¡Que rápido va el mundo! Hace tres meses en esta misma columna, calificábamos de “poco juiciosa” la decisión de Michael Bloomberg de presentarse a las primarias del Partido Demócrata de EEUU para poder concurrir después a las elecciones presidenciales, ya que los “hados frecuenciales” le eran totalmente favorables a Donald Trump. Pues bien, ni siquiera ha hecho falta esperar tanto: en esta misma semana Bloomberg renunciaba a seguir en la competición y apoyaba la candidatura más centrada, la de Joe Biden, que ya fue vicepresidente con Barack Obama.

Pero en la política, como en los mercados financieros, como en la vida, bastaba que Bloomberg arrojara la toalla (en los mercados, tan amantes de las metáforas, también se llama a eso capitulación) para que los hados se empezaran a tornar algo más favorables al que vaya a ser el candidato demócrata.

Y es que Trump, a pesar de tenerlo todo a favor, no estaba libre de que las cosas se torcieran para él porque, a pesar de toda su complejidad en lo concreto, si se observa la realidad de una manera un poco abstracta, todo son habas contadas.

¡Con-ta-das!

Así, hace justo un mes comentábamos que “lo cierto es que difícilmente” la victoria de Trump podía ser más probable “ya que solo un desastre inimaginable, o temible, podría dar al traste con la repetición de la victoria del actual Presidente norteamericano”.

Como sabe todo el mundo, una primera versión del desastre inimaginable o temible ya está aquí: se llama coronavirus; ha llegado a EEUU, igual que a muchos otros países, y no solo hará que se tambaleen gobiernos, allí y fuera de allí, sino que puede hacer que descarrilen procesos electorales que estaban prácticamente sentenciados. En España, la experiencia de dentro de unas semanas en el País Vasco (elecciones el día 5 de abril, si no se aplazan, que será lo más probable) donde se suman una pésima gestión tanto del COVID19 como del vertedero de Zaldívar, dará una idea de hasta dónde pueden llegar las cosas; si es que no se produce la reacción contraria: ¡cerrar filas con el que manda!

Entretanto, China marca el camino. Por ahora, lo que está sucediendo allí es lo que parecía más probable desde que el gobierno decidió iniciar su política de poner en cuarentena ciudades enteras, con el consiguiente coste económico, que ya han reflejado los llamados PMIs de febrero, publicados la semana pasada.

Esos PMIs (que reflejan la idea que se hacen directivos y empresarios de cómo le va a ir a su negocio el mes siguiente) por decirlo fácil y rápido, han caído a más o menos la mitad (de 51,8 en enero a 26,5 en febrero) el peor derrumbamiento de un dato en la historia de estos índices. Algo que ni siquiera se produjo en la crisis financiera de 2008-2009, pues, entonces, aunque el sector de las manufacturas se comportó también muy mal, el sector servicios apenas empeoró. Con esto, y con el lento retorno a la normalidad durante el mes de marzo, es fácil estimar que el crecimiento de la economía china va a pasar del 6% que le hubiera gustado al gobierno a no superar el 4,5%. Lo que en términos de esa economía es tanto como entrar en recesión. Y no hay que olvidarlo: en China han permutado libertades por prosperidad. Si ésta empieza a fallar…

Aunque las cifras oficiales proporcionadas por China sobre el curso de la enfermedad nunca han sido muy creíbles, sí que lo es el que allí ha cambiado la tendencia. Las medidas drásticas de aislamiento han dado resultado y el número de contagiados nuevos cada vez es menor.

Lamentablemente, aunque China señalaba el camino, la mayoría de los gobiernos, incluyendo el español, ha preferido sumirse a placer en la etapa de negación y recomendado “lavarse mucho las manos”. A Italia ya la han sacado del ensueño de un bofetón. Los demás iremos pasando por la misma “penituria”.

Los mercados financieros, que tardaron en reaccionar tanto como los gobiernos, han pasado de la fase de la negación al ¡sálvese quien pueda! Sin embargo, también para ellos, China marca el camino: su Bolsa cayó en los momentos del shock inicial un 12% (-14%, si se considera sus puntos más alto y bajo intra-diario) y eso es muy parecido a lo que ha caído hasta ahora el índice de la Bolsa de EEUU S&P 500: -16% en cálculo intra-diario y -12% en cierres de sesión.

Los índices europeos han caído algo más, al compás de una apreciación del euro del 4,6% que endurece las condiciones monetarias en Eurozona. Si se toma en cuenta el efecto del tipo de cambio del euro contra el dólar, la caída sería casi idéntica a la del S&P 500 tanto para el Stoxx 600 como para el IBEX 35.

¿Van a contenerse las caídas de Bolsa aquí? Lo razonable sería pensar que, por ahora, sí. Pero ya sabemos lo que de caprichoso tiene el comportamiento de las Bolsas, y para que se cumpla ese pronóstico de sólo un -12%, los gobiernos tienen que contraponer a lo veleidoso de las Bolsas un comportamiento mucho más racional y realista que el que, hasta el momento, se les ha detectado, y aplicar las medidas del gobierno chino cuanto antes, de modo que, si allí la vuelta a la normalidad se está iniciando poco a poco en marzo, en Occidente ese retorno al añorado “aburrimiento” de hace dos meses, pueda producirse desde mediados de abril o principios de mayo.

Al parón económico de China le ha acompañado la caída de precio del petróleo, exagerado en extremo esta semana pasada por la negativa rusa a reducir la producción, tal como pretendían los principales países de la OPEP. Así y todo, no se ha producido el desplome del año 2014-2015: el precio del petróleo Brent aún está en 45,5 dólares, casi el doble del nivel al que cayó en enero de 2016. Aunque el pulso entre Rusia y Arabia Saudí que veremos esta misma semana podrá llevarlo a cualquier precio a la baja que queramos imaginar. No se ha cumplido, pues, aquel pronóstico hecho aquí el 16 de septiembre de que el bombardeo de una refinería en Arabia Saudí, amenazaba con llevar el precio del Brent al doble, si la cosa degeneraba en una nueva guerra abierta en el Golfo Pérsico. El espíritu sopla donde quiere y la prudente (o calculadora) reacción de Trump impidió esa deriva.

En suma, la situación exige una reacción más decidida de los gobiernos para atajar la crisis sanitaria y económica que viene, y la reacción de las Bolsas y del petróleo indica que la incógnita sobre lo que va a pasar es, por ahora, en el peor de los casos, comparable a la que había en enero-febrero de 2016, en que el S&P 500 bajó un 15% (desde el máximo al mínimo intra-diario; -14% si el cálculo se hace con los cierres diarios de las sesiones). En un mundo en el que, además, el precio del petróleo Brent cayó a 27 dólares y el precio del conjunto de las materias primas cayó a un nivel incluso más bajo que el de la crisis financiera, mientras el Deutsche Bank amenazaba con derrumbarse.

Aquella situación de 2016 la salvaron los bancos centrales (sobre todo el de China) y parece que eso volverá a suceder ahora. Desde luego, se lo están tomando en serio: el viernes un miembro de la Reserva Federal (Eric Rosengreen) sugería en público que ésta podría empezar a hacer compras en Bolsa. Algo que no está claro que, hoy por hoy, sea legal hacer. Pero, como decían lo mismo Churchill que Einstein o Lenin que Pompidou, “là où il y a une volonté, il y a un chemin”.

N.B. El autor ha recomendado compras en Bolsa para el fondo de inversión que asesora (Multiciclos Global Renta 4). Esto, que aquí suena raro, es preceptivo decirlo públicamente cuando se opina sobre el futuro de los índices.