Este lunes, 11 de marzo, solo nacerán en España 1.006 niños. Vendrán al mundo con una deuda contraída como españoles de 25.800 euros por bebé. También se jubilarán 899 trabajadores. Como esa estimación parte de los datos oficiales del pasado año, su escalofriante dibujo podría extrapolarse a la realidad de este país en los últimos cuatro años de parálisis política.

Afrontar la crisis demográfica y la sostenibilidad del sistema de pensiones requiere altura de miras. Y esta es la clave por la que el Pacto de Toledo no funciona en España. Lo mismo explica que el Congreso no haya pactado aún un modelo educativo de consenso para que esos niños entren en el mercado laboral aportando un valor añadido adicional que permita a la Seguridad Social recaudar más y con menos sobresaltos.

El cortoplacismo ha llevado a los españoles a acudir a las urnas cuatro veces en los últimos cuatro años. Es lo que llevó a Roxane van Cleef, analista de la división internacional de Goldman Sachs, a titular una nota a sus clientes difundida tres días antes de las elecciones como Spain’s Déjà Vu Elections.

Pablo Casado y Pedro Sánchez.

La posibilidad de que el bloqueo permanezca tras el 10-N y de que en el mejor de los casos, sea posible inaugurar una legislatura para dos años nos retrotrae a los datos con los que se levantaron los españoles el pasado 29-A, tras la noche electoral que permitió a Pedro Sánchez celebrar sin excesos que el PSOE fue la lista más votada pero necesitaba pactar para gobernar.

No obstante, algo se ha movido cuando después de conocer el escrutinio, Pablo Casado no cerró la puerta a recoger la pelota de Sánchez y el candidato socialista no desechó la posibilidad de pasar el balón incluso al PP.

El "crecimiento envidiable" de estos últimos cuatro años ha permitido a la política el lujo de poder utilizar el hemiciclo para lanzar el balón de escaño a escaño sin hacer nada. La factura de ese recreo ya ha comenzado a pagarse con un desplome de la confianza y una caída del consumo en los últimos seis meses. Cuanto más se prolongue esta situación política, más aumentará el monto de esa cuenta.

Lo decía el pasado jueves el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, cuando reconoció que "España ha mantenido un crecimiento envidiable con gobiernos minoritarios", pero advirtió que la ralentización acusa la "falta de medidas estructurales".

En una conversación con este periódico, los técnicos de la Comisión Europea describían después el impacto económico de esa parálisis en su recorte de previsiones para el crecimiento de la economía española como "el coste de no hacer nada".

Un coste difícil de cifrar para los economistas, pero fácil de explicar con el ejemplo del paro. Antes de la reforma laboral de 2012, cada vez que España crecía por debajo del 2% no lograba crear empleo. Sin embargo, ahora que la desaceleración ha llevado a pronosticar un crecimiento del 1,9% para el conjunto de 2019, se estima que el empleo crecerá al 2,2%. Para el próximo año, con un avance del PIB del 1,5% la creación de empleo será del 1% y en 2021 con un crecimiento del 2,5%, del 0,8%. 

La Comisión Junker está de salida estos días y el político francés celebró el pasado jueves las que deberían ser sus dos últimas ruedas de prensa antes de ceder el testigo al italiano Paolo Gentiloni al frente de la cartera de Asuntos Económicos. En los años que deja atrás, el comisario ha vivido de cerca la política económica española, primero como miembro del Ecofin y después como comisario europeo.

En mayo de 2012, mientras el Gobierno de Mariano Rajoy intervenía Bankia, Moscovici era nombrado ministro de Economía y Finanzas del Gobierno de Hollande en Francia. Siguió así de cerca desde el Ecofin el rescate financiero a España en un año en el que este país aprendió que la credibilidad cuesta muchos años labrarla y se puede perder de un plumazo.

Luis de Guindos, Nadia Calviño, Pierre Moscovici y Paolo Gentiloni.

Fue con reformas estructurales, como la laboral, como España recuperó esa confianza necesaria para salir del abismo financiero. No fueron tantas las medidas de calado aprobadas, pero la pusilanimidad de otros Gobiernos europeos hicieron de ellas un ejemplo en Europa.

Esa baza ha sido bien utilizada en estos meses por Nadia Calviño, sucesora de Luis de Guindos, como representante de España en el Ecofin.

Pero todo tiene un límite. Ni la citada analista de Goldman Sachs, ni la Comisión Europea tenían claro a 72 horas de las elecciones que el Parlamento español vaya a ser capaz de sacar adelante unos Presupuestos en 2020. Tras el recuento electoral, esa incógnita sigue abierta.

Bruselas no puede exigir a España esos Presupuestos -por ser competencia del Estado- y si esta legislatura naufraga de nuevo por la ausencia de ellos, la Comisión Von der Leyen tendrá que resignarse con repetir el mantra de la necesaria consolidación fiscal hasta que la política española apruebe unas cuentas adaptadas al nuevo entorno macroeconómico.

Moscovici dijo que "más vale contar con Gobiernos mayoritarios", pero añadió que confía "en el pueblo español". La puntualización no es baladí, pues el esfuerzo de los trabajadores de este país para aumentar la productividad y de los contribuyentes para soportar los daños de la crisis fue clave para la recuperación.

España vuelve este lunes a la casilla de salida con una economía más frágil que hace seis meses y una profunda crisis enquistada en Cataluña.

La Comisión saliente quiere una hoja de ruta. Los ciudadanos, también.

Bruselas dice que no le importa que sea "con recetas más escoradas a la izquierda o a la derecha", siempre que se forme un Gobierno capaz de presentar un plan creíble para no seguir perdiendo terreno en la consolidación fiscal ahora que la fragilidad de la economía exige adoptar medidas. Se trata de reformas que no siempre serán populares. Pero cuanto más se demoren, más drásticas serán y más alas darán para que se consolide el populismo en España.

ATENTOS A...

El movimiento de IAG para comprar Air Europa por 1.000 millones de euros es la operación más importante para el sector turístico español en muchos años. No sólo por sus consecuencias sobre el grupo Globalia, que cuenta con una plantilla media de 15.000 trabajadores. También por los efectos que tendrá para el resto del sector la unión bajo el paraguas de un mismo grupo de las dos grandes aerolíneas nacionales.

Aunque las autoridades de competencia tendrán mucho que decir en esa compra y no está garantizado el cierre de la venta, Javier Hidalgo debe trabajar ya en el relato para explicar que el futuro a medio plazo de Globalia pasa por adelgazar tamaño. 

Si se cae la operación liderada por Luis Gallego, Air France KLM tendrá la chequera preparada para hacerse con unas rutas que son vitales para su futuro desarrollo en Latinoamérica. El hijo de Juan José Hidalgo ha jugado una doble partida para lograr esa millonaria valoración.

Luis Gallego y Javier Hidalgo.

El consejero delegado de Globalia acababa de cerrar una alianza con Air France para compartir operaciones entre Europa y Latinoamérica, en un movimiento con el que las dos aerolíneas socias de SkyTeam iban a liderar las rutas transoceánicas en el Atlántico Sur. La aerolínea francesa se queda con la miel en los labios y no dudará en mover ficha si los problemas de competencia frustran el plan de Iberia.