Coincidió el martes. Primero Banco Santander puso cifras a su nuevo Expediente de Regulación de Empleo (ERE): 3.713 empleos menos complementados con el cierre de 1.150 oficinas, una de cada cuatro que tiene en España. Luego, con la sesión bursátil terminada, Unicaja y Liberbank confirmaron con sendos hechos relevantes remitidos a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que anulaban su 'boda'. Las discrepancias sobre el reparto accionarial en la nueva entidad resultante de su fusión, o lo que es lo mismo, sobre el precio al que se valoraba cada una en la integración, hicieron imposible la operación y las negociaciones quedaban rotas

Así, en menos de cuatro horas, la realidad por la que transita la banca española mostró toda su dimensión. Una visión que escapa de las cifras gruesas, esas que muestran que en 2018 la banca española ganó 19.438 millones de euros, casi un 25% más que en 2017. Porque este dato, en apariencia espectacular, palidece en los detalles.

En particular, en los relativos a su rentabilidad. Para ganar 'todo' ese dinero, el sector acumula una activo de 3,55 billones de euros, con lo que la rentabilidad que extrae a ese activo (ROA) es apenas del 0,5%. Centrando el foco en la rentabilidad que saca a su capital (ROE), en 2018 fue del 7,2%, menos de la mitad que antes de la crisis y, sobre todo, por debajo del coste de capital (COE), situado en el 10%.

Es decir, con un rendimiento sobre el capital inferior a su coste, el sector sigue destruyendo valor, y así se refleja en los múltiplos a los que cotizan las entidades que están en bolsa. Como los inversores albergan muchas dudas sobre la capacidad de la banca para ser verdaderamente rentable consu negocio, entienden que debe cotizar a unos múltiplos bajos, inferiores a su valor contable. De media, los ocho bancos cotizados lo hacen a 0,7 veces su valor en libros

"El sector es muy consciente de su realidad. Y de que tiene muy difícil ser rentable 'solo' con su negocio, con lo que también asume que tiene que hacerlo 'a martillazos'"

El sector es extremadamente consciente de esta realidad. Como también lo es de que difícilmente será lo suficientemente rentable con su negocio -captar y prestar dinero- en un contexto marcado por los bajos tipos de interés, la presión regulatoria para reforzar su capital y la aparición de nuevos y crecientes competidores tecnológicos suministrando servicios financieros y de medios de pago que hasta hace nada prestaban los bancos de siempre. Con el agravante de que además necesita invertir en su transformación digital para atender las nuevas demandas de los clientes y de que continúa expuesto a riesgos legales y costes reputacionales nada despreciables.

Y como sabe muy bien que 'esto es lo que hay', también asume cuál es su única salida: ser rentables 'a martillazos'. Esto es, con más recortes, tanto en plantilla como en oficinas y con una nueva ronda de consolidación o de fusiones para generar los ahorros de costes que hagan posible una mayor rentabilidad. 

MÁS DE UNA DÉCADA

El problema es que llueve sobre mojado. Es decir, que estas prácticas no son nuevas, sino que vienen de lejos. Los ajustes, los ERE, los cierres de oficinas, la necesidad de ganar eficiencia, la desaparición de entidades, las fusiones... son la norma desde el estallido de la crisis

Tres datos revelan bien a las claras hasta qué punto ha cambiado el panorama bancario español en la última década. En 2008 había 60 entidades entre bancos y cajas de ahorros, el sector empleaba a casi 280.000 personas y contaba con más de 46.000 oficinas. Ahora hay 11 bancos, los empleados quedarán reducidos a poco más de 180.000 tras los ERE del Santander y CaixaBank -en su caso, de 2.000 personas- y el parque de oficinas se limita 26.116 y bajará de las 25.000 en los próximos meses, algo que no pasaba desde 1979. 

Fuentes bancarias reconocen que al sector no le ha quedado otro remedio que ajustarse. Por ahora, ya ha prescindido de cerca de un tercio de su plantilla y de más del 40% de sus sucursales. "Pero el proceso está lejos de haber terminado", admiten.

PREPARADOS, LISTOS... ¡FUSIONES!

Para empezar, por el 'baile' corporativo que aún se espera. Dentro de la búsqueda de eficiencia y ahorro de costes, las fusiones emergen como la vía más rápida. Y están abiertas. Lo ocurrido esta semana con Unicaja y Liberbank solo supone un paréntesis que dispara las quinielas acerca de los movimientos que vendrán. Las dos, ahora ya por separado, quedan 'a tiro de opa' o de nuevas negociaciones con otras firmas. Otra que figura en esta lista es Ibercaja, que sigue pendiente de una salida a bolsa de la que se viene hablando desde 2016 y que todavía no se ha producido. Abanca, Kutxabank y Cajamar figuran igualmente en el foco. 

En el caso de estas seis entidades, el escenario se reduce a dos opciones: o buscan integraciones entre ellas para ganar tamaño o son 'comidas' por algunas de las grandes: Banco Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia, Banco Sabadell y Bankinter. Ahora bien, con Santander en pleno ERE y asumiendo todavía la adquisición del Popular, con Bankia integrando BMN, con el Sabadell remontando un delicado 2018 con los problemas en la británica TSB y con Bankinter cerrando la compra del negocio español de Evo y de la firma irlandesa de consumo Avantcard, las quinielas se centran a corto plazo en BBVA y CaixaBank como principales 'depredadores'. 

Fusiones y ajustes. La realidad de la banca española. Lleva siendo así una larga década. Y continuará. Porque su reconversión sigue abierta. 

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