toledo, todo lo que no sea asumir un coste creciente para el Sistema Público de Pensiones será hacerse trampas al solitario.

 

Los datos mensuales que ofrece la Seguridad Social no dejan de confirmarlo. Según publicó este lunes, la nómina de las pensiones contributivas ha engordado en noviembre hasta los 9.287 millones de euros. Es un volumen que no tiene precedentes, pero ya casi no sorprende, porque lleva meses siendo así. Y seguirá siendo así, porque esta inercia ha venido para quedarse.

 

Hace un año, en noviembre de 2017, esa nómina fue de 8.857 millones. Es decir, en 12 meses ha crecido en 430 millones de euros. En porcentaje, un 4,85%.

 

Pero la auténtica clave no reside únicamente ahí, en esa cantidad. En paralelo, el número de pensiones ha aumentado en 107.751 con respecto a noviembre del pasado ejercicio, para un total de 9,675 millones de pensiones. En porcentaje, un incremento del 1,1%.

 

Y ahí, en la combinación de ambas variables, se observa con suma claridad la creciente tensión que soporta el sistema: basta un crecimiento del 1% en el número de pensiones en vigor para que la `factura¿ ascienda cerca de un 5%. Pero es que la evolución del importe de la pensión no deja otra opción: hace un año, la pensión media se limitaba a 925,85 euros y la de jubilación, a 1.070 euros; ahora la primera alcanza los 959,9 euros y la segunda, los 1.106,2 euros.

 

Es más, en el supuesto hipotético de que las pensiones de hace un año se hubieran actualizado ahora por la inflación, que en este periodo se sitúa en el 2,3%, no llegarían a las cotas actuales, sino que los importes de hace un año, traídos al presente en función de los precios, se situarían en los 940 y los 1.095 euros, respectivamente. O lo que es lo mismo, la nómina de las pensiones crece porque hay más pensiones, pero sobre todo porque las que hay son más altas. En cualquier caso, volver a vincular las pensiones a la inflación solo contribuirá a elevar el desequilibrio de la Seguridad Social, cuyo déficit ha alcanzado los 18.000 millones en los dos últimos años. Con un añadido más: además de más pensiones y más altas, se pagan por más tiempo gracias al incremento de la esperanza de vida, algo que completa el exigente panorama que afronta el Sistema.

 

LAS CIFRAS QUE ESPERAN

 

Estas cifras evidencian, desde ya y sin esperar a que llegue la jubilación de la generación del `baby boom¿, las tensiones a las que se enfrenta el Sistema. Y que no remitirán en los próximos años porque cada vez atisba cotas más exigentes. En concreto, hay tres referencias que se superarán entre 2019 y 2021 y que merecerán una atención máxima para calibrar qué se va a hacer con las pensiones públicas.

 

La primera alude al número de pensiones de jubilación. En noviembre han alcanzado las 5,978 millones de pensiones, con lo que la barrera de los 6 millones está al caer. Podría ser derribada en enero o febrero de 2019.

 

La segunda afecta precisamente a la nómina de las pensiones. Saltar de los 8.000 a los 9.000 millones, algo que no ha ocurrido hasta junio de 2018, ha llevado cuatro años. El siguiente paso, el de franquear una nómina de 10.000 millones de euros al mes no se hará esperar tanto: podría ser una realidad en la segunda mitad de 2020.

 

Y la tercera se refiere a todas las pensiones. El Sistema carga ya con esas 9,675 millones de pensiones. Al ritmo al que está creciendo el número de pensiones, en 2021 se alcanzará la cifra redonda de los 10 millones de pensiones, aunque este hito podría alcanzarse incluso en 2020.