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El almacenamiento energético se perfila como el salvavidas del sector fotovoltaico. Por eso, en los últimos meses Iberdrola y Solaria han impulsado nuevos proyectos de baterías para hibridar sus parques solares y sortear la crisis que atraviesa el sector debido a la sobreoferta de horas solares.

Solaria, una de las promotoras más expuestas al negocio solar, ha puesto en marcha la tramitación ambiental de al menos ocho nuevos proyectos de almacenamiento en Castilla y León y Castilla-La Mancha.

Sólo en la provincia de Guadalajara tramita tres módulos de baterías de 20 megavatios (MW) cada uno -Dione Solar, Titan Solar y Mimas Solar- que se conectarán parcialmente a las infraestructuras existentes.

En Burgos, la compañía planea hibridar con baterías los complejos Maira Alpha (60 MW), Beta (45 MW) y Delta (45 MW), y, en Valladolid, ha presentado un plan para complementar su proyecto fotovoltaico Pegaso Solar con una batería de 31 MW.

Mientras, en Palencia impulsa el sistema de almacenamiento Armus de 20 MW de baterías, vinculado a una planta híbrida de 35 MW eólicos y 49,88 MW solares.

En este sentido, Solaria ya anunció en abril la compra de 260 megavatios hora (MWh) para sistemas de almacenamiento en baterías por un importe aproximado de 20 millones de euros. Entonces, la compañía reveló que contaba ya con 2.800 MW en tramitación en España e Italia.

Iberdrola, por su parte, ha concentrado su última ofensiva de baterías en Cáceres, donde ya ha solicitado permisos para al menos cinco sistemas de almacenamiento. Entre ellos destacan Cedillo, San Antonio (30 MW), Majada Alta (30 MW), Oriol.

También proyecta la ambiciosa planta de hibridación Arenales, con capacidad de almacenamiento de 392,16 MWh y una potencia instalada en inversores de 95 MW, asociadas a una planta fotovoltaica existente.

Anteriormente, la compañía capitaneada por Ignacio Galán también había iniciado la tramitación de otros cuatro proyectos de menor tamaño en Gran Canaria, con 23 MW de potencia conjunta.

Y no son las únicas grandes compañías del sector energético que han iniciado sus apuestas por esta tecnología. Qair Energy proyecta en Valladolid un nuevo parque híbrido Tierra de Campos de 151 MW (85 MW eólicos, 54 MW fotovoltaicos y 11,8 MW de baterías).

En la misma provincia, Univergy también acaba de iniciar la tramitación del parque híbrido Robledo (con 40 MW de baterías), y en Palencia, otro gran proyecto: Valdespina y Callejas, con 72 MW de almacenamiento, además de 150 MW solares y casi 40 MW eólicos.

También destaca la empresa Sice, que proyecta varios proyectos de hibridación en Ciudad Real, donde prepara baterías para parques como Valdivieso, Valdecarro, Alcázar I y III, todos en torno a los 20 MW de almacenamiento.

En la lista de compañías que buscan los permisos ambientales para hibridar sus plantas solares también se encuentran Naturgy, Grenergy, Fotowatio Renewable Ventures (FRV), EDPR, Ignis, Finerge, X-Elio, Statkraft, Opdenergy o Elawan, entre otras.

Tormenta solar

La transición hacia un sistema eléctrico descarbonizado no avanza de forma homogénea entre generación y consumo. Mientras la capacidad instalada de energías renovables sigue aumentando rápidamente, la demanda eléctrica se mantiene estancada desde hace varios años.

En 2024, aproximadamente el 10% de las horas registraron precios en el mercado eléctrico iguales a cero o incluso negativos. Las proyecciones indican que durante los próximos dos o tres años esta tendencia persistirá, especialmente en períodos de baja demanda como la primavera o los fines de semana.

Estos episodios de precios bajos o negativos suelen coincidir con picos de producción solar, cuando una gran cantidad de energía fotovoltaica entra al sistema al mismo tiempo, provocando una saturación de la oferta.

Este fenómeno, conocido como “canibalización”, reduce drásticamente los precios justo en las horas en que las plantas solares generan la mayor parte de su electricidad, afectando gravemente a la rentabilidad por megavatio hora producido.

Gracias a las baterías, la electricidad que se produce en los momentos de máxima generación solar puede almacenarse y volcarse a la red cuando sea necesario.

Este desplazamiento en el tiempo no sólo permite aprovechar mejor cada kilovatio producido, sino que también suaviza el impacto de la sobreoferta, protege los ingresos de las plantas fotovoltaicas y minimiza las pérdidas por energía desaprovechada.