El temido índice VIX subió la semana pasada un 7,3%. Aunque está muy lejos de alcanzar sus máximos anuales, su escalada deja en nada el 2% que se apuntó el Nasdaq Composite en las últimas cinco sesiones de agosto. El tecnológico sí que tocó nuevos máximos históricos, pero que su ascenso fuera superado por el del indicador de volatilidad pone sobre aviso a muchos gestores.

Lo habitual es que el índice VIX, reconocido por medir el miedo de los inversores de Wall Street por cuantificar la volatilidad de sus operaciones, se mueva al contrario que los índices de referencia de la Bolsa de Nueva York. El Dow Jones subió un 0,7% la semana pasada, pero no fue capaz de aguantar los 26.000 puntos. Sin embargo, el agregado S&P 500 revalidó su tendencia alcista más larga de la historia con un ascenso acumulado del 0,9% al cierre semanal.

Las gráficas muestran que la última vez que los grandes índices de Wall Street subieron de la mano con el VIX, el desenlace no se hizo esperar. Esto ocurrió a mediados del pasado mes de enero, cuando el medidor del miedo subió durante dos semanas más de un 10% y el selectivo tecnológico hizo lo propio con ganancias de más del 1%. Unos días después comenzó la drástica corrección global de la que la mayoría de bolsas europeas no ha conseguido recuperarse.

Igual que entonces, el S&P 500 y el VIX acumularon diez días consecutivos de subidas, aunque de distinta magnitud. Queda por ver si, como entonces, llega una drástica corrección después de sesiones de transición en la que los grandes índices neoyorquinos no se han apuntado ningún movimiento considerable de un día para otro.

A este escenario se le suma el añadido del festivo del Día del Trabajo disfrutado este lunes, que ha dejado a la Bolsa de Nueva York con un día más de noticias que digerir a la vuelta del fin de semana. Y, entre ellas, la desaceleración de la industria manufacturera en Europa y otras economías desarrolladas, tal y como han reflejado losíndices PMI publicados al arranque de la semana.

Este es el argumento que, por ahora, viene salvando a Wall Street de la estampida inversora -todavía tímida- que sí se ha tenido lugar en algunas plazas europeas en las últimas semanas: la fortaleza de sus datos macroeconómicos. Turquía, Argentina, los indicios hacia un Brexit duro en Reino Unido y la incertidumbre en torno al gobierno de coalición de Italia van engordando una volatilidad que por ahora se ha quedado solo en eso, en engordar el VIX sin que Wall Street corrija en paralelo.

Muy diferente es el panorama que presentan los índices europeos, donde sí que estos focos de tensión se han traducido en fuertes retrocesos en las últimas semanas. Mientras que el Nasdaq cerró agosto con un avance del 5,7%, el S&P 500 subió un 3% y el Dow Jones se hizo con ganancias del 2,2%, el Ibex 35 cedió un 4,8% y el paneuropeo EuroStoxx 50 se dejó un 3,8%.

Al otro lado del Atlántico se trata, de momento, de un aviso a navegantes. Los analistas advierten de que cualquier chispa que pudiera encerderse en los próximos días podría convertir en un polvorín los todavía imperturbables máximos de la Bolsa de Nueva York. En caso contrario, si se calma el órdago de la guerra comercial y los emergentes logran apaciguar sus divisas, el pronóstico es de fuegos articiales que disparen los índices a nuevos récords.