La economía, estúpido. Este mensaje interno de un asesor de Bill Clinton en 1992 sirvió al candidato para convertirse en Presidente de Estados Unidos y derrotar a George Bush padre. Un tip escrito en una pizarra de la oficina de campaña, que acabó convirtiéndose en ‘lema no oficial’ de la candidatura y que bien podría aplicarse a la política española en este momento. Porque lo que está en juego es la economía del país.

El Banco de España ha rebajado su previsión de crecimiento para este año al 2%, se crean 4.400 empleos menos al día que cuando triunfó la moción de censura, el desempleo sube y los indicadores de confianza muestran señales claras de que los empresarios van a invertir algo menos en los próximos meses. Síntomas todos ellos de que la economía española se desacelera, y señal también de que el constipado del resto del mundo empieza a llegar a España.

Sánchez lo sabe. Es consciente de ello. Por eso, y en plena campaña, ha anunciado que Nadia Calviño será vicepresidenta económica si gana las elecciones. Toda una declaración de intenciones ante los inversores, los ciudadanos y el resto de los partidos políticos. Un intento por no repetir los errores de José Luis Rodríguez Zapatero cuando en la campaña de 2008, con Solbes al frente de la locomotora, se afirmaba una y otra vez que España jugaba en la Champions League y que los brotes verdes florecían a lo largo y ancho del país.

Quizá por eso desde el Ejecutivo y desde la candidatura del Partido Socialista han optado por reconocer que la velocidad de crucero de la economía española ha bajado. Ahora bien, como en aquel entonces, también se evita hablar de crisis para no alentar a los fantasmas. El mensaje oficial es el de un crecimiento sólido, por encima de la media de la Unión Europea, y mucho más sostenible que en 2008 porque no existen burbujas que puedan explotar ni una crisis financiera en ciernes. Es decir, la versión sanchista de los brotes verdes de Rodríguez Zapatero.

Elena Salgado y Nadia Calviño

Cierto es que ahora mismo la situación es mucho menos acuciante que entonces, pero los datos están ahí y conviene escucharlos. Lejos está el 2008 cuando Solbes hablaba de desaceleración mientras se revisaban las previsiones a la baja, el gasto público estaba desbocado, el precio de la vivienda se hundía y las primeras ayudas a la banca llegaban. Ese oscuro panorama ahora mismo no existe en el horizonte, al menos de momento. Las cosas están bastante mejor.

Zapatero reconocía que la situación era muy compleja con la creación de una vicepresidencia económica que quedaba en manos de Elena Salgado. Algo que también ha hecho ahora de forma implícita Sánchez al escoger a Nadia Calviño como número uno del área económica con plenos poderes. Toca remangarse y ponerse a trabajar, aunque habrá que ver cuál es la receta escogida para evitar caer en la crisis.

Los primeros meses de Salgado conllevaron continuidad con la política expansionista de Solbes: se refuerza el Plan E para estimular la economía, ayudas para la compra de coches, nueva financiación autonómica, fondos para el desarrollo local… Así hasta que Bruselas se planta y en 2010 le obliga a meter la tijera en los Presupuestos y a recortar el gasto.

Cantos de sirena de Podemos

Esa vuelta a la ortodoxia no hará falta explicársela a Calviño, que desde todos los sectores es vista como una defensora de este tipo de políticas. Conocedora de los vericuetos de Bruselas, debería saber cómo combinar las promesas electorales de Sánchez con el ajuste del déficit y de reducción de la deuda que Bruselas pedirá si se empiezan a torcer las cosas más de la cuenta.

No sólo eso, la futura vicepresidenta económica es bien valorada por los empresarios. Ven en ella una garantía de que el futuro Gobierno no cometerá excesos ni cederá a los cantos de sirena de Podemos en caso de necesitar su apoyo para nacionalizar algunos sectores. Una garantía, en definitiva.

Sánchez sigue los pasos de Zapatero pero parece que con bastante más tino que en el año 2008. Lo importante será analizar el resultado si, finalmente, es escogido por los ciudadanos para liderar el Gobierno.