Las excepcionales circunstancias provocadas por la pandemia de la Covid-19 tuvieron un efecto directo sobre todos los indicadores de descarbonización durante el año 2020. Las emisiones de gases contaminantes cayeron un 17% –situándose por primera vez por debajo de los niveles de 1990–, según los datos del Barómetro de Transición Energética del centro de investigación Economics for Energy. 

Sin embargo, conviene consolidar este avance mediante medidas correctoras para evitar un repunte que ya está asomando debido a la recuperación de la actividad económica y la demanda energética.

Emisiones de CO2 equivalentes

La reducción de las emisiones hasta niveles un 10% inferiores a los de hace treinta años permite albergar cierto optimismo sobre el cumplimiento de los objetivos de reducción del 23% marcados en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima. En términos de emisiones por PIB, en 2020 se observa también una mejora en relación al año anterior, con una reducción del 5%.

Sin embargo, son necesarias actuaciones de refuerzo para evitar un rápido repunte, sobre todo porque las circunstancias que subyacen tras este acusado descenso son fruto de factores indeseables.

Según el informe, la reducción de la demanda energética ocasionada por la COVID-19 no es controlable, tampoco el aumento de la producción hidráulica en un 17% o la reducción del carbón, con un papel ya cada vez menor en el mix energético español.

Caída de la movilidad

La asequibilidad de la energía es el otro indicador que registra una variación más acusada, con un descenso de los precios del 13% respecto a 2019, revirtiendo la tendencia al alza de los últimos años hasta devolverlos a niveles de 2010.

Este fenómeno, asociado especialmente a la reducción de la movilidad durante el confinamiento y las posteriores etapas de restricciones, afectó especialmente a los precios del petróleo y, aunque en menor medida, del gas natural. En el caso de la electricidad, en España –igual que en el resto de Europa– bajaron para los hogares y se mantuvieron estables para la industria –frente al ligero aumento en la UE–.

Por lo que respecta al gasto energético sobre el Producto Interior Bruto (PIB), la caída fue aún mayor en 2020: un 16%. Además de la reducción de los precios, esto se vincula a una disminución muy importante de la demanda energética. Esta sufrió una caída del 15%, incluso superior a la del PIB­, del 10%, en ambos casos en estrecha relación con los efectos de la pandemia. 

Volatilidad de precios

El mayor descenso de la demanda se produjo sobre el petróleo y sus derivados (un 20% menos que en 2019), seguido del gas (10%) y la electricidad (5%).

En cualquier caso, y aun sin tener disponibles los datos para Europa en 2020, todo apunta a que España sigue por encima de la media comunitaria en gasto energético por unidad de PIB, un claro síntoma de la mayor intensidad energética de la economía española.

En términos positivos, esto se traduce en un importante potencial de ahorro de energía que, según los directores de Economics for Energy, Xavier Labandeira y Pedro Linares, debería ser un criterio de priorización de proyectos financiables mediante los fondos europeos Next Generation, con la vista puesta en la transición de la economía española a un modelo más innovador, competitivo y descarbonizado.

Récord de fotovoltaica

Hay que el futuro para evitar tanta dependencia del exterior y en este punto se encuentra la energía solar fotovoltaica, que aumentó en España en un 70% su contribución a la producción eléctrica.

En lo que se refiere a la seguridad energética, su indicador económico, la volatilidad de los precios, ha aumentado significativamente, también como efecto de la pandemia.

Del mismo modo, se registra una evolución negativa en la cantidad y el coste de los servicios de ajuste del sistema en el sector eléctrico, que vuelven a aumentar tras varios años de contención hasta situarse en los niveles de 2015 y 2016. Este empeoramiento podría responder a la reducción de la demanda de electricidad y el aumento de la contribución de las renovables.

En cuanto a la seguridad de las importaciones, en 2020 continuó la senda de mejora iniciada en 2019, cuando la tendencia alcista de los años anteriores se había retraído hasta el punto de situarse muy por debajo del nivel de 2010. Aún así, España continúa en este indicador por encima de los niveles del resto de la UE.

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