El 20 de septiembre de 1932, un fotógrafo del que aún se desconoce su nombre, retrató a once obreros envueltos en neblina mientras almorzaban sentados sobre una viga de hierro suspendida a 260 metros de altura.

Esa fotografía, hoy icónica y reproducida hasta el infinito, se publicó por primera vez en el New York Herald Tribune unos días después para ilustrar cómo iba trepando hacia las alturas el Edificio RCA en el Rockefeller Center de Nueva York. Ha pasado casi un siglo desde entonces y, si alguien se molestase hoy en tomar una instantánea parecida, el resultado sería el mismo o prácticamente el mismo, porque entre los comensales tal vez una -y subrayo la locución adverbial tal vez- sería mujer.

Una de once. Un 9%. Esos son los números, publicados por la Agencia Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y Trabajo, que ilustran a bote pronto cómo ha evolucionado en casi un siglo la incorporación de la mujer a la construcción, el sector laboral menos permeable a la igualdad de género.

Sólo un 9% de la fuerza laboral del sector de la construcción son mujeres, según la Agencia Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y Trabajo 

En España, la EPA del último trimestre de 2019 señalaba que el sector empleaba a un total de 107.639 mujeres, un 8,4% del total. Un porcentaje que ha ido menguando décima a décima en el último año como consecuencia de la pandemia de la Covid-19, cuyos efectos sobre el mercado de trabajo los vienen padeciendo con mayor intensidad las mujeres, tal y como demuestran infinidad de estudios no necesariamente 'violetas'.

A ello habría que añadir que con la fotografía del Rockefeller Center estamos haciendo un juego tramposo, porque si hablamos de albañiles, canteros, electricistas o peones, por ejemplo, el porcentaje de mujeres se desploma hasta un insignificante 0,8%. Esto supondría, a ojo de buen cubero, que solamente un pie de uno de los once obreros suspendidos de los cielos de Nueva York sería femenino.

Y esto, lo diré de una vez, es un error. Lo es por obvias razones de (in)justicia social, sobre las que tal vez sea ocioso abundar, en un sector con unos techos de cemento y cristal que se retroalimentan y que, a la vista está, son mucho menos quebradizos que los de otros notablemente más feminizados.

Pero lo es, también, porque pone de relieve cómo un sector estratégico para la economía española, razonablemente saneado tras el estallido de la burbuja inmobiliaria -y que está llamado a convertirse en una palanca sobre la que hacer girar la recuperación-, está infrautilizando un activo potencialmente enriquecedor como es la mitad de su talento.

Un sector estratégico para la economía está infrautilizando un activo enriquecedor como es la mitad de su talento

Si algo bueno nos ha dejado esta pandemia, es la constatada y creciente preocupación por el medioambiente entre la población de todos los países ante los estudios, cada vez más sólidos, de que detrás de la crisis sanitaria se esconde una emergencia climática ,que es terreno abonado para nuevos saltos de coronavirus de animales a seres humanos, como es el caso del SARS-CoV-2.

Pero esa preocupación no es uniforme. Diferentes estudios (de Naciones Unidas, de la OCDE, del Instituto de Investigación de Políticas de las Mujeres, con sede en Washington, o de la Universidad de Yale, por citar una) vienen constatando que las mujeres, además de mostrarse más preocupadas por el cambio climático que los hombres, desarrollan hábitos y actitudes más activas que ellos para combatirlo.

No se trata de una cuestión menor, más bien al contrario, en un sector como la construcción; catalogado como uno de los más contaminantes de nuestra economía y de las demás, el cual, al menos en la Europa de la Agenda 2030, está llamado a apostar con descaro por la sostenibilidad y la economía circular.

La conclusión, con un número creciente de mujeres formadas, dinámicas, tecnológicamente competentes y cargadas de ideas tan efervescentes como innovadoras llamando al mercado laboral y al sector de la construcción, cae por su propio peso. Su implantación, ya se sabe, no tanto.

Las mujeres desarrollan hábitos y actitudes más activas que los hombres para combatir el cambio climático

Por eso son de aplaudir iniciativas que buscan apoyar a mujeres en la construcción de un mundo mejor y a afrontar los retos globales. Entre ellos, el medioambiental, a través de sus modelos de negocio o de sus productos y servicios, encaminados a generar un impacto social positivo, que contribuya a derribar techos, sean del material que sean. Cristal o cemento.

Cuando las puertas no se abren, hay que engrasar las bisagras y en el sector de la construcción estamos en ello. Estoy plenamente convencida de que una mirada femenina en un mundo tan necesitado de ella adolece de un potencial transformador vital para conseguir un mundo más sostenible, equilibrado y justo, e incluso para que la mitad de la peonada retratada en lo alto de un edificio en obras esté formada por mujeres, como debe ser.

*** Paula Sánchez es CEO y cofundadora de CoCircular.