Las tensiones inflacionistas han llegado a la industria de la alimentación. La subida del precio de la luz y de las materias primas han obligado a algunos fabricantes como Danone, P&G o Angulas Aguinaga (La Gula del Norte) a anunciar subidas de precios o a planteárselo como Campofrío. El dilema ahora está en saber cómo afectará al consumidor final y si el precio de la cesta de la compra se incrementará.  

Y precisamente ahí tendrá un papel muy importante el supermercado, es decir, el último eslabón de la cadena antes de llegar al consumidor final. Mercadona, Lidl o Dia, entre otras, tendrán que decidir si absorber esos incrementos y reducir márgenes un año después de sumar 3.100 millones euros adicionales a las ventas de gran consumo por la situación sanitaria.

La pregunta es sencilla: ¿Subirán los precios en los lineales de los supermercados por el incremento que los fabricantes ya han anunciado que aplicarán en sus productos?

La respuesta no lo es tanto. De momento, esta situación parece haber dejado a un lado la guerra de precios en la que muchas cadenas habían entrado para arañar cuota de mercado. “No es tanto una guerra de reducción de precios, sino una guerra de contención de precios”, aseguró Bernardo Rodilla, director de Retail en Kantar Worldpanel, quien reconoce cierta incertidumbre por el aumento del precio de las materias primas.

Hay que tener en cuenta que los supermercados son muy sensibles a la pérdida de poder adquisitivo de los clientes y a su actitud de ahorro. Lo notaron muy pronto con la crisis económica de 2008, por lo que aumentar precios no parece lo más lógico si no quieren volver a perder consumidores como ocurrió en la anterior crisis, según comentan expertos a este medio.

El que fuera secretario general de la OCDE entre 2006 y 2021 y Ministro de Relaciones Exteriores de México (96-98), Ángel Gurría, alertó del error que sería que “las empresas se adelanten a esa inflación y hagan un aumento generalizado de los productos”. 

De momento, el IPC da una tregua a medias. El precio de los alimentos y las bebidas no alcohólicas ha aumentado hasta la fecha un 1,8% en septiembre, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Es decir, por debajo del 4% del IPC de ese mes. 

El alimento que más ha incrementado su precio son los aceites (salvo el aceite de oliva) hasta un 6,5%. Le sigue el azúcar con una subida del 4,5% y de los cereales del desayuno con un 4,2%.

Alerta de fabricantes

En este contexto, los supermercados lo tienen difícil porque los fabricantes ya han avisado de que “lo peor está por llegar”, vaticinó el presidente de la Asociación de Fabricantes y Distribuidores, Aecoc, Ignacio González, durante su intervención en la 36ª edición del Congreso de Gran Consumo que se celebra en Barcelona.

“No tiene pinta que estas subidas de precio (energía y materias primas) sean a corto plazo; más bien al contrario. Parecen a medio plazo. En segundo lugar, las empresas están absorbiendo una parte de la subida y la conclusión es esa inflación que está aflorando. En los próximos meses va a ser igual o peor”, afirmó.

La patronal defiende que el conjunto de la cadena de valor está haciendo un gran ejercicio de contención para no tener que verse obligado a repercutir ese incremento de costes a un consumidor. Sin embargo, la lista de empresas que van a subir o se están planteando subir precios comienza a engordar: Danone, P&G, Angulas Aguinaga, Campofrío…

Algo que, por otro lado, podría derivar en un enfrentamiento frente a los supermercados y los propios fabricantes. Según fuentes del sector, a las cadenas de distribución no les ha gustado los anuncios realizados por los fabricantes y parece que se avecina una guerra entre ambos eslabones de la cadena. 

A pesar de todo ello, el ahorro de las familias se alza como la posible solución para no aumentar los precios. La patronal Aecoc calcula que hay 120.000 millones de euros que no han sido gastados durante la pandemia. De estos, 55.000 millones corresponden a demanda embalsamada. Y la otra es ganar competitividad en el corto y medio plazo. 

Dos soluciones que también tendrán que tener en cuenta la evolución de la inflación y de la crisis económica. En definitiva, en los próximos meses fabricantes y cadenas de supermercados tomarán decisiones que inevitablemente afectarán al precio de la cesta de la compra. 

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