Mucho se ha escrito desde el comienzo de la pandemia de coronavirus del teletrabajo. Tras los confinamientos severos de marzo de 2020 multitud de especialistas pronosticaron que veríamos cambios estructurales de gran calado en los centros de trabajo. Se daba casi por supuesto la entrada en un nuevo modelo en el que las oficinas tuvieran un peso casi residual en el día a día de los trabajadores

A las pocas semanas del fin de las restricciones asistimos a una realidad muy distinta. Tanto empresas como gran parte de los trabajadores mostraron su voluntad de volver a los esquemas clásicos. Un retorno que las diferentes oleadas frenaron pero que ahora, con un porcentaje muy significativo de la sociedad vacunada se ha vuelto a intensificar. 

Aunque no de la misma manera. De cara a este mes de septiembre, las principales compañías españolas y las multinacionales con presencia en nuestro país, han anunciado importantes planes para evolucionar sus modelos hacia formatos mixtos en los que el trabajo presencial y el teletrabajo conviven. 

Por el contrario, en la pequeña y mediana empresa, el arranque del próximo curso va a significar, mayoritariamente, una vuelta a la oficina en condiciones prácticamente iguales a las previas a la pandemia. Y eso, en la práctica, significa que la gran mayoría de los trabajadores volverán a ese modelo, ya que en España las Pymes representan el 94% del total de las compañías. 

Poca tradición

La realidad española indica que el teletrabajo ha sido, históricamente, una opción muy poco desarrollada. Según los datos de Eurostock, en 2019 sólo el 4,8% de los empleados teletrabajaba regularmente en España. Unas cifras muy lejanas a las de otros países. Portugal llegaba al 6,5%, mientras que Francia el número de empleados en remoto alcanzaban el 7%.

Y es que, la media europea de trabajadores teletrabajando quedaba en el año previo al estallido de la pandemia en un 6%. Si centramos la atención en los países más avanzados en esta materia, Países Bajos y Finlandia con más de un 14% o Luxemburgo con un 11,6% quedan en otra galaxia. 

La llegada de la pandemia generó importantes cambios. España superó el 11% de los trabajadores en remoto frente al 15,7% de Francia y al 13,9% de Portugal. Aunque el avance para España fue importante en los pasados 12 meses, nuestro país quedó por debajo de la media europea que se situó en el 13,7%.

El tamaño importa

Todo parece indicar que, con la llegada del nuevo curso, los niveles de teletrabajo en España van camino de estar más cerca de los de 2019 que de los de 2020. Según los datos de la EPA en el último trimestre la vuelta a la oficina se ha acelerado. Un ejercicio en el que la distancia entre las grandes empresas y las pymes aún va a crecer más en materia de flexibilidad laboral. 

Y es que las grandes compañías españolas han desplegado un abanico de opciones para que sus empleados puedan optar por trabajar desde casa un porcentaje de su jornada. Entre ellas destaca como Acciona apostará por un día a la semana de teletrabajo, Iberdrola por dos o, en el caso de Mutua Madrileña, podrán ser hasta cuatro. Por su parte, CaixaBank tendrá sus sedes al 50%, Naturgy estrenará nuevas sedes a las que su plantilla acudirá por turnos, mientras que Telefónica apostará por la semana laboral de cuatro días.

Una serie de beneficios muy alejados de la realidad de la gran mayoría de los trabajadores. Las compañías pequeñas no están en condiciones de ofrecer planes de este tipo. La falta de recursos, los problemas de organización y el peso del presencialismo hacen que, en el segmento mayoritario de empresas españolas el teletrabajo no vaya a ser una opción.

Singularidades del tejido empresarial

Al ser preguntados por las razones de estas diferencias, desde los sindicatos señalan, principalmente, a la falta de medios. "Seguramente en un principio todos idealizamos el teletrabajo. No nos dimos cuenta de que no es sólo una cuestión técnica. Influyen muchos más factores que tienen que ver con cuestiones de organización. Ahí la cultura de las organizaciones pequeñas está por desarrollar. En equipos tan pequeños, las necesidades a corto plazo se imponen", señala Carlos Gutiérrez, secretario de juventud y nuevas realidades del trabajo de CCOO.

Una visión que coincide en gran medida con la de Cristina Antoñanzas, vicesecretaria general de UGT: "La vuelta a lo presencial ya está siendo masiva en las pymes. Las pequeñas empresas han tenido más dificultad en generar formas para separar vida personal y la vida laboral mientras se trabaja desde casa. Además, con el teletrabajo se pierde mucho del componente humano y sinergias que en equipos pequeños son muy difíciles de conseguir de otra manera". 

Desde ambas organizaciones señalan la importancia de caminar en dirección a modelos híbridos. "La experiencia de la pandemia demostró que sí se podía hacer muchas de las tareas a las que antes se decía que no. También se vio que las barreras desaparecían. Aspiramos a regularlo y normalizarlo", explica Gutierrez. En la misma línea Antoñanzas recalca la importancia de "caminar a modelos en los que el trabajador pueda adaptar su jornada a sus necesidades. La flexibilidad es productividad, hay que sentar las bases para que todas las empresas la puedan potenciar".

Así las cosas, septiembre marcará el punto de partida de la etapa post-coronavirus. Si la pandemia sigue remitiendo, las compañías y los trabajadores deberán poner en marcha nuevos modelos con lo aprendido durante los últimos meses. Esta experiencia servirá para que, desde ambos lados, se adapten los métodos excepcionales adoptados durante la pandemia a la realidad del día a día. Lo que queda claro es que, por el momento, queda oficina para rato.  

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