El 60% del total de emisiones de la vida útil de los vehículos provendrá de la producción de sus materiales en 2040, a medida que los modelos eléctricos se vayan haciendo un hueco en el mercado y sus tubos de escape no supongan la principal fuente de expulsión de gases.

Según un estudio elaborado por la consultora McKinsey & Company, recogido por Europa Press, en la actualidad entre un 65% y un 80% de las emisiones que genera un automóvil proviene de la combustión de combustible, mientras que solo entre un 18% y un 22% es debido a la producción de sus materiales.

Sin embargo, una vez que los coches eléctricos consigan ser uno de los actores principales en las ventas, la industria deberá centrar su atención también en reducir las emisiones a la hora de producir los elementos necesarios para ensamblar los vehículos.

Por ello, McKinsey ha subrayado que el desarrollo de estrategias para abordar esta reducción será "clave" para lograr la descarbonización del transporte a largo plazo, pero las compañías deberían comenzar ahora con esta transformación.

De esta manera, la consultora ha analizado el potencial de reducción de carbono, así como los costes que esto supondría para las empresas. Según el estudio, el 29% de las emisiones de los materiales de un vehículo de combustión interna podría reducirse de forma rentable para 2030.

Bajo en carbono

La mayoría de estos ahorros implican la electrificación de los procesos existentes, el uso de fuentes de energía bajas en carbono, la adopción y la ampliación de nuevas tecnologías que reducen las emisiones durante el proceso, así como el uso de materiales reciclados.

"Un mayor uso del aluminio reciclado, las nuevas tecnologías de fundición y la electricidad 'verde' pueden reducir las emisiones de la producción de aluminio en aproximadamente un 73% en comparación con sus niveles actuales, al tiempo que reducen los costes de producción", ha asegurado la consultora.

También la utilización de plásticos reciclados, especialmente para partes de vehículos que no son visibles a simple vista, podría suponer un ahorro de costes y una reducción de las emisiones de alrededor de un 34%.

McKinsey & Company ha indicado que, a pesar de que una reducción de las emisiones supondría mayores costes, a largo plazo podría resultar más económico para la empresa. La firma también ha indicado que si los fabricantes instalasen sus plantas en regiones donde la energía es más 'verde', podrían reducir todavía más sus emisiones.

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