La guerra comercial EE. UU. -China, la evolución del conflicto con Irán y la retirada de EEUU del Acuerdo de París- continúan marcando de forma destacada la agenda geoestratégica de la energía. Es solo una de las conclusiones del informe "Energia y Geoestrategia" que, como cada año, presenta el Instituto Español de Estudios Estratégicos, el Comité Español del Consejo Mundial de la Energía, el Instituto Español de Estudios Estratégicos y el Club Español de la Energía

Los autores del estudio y su coordinador, el ex ministro de Industria Claudio Aranzadi, han analizado los asuntos abordados en esta edición 2020: la rivalidad estratégica entre China y EE. UU. en el área de la energía; la geopolítica en el Mediterráneo Oriental; la seguridad de los sistemas eléctricos europeos, y la sostenibilidad energética en el sector de la defensa y la seguridad, su contexto global, europeo y la OTAN. 

Otro de los asuntos que se destacó en la presentación del informe es la incertidumbre inmediata que se presenta en las próximas elecciones presidenciales del gigante norteamericano. "Podría tener consecuencias en la política energética de EE. UU.", explicó Isidoro Tapia, economista energético del departamento de Financiación de Proyectos del Banco Europeo de Inversiones. También preocupa el impacto que podría tener la crisis del Covid-19 en los mercados energéticos internacionales. 

El enigma de Trump: ¿una guerra comercial..

Relación EE. UU.-China

Los expertos ofrecen previsiones ambiguas en relación al futuro de la guerra comercial EE. UU./China. El cierre de la primera fase del acuerdo comercial entre ambos países tendrá probablemente un efecto positivo en el crecimiento mundial, dice Claudo Aranzadiexministro de Industria y Energía. 

"Esto se traduciría en una revisión al alza de las previsiones de demanda de petróleo de efectos inciertos sobre los mercados", asegura.

Sin embargo, también puede ocurrir que "Trump interprete el logro de este primer acuerdo como una demostración de lo correcto". Es decir, tener una estrategia de negociación energética contaminada de presión política y centrada en el bilateralismo. Si es así, podría pretender "aumentar la dosis en la segunda fase".

Si esta fuese la conjetura correcta, advierte de que "no solo consolidaría el deterioro del multilateralismo en la ordenación del comercio internacional, sino que podría suponer un paso más en el deterioro de una institución fundamental como la OMC".

Cambio climático

Por otro lado, con una perspectiva de medio y largo plazo, comienza a suscitar una atención creciente el riesgo asociado al cambio climático. El Bank of England descompone esta alerta en tres tipos de riesgo: impactos físicos, efectos de la transición energética necesaria, y las responsabilidades vinculadas a los riesgos anteriores.

Según indican los expertos, la publicación del informe IPCC (2018) está propiciando una inflexión más estricta en las metas de reducción de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Esto pone de manifiesto la existencia de un enorme gap entre la trayectoria de emisiones y los compromisos nacionales. 

Este gap exige una notable inflexión de la política climática. Lo que "es un indicador de la extraordinaria incertidumbre sobre los efectos a largo plazo de la transición energética sobre el mercado de petróleo", dice. Y, por consiguiente, "de la cuantía del riesgo climático a largo plazo que gravita sobre el mismo".

En el caso del sector gasístico, el riesgo climático tiene rasgos muy diferentes de los que caracterizan al riesgo en el sector petrolero, a pesar de tratarse de un combustible fósil.

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Impacto del COVID-19

"Quizá esta sea la primera vez que hayamos podido observar el doble impacto de un colapso en la demanda de petróleo", escribe Isidoro Tapia, economista energético del departamento de Financiación de Proyectos del Banco Europeo de Inversiones.

En combinación con un aumento de la oferta, por la guerra de precios iniciada entre Arabia Saudí y Rusia, ya solo faltaba la llegada de la pandemia.

En su opinión, todo ello podría causar un colapso en la producción de petróleo de EE. UU. y dañar de forma permanente el futuro de los productores de petróleo de esquisto, aunque reconoce que a corto plazo todos los países puedan resultar perjudicados.

Sin embargo, aún resulta prematuro anticipar la profundidad con la que esta crisis afectará a la estabilidad regional. Pero, por el momento, todo apunta a que lo más probable es que se trate tan sólo de un paréntesis.

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