Fueron seis meses. Fundamentalmente, seis meses. ¡Pero vaya seis meses! Es el tiempo que le costó a Wall Street buscar un suelo a las contundentes caídas sufridas tras la quiebra de Lehman Brothers a mediados de septiembre de 2008.

En ese medio año, el Dow Jones se hundió un 42% y reculó hasta los 6.547 puntos. No estaba tan bajo desde 1997. En ese intervalo, y eclipsado precisamente por el desplome de las cotizaciones bursátiles y la grave crisis económica que ya se estaba padeciendo, se produjo otro hito que representaba una herencia directa de la pérdida de confianza que semejante desmoronamiento financiero estaba provocando. Aplicando las nuevas capacidades tecnológicas y como gesto de rebeldía contra un sistema fallido, nació una criptodivisa llamada bitcóin.

Diez años después del evento que partió la crisis en dos, en Wall Street permanece el recuerdo de aquella sacudida. Pero nada más, porque las cotizaciones estadounidenses, con sus gigantes tecnológicas como estandartes de la era post-Lehman, caminan por el ciclo alcista más largo de la historia. Y el bitcóin ha dejado atrás su clandestinidad y es el rey de las criptodivisas con una cotización que supera los 7.000 dólares y un valor de mercado total de 125.000 millones de dólares.

Estas dos realidades, la del `superciclo¿ alcista de Wall Street comandado por Apple, Amazon o Google (Alphabet) y la de la irrupción de las criptodivisas, condensan el mundo posterior a Lehman en los mercados. Porque, como la crisis, ambos tienen ingredientes históricos.

UNA PODEROSA `MANO VISIBLE¿

En el caso de la bolsa estadounidense, su reacción posterior a esos mínimos resultó extraordinaria. Un dato: tras el crac bursátil de 1929, al Dow le costó un cuarto de siglo batir su anterior récord. Esta vez, en marzo de 2013 el Dow Jones ya había superado la plusmarca que había marcado en 2007. Hace cinco años, el índice bursátil más famoso del mundo batía sus propios máximos por encima de los 14.000 puntos. Ahora, y como evidencia de lo mucho que ha corrido en los últimos años, ronda los 26.000 puntos. Es decir, desde marzo de 2009 ha rebotado un 300%.

Esta subida se caracteriza por el protagonismo, no absoluto pero casi, de un sector concreto: el tecnológico. Apple, que en el momento de la quiebra de Lehman apenas superaba los 100.000 millones de dólares de capitalización, supera ahora el billón. También en esta impresionante cota del billón se encuentra Amazon, cuando hace diez años su valor bursátil era de 35.000 millones. En el caso de Google (Alphabet) ha multiplicado su capitalización de 140.000 a 900.000 millones en esta década. Son ellas, junto a Microsoft, las que lideran la clasificación de compañías estadounidenses con mayor valor bursátil. Atrás, cada vez más, queda el dominio de petroleras, industriales o energéticas.

En esta espectacular trayectoria ascendente ha tenido mucho que ver la recuperación económica, puesto que EEUU no ha dejado de crecer desde julio de 2009 y transita por el segundo ciclo expansivo más largo de su historia, pero sobre todo lo que ha tenido que ver ha sido la extraordinariamente expansiva política monetaria de la Reserva Federal (Fed), el banco central norteamericano, que ha sido una auténtica `mano visible¿ que ha mecido a los mercados.

Antes de la crisis, su balance no llegaba al billón de dólares. Los sucesivos programas de expansión cuantitativa que la Fed lanzó en 2008 (QE1), en 2010 (QE2) y en 2012 (QE3) engordaron ese balance hasta los 4,5 billones de dólares. Esa masiva inyección de dinero abonó el rebote de Wall Street y propició un ciclo alcista que aún hoy continúa.

La institución, que en 2008 estaba presidida por un estudioso de la Gran Depresión llamado Ben Bernanke, recurrió a esas herramientas menos convencionales porque las convencionales las agotó de inmediato. Para diciembre de 2008, los tipos de interés, que hasta el verano de 2007 habían estado en el 5,25%, ya habían bajado al mínimo histórico del 0-0,25%. Y no se moverían de ahí hasta siete años después, porque el repunte de los tipos se hizo esperar hasta diciembre de 2015. Para entonces, Bernanke ya se había ido su cargo estaba en manos de Janet Yellen, la primera mujer en presidir la Fed en su centenaria historia. Ahora, ya con Jerome Powell al frente tras sustituir a Yellen en febrero de este año, los intereses se encuentran en el 1,75-2%, con lo que han vuelto a los niveles en los que estaban en la primavera de 2008.

Aún no le ha dado tiempo a tanto a la rentabilidad de los bonos estadounidenses a 10 años. Ahora no llega al 3%, aunque durante este año ha vuelto a tocar este nivel, cuando en el momento en el que Lehman quebró alcanzaba el 3,7%.

EUROPA¿ NO TAN RÁPIDO

A otros parqués les ha resultado imposible seguir el ritmo de Wall Street. En Europa, la reacción menos ágil a los problemas bancarios, la crisis de la deuda soberana y llegada más tardía de los grandes estímulos monetarios por parte del Banco Central Europeo (BCE) restaron empuje al rebote de las bolsas, que sí comenzaron a subir también en marzo de 2009, pero que luego describieron una trayectoria más errática.

Entre los más aventajados, el Dax alemán, con una subida del 220% desde los mínimos a los que cayó en marzo de 2009 y al que le ha dado tiempo a marcar nuevos máximos históricos por encima de los 13.000 puntos ¿ahora se mueve en torno a los 12.000-. En otros casos, no han corrido tanto. El EuroStoxx 50 acumula una subida del 80% desde sus mínimos, también de marzo de 2009, y no ha podido batir todavía los máximos marcados en los tiempos de la burbuja `puntocom¿.

Y el caso del Ibex 35 es aún más distinto, porque no marcó los mínimos tras Lehman, sino en julio de 2012, con España en el epicentro de la crisis del euro. Entonces descendió hasta los 6.000 puntos, un nivel desde el que ha rebotado un 52%, aunque sigue muy lejos de los casi 16.000 puntos a los que escaló en noviembre de 2007. Con un matiz, eso sí. El Ibex Total Return, que incluye los dividendos, de los que el índice español hace gala por su habitual generosidad, sí ha batido los récords previos a la crisis, puesto que en 2017 tocó los 29.000 puntos, por encima de los 25.000 a los que llegó una década antes.

MUY LEJOS DE AQUEL HISTÓRICO VERANO

En las divisas, el dólar sigue siendo la moneda hegemónica, con el yuan chino todavía demasiado encorsetado como para aspirar a conquistas mayores, aunque ya figura entre las diez monedas más negociadas del mundo. En septiembre de 2008, el euro, que venía de marcar un cambio histórico de 1,604 dólares en julio, ya estaba reculando. Se cruzaba a 1,42 dólares. Es decir, más de un 20% encima de su cambio actual, puesto que compra 1,155 dólares. La última vez que la divisa europea acechó los 1,40 dólares fue en mayo de 2014.

En el caso del petróleo, también sigue alejado de los registros de aquel frenético verano. El barril Brent, de referencia en Europa, se disparó en julio de 2008 hasta los 147 dólares, en vísperas de la quiebra de Lehman aún acechaba los 100 dólares, en diciembre llegó a cotizar por debajo de los 40 dólares y ahora ronda los 76 dólares por barril.

Y el oro, que hace una década se movía en torno a los 750 dólares por onza, cotiza ahora claramente más arriba, en los 1.200 dólares, aunque parece poco consuelo para un activo que en 2011 llegó a superar los 1.900 dólares. Pero es que los mercados han cambiado lo suyo en los últimos años. Y hasta su condición de activo refugio se ve amenazada por una nueva estirpe, la de las criptomonedas, de las que Lehman ni siquiera escuchó hablar.

- Fuld, Paulson, Bernanke, Geithner y los seis meses de orgullosa agonía de Lehman