Decía Pedro Sánchez el pasado jueves que la economía española se enfría “fruto de la maduración del ciclo económico”. Lo hacía por primera vez de manera oficial, aunque al mismo tiempo, el presidente del Gobierno se mostraba confiado en que el PIB siga creciendo por encima de la media europea. Una confianza que no parecen compartir los empresarios españoles que, poco a poco, vislumbran un horizonte cada vez más sombrío para España.

Casi la mitad de los ejecutivos españoles se muestran nerviosos por la situación que vive la economía, según el International Business Report que publica semestralmente Grand Thornton. Les preocupa la incertidumbre política, pero también el panorama internacional: el ‘brexit’, la guerra comercial, las tensiones geopolíticas y -por supuesto- el famoso ciclo al que hacía referencia el presidente del Gobierno en su entrevista con Antonio García Ferreras en La Sexta el pasado jueves.

Es cierto que los empresarios todavía confían en que durante este curso sus empresas se mantengan en beneficios, pero sólo el 18% tiene previsto aumentar su plantilla. Dos factores influyen aquí: la propia evolución económica y la subida del coste salarial en un 3,7% en los dos últimos años.

Precisamente esa caída al 18% en la intención de hacer nuevos contratos es lo que debería preocupar al Gobierno en funciones. Si ese dato se combina con el paro registrado en agosto y julio, meses que vieron subir el número de parados en 7.000 (en términos desestacionalizados) tenemos un cóctel explosivo al que el Ejecutivo debería prestar atención.

Indicador Sintético de Actividad

Pero, ¿por qué el Gobierno está tranquilo? Pues porque el Indicador Sintético de Actividad (ISA) todavía es positivo con un avance del 2,3%. Un indicador que es el resumen de otros muchos y que suele ser infalible a la hora de reflejar cómo van las cosas en España. Sin embargo, aunque lleva estable desde principios de año, ya hay datos que empiezan a evidenciar ese debilitamiento de la economía española.

El primero de ellos, y que resulta significativo, es el consumo aparente de cemento y que refleja cómo está el estado de ánimo de la construcción a futuro. En julio, último dato disponible, se reflejó el dato más bajo del año con un avance del 1,2% respecto al año anterior. Una cifra muy alejada, por ejemplo, de los crecimientos del 11% de enero, del 18% de febrero y del 36% de marzo.

Si se analiza el consumo de energía podemos encontrar otro de los factores por los que los empresarios dicen estar preocupados. En agosto cayó un 4,2% y lleva en descenso desde finales del año pasado. De hecho, la previsión que hace el Ministerio de Economía y Empresa es que caiga un 2,5% a cierre del ejercicio. Una demostración de que las fábricas empiezan a ralentizar su producción lo que podría conllevar en los próximos meses que haya reestructuraciones de empleo.

Muestra de cómo están las cosas es que, según datos del Ministerio de Trabajo, los afectados por procesos de regulación de empleo han aumentado un 42% hasta junio en comparación con el año anterior.

Esa caída de la producción que refleja el consumo de energía es síntoma también de lo que están diciendo los consumidores. El Índice de Confianza del Consumidor se situaba en 86 puntos, 16 puntos menos que hace un año. ¿Y qué significa esto? Pues que el ciudadano de a pie (usted y yo) no vemos las cosas claras. Cualquier dato por debajo de 100 significa que existe inquietud, mientras que por encima implica que vemos perspectivas positivas.

El ejemplo de Alemania

Con este panorama no es de extrañar que en la CEOE critiquen que Sánchez no haya podido llegar a un acuerdo para formar Gobierno. Creen que es necesario implementar reformas urgentes, más ahora que el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, haya pedido a los países que tienen margen que lleven a cabo políticas fiscales para intentar capear el temporal de la recesión que se avecina.

El ejemplo de Alemania (al borde de la recesión), poniendo encima de la mesa 54.000 millones de euros para acelerar su reconversión energética y convertir su economía en ‘verde’ es un ejemplo de ello. Aunque hay posiciones críticas -como la que hacía este fin de semana Daniel Lacalle en EL ESPAÑOL- no cabe duda de que la senda marcada por la ‘locomotora’ europea debería servir de base para el resto de países europeos.

Ahora está por ver qué hacen el resto de países de nuestro entorno. Desde luego no parece que quedarse de brazos cruzados vaya a ser la mejor idea. Sobre todo porque las últimas cifras de crecimiento para la Eurozona reflejan que -poco a poco- las cosas se enfrían. No olvidemos que el BCE ya redujo el alza del PIB en una décima al 1,1% en su última reunión.

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