¿Realmente hemos aprendido algo de la reciente crisis de las cajas de ahorros? Como todos somos muy liberales, primero las intervenimos por la vía municipal y autonómica hasta quebrarlas (eso sí llenas de maquillaje), luego no nos atrevimos a meterlas realmente mano, las juntamos, engordamos, y finalmente soltamos 60.000 millones de euros públicos para que no se fueran al traste (43.000 millones nos prestó Europa).

El argumento del Gobierno sobre el rescate a las cajas con el fin de que los impositores no perdieran ni un euro me pareció entendible hasta por una mente sectaria de izquierdas siempre dispuesta a lanzar su eslogan de ¿ni un duro para los bancos¿.

Pero ¿cómo están ahora los poderes públicos comportándose con el Banco Popular? ¿Deben intervenir, deben hacer algo se sepa o no se sepa; o se trata de que día sí, día no, reciba una mano de golpes por todos los lados para que vaya perdiendo depósitos, clientes, confianza y al final sea un cadáver de costosísimo precio para todos?

Ya pasó con la ceguera de Rodríguez-Zapatero sobre la crisis y la situación de las cajas de ahorros, animadas como Bankia a someterse al escrutinio de la Bolsa en un salto al vacío que ha terminado en los tribunales.

Después de que el consejo de administración largase a Ángel Ron, los movimientos de Saracho son erráticos, destapando nuevos agujeros y levantando incertidumbres que no ayudan más que a los bajistas que engordan sus alforjas a golpe de mínimos históricos de un banco antaño ejemplar.

No sería mejor conocer exactamente la situación de la entidad y dar una salida digna a todos: depositarios, empleados, acreedores o accionistas (ahorradores que han perdido más del 90% de su inversión, salvo los bajistas). Y desconozco por dónde pasa esa salida, pero me parece mejor que dejar al banco precipitarse por el irrecuperable camino de la pérdida de confianza. De una forma u otra todos apechugaremos con el banco y, además, evitaríamos el espectáculo del contagio al resto de entidades financieras españolas y de la propia economía.

Si no se puede encontrar una solución en la fusión con otras entidades privadas o públicas, pues que se busque el camino menos dañino, pero que no alargue la actual situación. Como pasó en la crisis de la cajas, el resto de bancos españoles miró a otra parte (cierto es que tampoco estaban muy católicos), pero se produjeron ventas muy ventajosas como la que ha dado lugar a Abanca, nacidas de las cajas gallegas desparecidas. Privatizaciones bien baratas de De Guindos que no conseguía colocar ni una escoba.

Ya sé que vivimos en una economía de mercado, en teoría no intervencionista con el sector privado, pero con la reciente experiencia de lo que nos ha pasado con el sector financiero, nuestros próceres deberían huir de etiquetas y hacer lo mejor y más barato para el conjunto del país. En todas estas historias el paso del tiempo siempre es elmento en contra. Y además, otros lo han hecho muy bien... hasta han ganado unas libras y dólares.