A finales de 2015, en su último Boletín Económico del año, el Banco de España (BdE) advirtió de que el progresivo trasvase de dinero desde los depósitos o la renta fija hacia la renta variable, fruto de un contexto de tipos de interés en mínimos históricos, traía aparejado el riesgo de ¿elevar la sensibilidad de la riqueza financiera de los tenedores de estos instrumentos (hogares, fundamentalmente, en el caso de España) a cambios en el contexto económico y financiero¿. Casi tres años después, y con el Ibex 35 en sus niveles más bajos desde finales de 2016, ese peligro se está manifestando.

Según los últimos datos ofrecidos por el BdE, al cierre del primer trimestre de este año los hogares españoles sumaban 823.686 millones de euros invertidos en acciones y fondos de inversión, prácticamente lo mismo que tenían en efectivo y depósitos -835.000 millones-. Sobre los 2,08 billones de euros a los que ascendía en ese momento su riqueza financiera bruta ¿esto es, sin descontar la deuda-, esa cantidad suponía el 39,5%. A esa cantidad se añadían otros 168.000 millones en derechos por pensiones.

Es decir, en estos momentos las familias tienen expuestas 1 billón de euros de su riqueza financiera a unos mercados que están mostrando su peor cara. En el caso del Ibex, castigado por las crisis de los mercados emergentes y por la debilidad de sus pesos pesados, acumula una caída del 7% en lo que va de año y deambula por los 9.300 puntos. Si no corrige su errática trayectoria en la parte final del año, 2018 podría convertirse en el peor ejercicio desde el 13% que el índice se dejó en 2011.

Lejos de ser algo ajeno, los datos del BdE evidencian que los hogares son sensibles a lo que ocurre en el parqué. Es más, lo que está ocurriendo este año en las cotizaciones ya dejó una huella visible. Sólo en el primer trimestre del año, en el que el Ibex corrigió un 4,4%, la riqueza financiera vinculada a las acciones, los fondos y las pensiones ya menguó en 24.000 millones de euros, un descenso que el propio BdE achacó al¿efecto negativo de la disminución de los precios de los activos, fundamentalmente en los de renta variable¿. Desde entonces, el índice se ha dejado otro 3% por el camino, con el que el rastro en la cartera de las familias será apreciable si no llega la remontada.

SE ACABAN LAS ALTERNATIVAS

Lo cierto es que esa proporción del 40% en bolsa y fondos, que constata el progresivo viraje hacia activos de más riesgo, lleva vigente desde comienzos del año pasado. Y es normal. Tal como destacaba ya el BdE en 2015, los bajos tipos de interés, entonces en el 0,05% y desde marzo de 2016 directamente en el 0%, estaban poniendo en marcha un engranaje que conducía el dinero de las familias desde los destinos más acordes con el perfil conservador del ahorrador español, como son los depósitos o las letras, hacia otros en los que pasaban a ser ya inversores, con la renta variable o los fondos de inversión a la cabeza.

Esta es una de las consecuencias de la represión financiera, esa suerte de incentivo que las autoridades, este caso el Banco Central Europeo (BCE), lanzan para estimular que el dinero se mueva y no se estanque. Con unos tipos tan bajos y con los depósitos rentando poco más del 0% y no dando para cubrir el encarecimiento del coste de la vida -la inflación-, hay que poner el dinero a trabajar, y eso pasa por canalizarlo hacia conductos potencialmente más rentables como el de la bolsa o el de productos, como los fondos, que mezclen activos más y menos conservadores.

En los momentos más duros de la crisis para España, a mediados de 2012, con el Ibex en los 6.000 puntos, el peso de las acciones y los fondos en la riqueza financiera de las familias descendió hasta el 27,7%. Y en 2007, en la recta final de los años de la burbuja y cuando el índice español llegó a rozar los 16.000 puntos, esa proporción llegó a superar el 45%.

El problema es que no está siendo el año de la bolsa. Ni de los fondos. De las 15 categorías de fondos de las que ofrece datos para 2018 la patronal Inverco, sólo dos, las de renta variable nacional euro y renta variable internacional EEUU, cosechaban hasta julio rendimientos superiores al 2,2% en el que se encuentra la inflación en España. Teniendo en cuenta que agosto ha dejado en el Ibex unos `números rojos¿ del 4,8%, el dato de la primera de esas categorías habrá mermado. De las 13 categorías restantes, 10 se encuentran en negativo. Cuatro de ellas corresponden a productos que, a priori, son conservadores, circunstancia que pone de relieve lo difícil que está este año `cazar¿ rentabilidades. En la bolsa y fuera de ella.

Con excepciones, como el alquiler, que según datos del BdE empezó el año proporcionando rentabilidades del 10%. De seguir así, y si la bolsa no reacciona y con los tipos al 0% ¿hasta al menos durante el verano de 2019¿, como ya ha anticipado el BCE, se reunirán todos los ingredientes para reeditar un `boom¿ inmobiliario, bien sea de compra o de alquiler (o de los dos), por el efecto llamada que esas rentabilidades ejercerán.

MENOR `EFECTO RIQUEZA¿

Y, de nuevo, nada de esto es ajeno a la economía. La subida de las acciones genera un `efecto riqueza¿ que alimenta la confianza de los hogares y las empresas y supone un aliciente para el consumo y la inversión. Y al contrario cuando las cotizaciones caen.

Por tanto, si no media un rebote bursátil, el impacto del descenso de las cotizaciones tanto en su sensación de riqueza como en su riqueza financiera real podría afectar a la confianza, las expectativas y el consumo de las familias y ejercer de freno sobre el crecimiento. Ya lo advirtió el BdE. Las familias son más sensibles a los mercados. Para lo bueno. Y para lo malo.

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