En el Informe Anual de 2017 que el Banco de Italia presentó este martes, mientras las ventas de bonos y acciones italianas arreciaban en los mercados financieros, el gobernador de la entidad, Ignazio Visco, no dudó en referirse al ¿anémico crecimiento de Italia en los veinte últimos años¿. No era una expresión gratuita ni una licencia literaria. Visco no podía ser más estricto y riguroso con ese calificativo: de media, el crecimiento italiano se ha limitado a un 0,2% anual desde 1999. Es decir, desde el nacimiento oficial del euro. En el mismo periodo, el crecimiento español ha sido del 2% anual. Hasta Grecia, con todo lo que ha padecido, arroja una media superior ¿por poco, eso sí-, del 0,35%.

No es extraño, por tanto, los recelos con los que los italianos miran a Europa. No ven qué les aporta. Por eso los últimos datos que el Eurobarómetro difundió la semana pasada muestran que sólo el 39% de los italianos cree que pertenecer a la UE es ¿algo bueno¿, en tanto que el 44% considera que estar dentro de la UE beneficia a Italia y el 41% opina que no le beneficia. Ningún otro país manifiesta una combinación menos europeísta. Otra consulta del Eurobarómetro, realizada en el otoño de 2017, recogía que el 59% de los italianos respaldaba al euro, frente a un 30% que se oponía, aunque todo indica que, tras los últimos acontecimientos, estos datos registrarían variaciones importantes en caso de pulsar esa opinión ahora.

Estas estadísticas encuentran explicación si se cruzan con las del crecimiento que ha registrado el país durante la 'Era del euro'. Entre 1999 y 2007, es decir, en los años del `boom¿ previo a la crisis, la economía italiana creció a un ritmo medio del 2%, con años, como 2002, 2003 o 2005, con tasas inferiores al 1%. En el mismo intervalo, el crecimiento medio español rondó el 4% y en su peor año, el de 2002, España se expandió un 2,9%. Es decir, Italia se perdió la `fiesta¿ previa a la crisis.

Pero, en contra de lo que se podría creer, no se perdió la `resaca¿. Italia sufrió la crisis con severidad. Su economía se contrajo un 1% en 2008, un 5,5% en 2009, un 2,8% en 2012 y un 1,7% en 2013. Por contraste, España aún fue capaz de crecer en 2008 y sufrió una recesión del 3,5% en 2009, del 1% en 2011 -Italia creció este año-, del 2,9% en 2012 y del 1,7% en 2013. O lo que es lo mismo, unos impactos muy similares pese a que la economía transalpina no había corrido tanto como la española en los años previos a 2008.

Y en la recuperación iniciada en 2014 el patrón se repite. El crecimiento medio de Italia se limita al 0,85% en los últimos cuatro años, con el 1,5% de 2017 como el mejor año, cuando el crecimiento medio de España alcanza el 2,8% y lleva tres años seguidos con tasas superiores al 3%. Con el agravante de la división Norte-Sur que muestra el país. ¿En comparación con 2007, el Producto Interior Bruto (PIB) es más bajo en casi diez puntos porcentuales en el Mezzogiorno y alrededor de cuatro puntos en el Centro y Norte¿, precisó Visco.

PESCAR EN EL DESENCANTO

Como resultado se obtiene justo lo que el gobernador del Banco de Italia expuso en su análisis de la economía italiana: su crecimiento acumula dos largas décadas de anemia. Y contrastando esa realidad, la de la tercera mayor economía de la Eurozona y la novena más grande del mundo, con la de la cuarta mayor economía de la Eurozona y la decimocuarta del mundo, como es España, es decir, una comparación pertinente por mucho que el Producto Interior Bruto (PIB) italiano sea de 1,71 billones y el español sea de 1,16 billones -en 1999, el italiano casi duplicaba al español-, los italianos perciben que Europa no representa precisamente `la tierra prometida¿.

Y este escenario de decepción y descontento, aunque sea sesgado porque no se puede saber si la alternativa -seguir con la lira y retener la soberanía monetaria- hubiera dado mejores resultados, es el que abona el terreno para que el antisistema Movimiento 5 Estrellas y el ultraderechista Liga impongan sus tesis. Especialmente duro en las críticas a Europa está siendo el líder de la Liga, Matteo Salvini. Tras la negativa del presidente italiano, Sergio Mattarella, de aceptar al ministro de Economía propuesto por la Liga, Paolo Savona, Salvini fue tajante: si los italianos tienen que votar otra vez, los comicios se plantearán como un referéndum sobre el futuro de Italia en Europa y en el euro. Un pulso contra los "eurócratas", culpables, a su juicio, de los males que aquejan a Italia.

En la medida en que este relato se extienda e impere en la opinión pública, el riesgo para Europa y el euro se disparará. Por eso Visco quiso aplicar un cortafuegos en ese discurso y argumentó que los problemas de crecimiento de Italia no vienen de fuera, sino de dentro. "Depende de nosotros", subrayó. ¿No estamos constreñidos por las reglas europeas, sino por la lógica económica¿, expuso. Es decir, por la baja productividad, las reformas incompletas o pospuestas, la ¿evasión fiscal, la corrupción y el crimen organizado¿, la burocracia, el desequilibrio de las cuentas públicas y, sobre todo, la alta deuda pública, ¿la principal fuente de vulnerabilidad de la economía¿, en opinión de Visco.

Y los datos lo confirman, puesto que la deuda pública italiana equivale al 132% del PIB, una pesada carga por mucho que dos terceras partes estén en manos de los italianos. Es decir, una proporción que limita el riesgo de una huida de los inversores que amenace con complicar la refinanciación de esa deuda, pero que no la elimina por completo. ¿Si la riqueza [de los italianos] estuviera en peligro, reaccionarían huyendo y buscando refugio en otro lugar¿, avisó Visco, antes de hacer extensible este riesgo a los inversores extranjeros. Y para dejar aún más clara su advertencia, llamó la atención acerca de lo cerca que Italia está de un accidente así: ¿Nunca debemos olvidar que estamos sólo a unos pasos de distancia del muy serio riesgo de perder el irreemplazable activo de la confianza¿.

MEJOR DENTRO QUE FUERA

Pero el reloj sigue corriendo. Y amenaza con hacerlo en contra de Europa y del euro. De ahí que el presidente italiano y las autoridades europeas no tengan tiempo que perder si quieren darle la vuelta al relato y exponer que se está mejor dentro que fuera de la UE y del `club del euro¿. Que con la lira italiana no todo eran alegrías, y también hubo crisis, puesto que en 1993 la economía se contrajo un 0,9% y el crecimiento en la década previa al euro no llegó al 1,5%; y paro, por encima del 10% entre 1994 y 2000; y deuda, mucha deuda, porque en los años 90 del pasado siglo ya superaba el 110% del PIB e incluso escaló hasta el 127% en 1994, con lo que su elevado volumen actual no es cosa del euro ni de Bruselas, sino que representa un vicio asentado en la economía italiana de las últimas décadas.

¿El escenario griego demostró que permanecer dentro de una región monetaria fuerte gobernada por Alemania supera en última instancia las supuestas ventajas de una salida desordenada y la instalación de una moneda local¿, recuerda Igor de Maack, gestor de DNCA (afiliada a Natixis IM).

Justo ese es el riesgo al que se exponen los italianos. El de una caótica y ruidosa salida del euro, que traería consigo una fuerte devaluación de su nueva divisa y la imposición de controles de capitales -'corralitos'- para evitar una masiva fuga de dinero, con todos los males que les seguirían. Una crisis en toda regla. El problema es que este riesgo pertenece al mundo de las hipótesis. En el mundo real, en el que viven ahora, lo que perciben los iitalianos es que Europa no les beneficia. Más bien al contrario. Por eso están 'comprando' el mensaje de Salvini de que los "eurócratas" les perjudican. Y así se alimenta esta crisis política con ramificaciones económicas y financieras. A golpe de 'euroescepticismo'. Con razón. O sin ella.

 

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