Tampoco ha supuesto una sorpresa. Tras las sacudidas del presidente de EEUU, Donald Trump, que en la segunda quincena de julio se quejó de la fortaleza del dólar y acusó a China y la Eurozona de ¿manipular sus divisas¿ para mantenerlas débiles, el terreno estaba `calentito¿. Y la debilidad del yuan chino, que a finales de julio encadenaba siete semanas de caídas consecutivas contra el `billete verde¿, presagiaba que las divisas tendrían mucho que decir e influir en el habitualmente travieso agosto.

Los acontecimientos han validado esos presagios. Las divisas han alterado el pulso de los inversores en agosto, aunque el protagonismo viró del yuan chino para fijarse en otra divisa emergente, la lira turca. La decisión de su banco central de no subir los tipos de interés en julio pese a las presiones inflacionistas y la debilidad de su moneda fue interpretada como una demostración de que la entidad estaba cediendo su independencia para entregarla al primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan. Sobre este caldo de cultivo, la escalada de las tensiones comerciales con EEUU tensionó la situación hasta el extremo. En la sesión del 10 de agosto, la lira se hundió un 14% contra el dólar, hasta las 6,42 liras.

Pero aún quedaba un susto adicional. Y ha sido de los gordos. Lo ha sufrido el peso argentino, hundido sin remedio porque el mercado ya no confía en el Gobierno de Mauricio Macri. Esta semana se ha dejado un 18% contra el dólar y un 17,5% contra el euro.

Este último coletazo deja un escenario desolador. En agosto, el peso argentino se ha depreciado un 27% contra el dólar; la lira turca, un 25%; y el real brasileño, también contra las cuerdas, un 9%. Pero es que contra el euro el saldo mensual también impone: el peso ha caído un 26% contra el euro; la lira, un 25%; y el real, un 8%. Y la onda expansiva ha ido más allá, porque el rublo ruso también ha perdido un 8% de su valor contra el dólar en agosto y el rand sudafricano, un 10%.

CUESTIÓN DE RESERVAS¿ Y DE TIPOS

Aunque los registros que deja agosto impresionan, lo relevante es que llueve sobre mojado. Es decir, prolongan una situación que ya se ha visto en los seis últimos meses, marcada por la escalada del dólar y el descenso de varias de las principales monedas emergentes. Como detonante, la subida de los tipos por parte de la Reserva Federal (Fed), el banco central de EEUU, que incrementa el atractivo de la inversión en dólares y actúa como imán para atraer capitales que salen de los emergentes y debilitan así sus monedas. Y como resultado, un `billete verde¿ que acumula apreciaciones anuales del 103% contra el peso argentino, del 74% contra la lira turca o del 25% contra el real brasileño.

Este engranaje sigue vivo porque, pese a que Trump las ha criticado, la Fed tiene previsto elevar más los intereses en la parte final del año. Tras aumentarlos ya en marzo y junio, el siguiente movimiento está previsto para este mismo mes y en diciembre aguarda un cuarto incremento del precio del dinero en EEUU.  Esta hoja de ruta, telegrafiada ya en junio, mete presión a los países emergentes, que ven cómo el dinero se va y cómo la caída de sus divisas acelera las presiones inflacionistas. Como constatan desde que Allianz Global Investors, ¿a causa de la revalorización del dólar, están empeorando las condiciones del mercado financiero y de crecimiento para los países emergentes¿.

La respuesta que figura en el manual para combatir esta situación es sencilla, aunque no agradable: subir los tipos de interés para retener los capitales y defender la divisa y soportar las salidas de dinero y las depreciaciones con las reservas disponibles. Los compromisos con la ortodoxia fiscal y económica también ayudan a mantener la confianza del mercado. Unas recetas más que conocidas, por tanto. Pero más fáciles de decir, que de hacer. Y sin éxito garantizado, además.