Dicen de Ryanair que es excéntrica, que sus directivos en muchas ocasiones toman decisiones desorbitadas y que algunas de las medidas planteadas carecen de sentido. Puede ser verdad o no, todo depende de la perspectiva de la persona en cuestión. Lo que sí es cierto es que esa singularidad tiene que ver con su máximo responsable, Michael O’Leary. Este irlandés de 57 años es la viva imagen de la compañía y produce en la sociedad el mismo sentimiento: la gente lo ama o lo odia. Son pocos los casos en los que resulta indiferente.

A lo largo de los 24 años que lleva ocupando el cargo de consejero delegado, O'Leary ha protagonizado momentos divertidos. Es una persona que no duda en disfrazarse de lo que sea para dar que hablar. A lo largo de todo este tiempo se le ha visto disfrazado de Papá Noel, de torero, con un bañador de señora y se ha ganado a medio España cuando se puso la camiseta de la selección española de fútbol. 

Michael O'Leary, CEO de Ryanair, vestido de torero.

Sin embargo, también ha protagonizado momentos de tensión. Su larga lista de desplantes le ha conducido a crearse una imagen nefasta que ha intentado corregir a duras penas desde hace cuatro años. Algunas de las personas que en algún momento de su vida han tratado con él lo califican de irrespetuoso y extremo. El locutor irlandés Matt Cooper, por su parte, lo ha tachado de despiadado y tacaño. 

Dejando a un lado su forma de ser, Michael O’Leary forma parte de ese escueto grupo de personas que dejan huella allá por donde pasan. Nació en 1961 en Cork y, como resalta la compañía, se graduó en el Trinity College de Dublín “tan pronto como pudieron deshacerse de él”. 

En ese momento se acabó su aventura académica. O’Leary no posee doctorados ni títulos honorarios porque, según explica la aerolínea, “ninguna institución respetable desearía que su reputación se vea empañada por la asociación con él”. 

Finalizados los estudios, con apenas 23 años, se convirtió en “un contador muy aburrido de KPMG hasta que otra elección de carrera fallida lo condenó a una servidumbre permanente en el negocio de las aerolíneas, ya que O'Leary es manifiestamente inadecuado para el empleo en cualquier industria que funcione correctamente”, añade. Eso fue en 1988.   

O’Leary llegó a Ryanair para sacarla de la crisis en la que estaba inmersa, con pérdidas incluidas, y convertirla en una empresa rentable. Fue entonces cuando viajó a Nueva York para copiar el modelo de negocio de Southwest Airlines, la compañía aérea de bajo coste de referencia en el país, con el objetivo de instaurarlo posteriormente en Ryanair. Y así fue. Cuatro años después, la aerolínea irlandesa transportó a 2,5 millones de pasajeros y salió de la crisis, se hizo cada vez más importante y las polémicas de su CEO llenaron cada vez más páginas de los periódicos.

Las aerolíneas tradicionales "estafan"

El carácter de O’Leary no pasa desapercibido. Tanto adopta una pose graciosa para una foto como lanza una frase lapidatoria. Uno de los colectivos con los que más se ha ensañado ha sido el de las líneas aéreas que conforman la competencia, a quienes acusó de estafadoras por vender billetes de avión a precios elevados e incluso llegó a reírse del cierre de alguna de ellas, como Spanair. 

Contra Iberia, por su parte, lideró una protesta. En 2006, el CEO ofreció billetes gratis a quienes acudieran a una concentración con una pancarta que ensalzara a la compañía irlandesa frente a su principal competidora en España. 

Las asociaciones tampoco se han librado. O’Leary calificó a la Asociación de Transportes Aéreos Internacionales (IATA, por sus siglas en inglés) de ser totalmente inoperante y aseguró que por esa razón la aerolínea nunca participaría en ella. 

Chantaje al gobierno español

Entre sus salidas de tono también hubo chantajes al gobierno español. En 2011, el CEO de Ryanair envió una carta al por aquel entonces ministro de Industria, Turismo y Comercio, Miguel Sebastián, en la que le amenazó con cerrar rutas aéreas de forma generalizada y recortar el tráfico -y por lo tanto, puestos de trabajo- si no se le retiraban las 65 multas interpuestas contra la compañía y que superaban los 1,23 millones de euros. Una serie de sanciones que el dirigente tachó de “desproporcionadas y discriminatorias”. 

En esa carta, según han publicado varias cabeceras de nuestro país, O’Leary pedía al ministro una reunión de urgencia para “poner fin a estas injustas multas y garantizar que los organismos reguladores apoyen las inversiones multimillonarias en los aeropuertos y el turismo español, en vez de minar y poner en peligro el crecimiento de Ryanair con sanciones infundadas”. 

En ese escrito, O’Leary acusó también a las agencias regulatorias de “no contactar con la aerolínea hasta que se ha puesto la sanción”.

La guerra con los sindicatos

Aunque los enfrentamientos de Michael O’Leary son múltiples, ha habido uno que se le ha complicado especialmente y del que no ha salido victorioso. Se trata de la batalla que mantuvo con los sindicatos en nuestro país. 

O’Leary mostró su rechazo a los sindicatos desde el primer momento. Tanto es así que retrasó su entrada en la aerolínea durante 24 años. Sin embargo, al dirigente no le ha quedado otro remedio que ceder después de un año de huelgas. Eso sí, lo hizo a regañadientes. 

La principal razón por la que no estaba dispuesto a que este colectivo entrase en la compañía era porque podría provocar efectos negativos en su modelo de gestión. Ante los inversores, expuso que la entrada de sindicatos podría llevar a “una tentación de imitar las prácticas laborales de las aerolíneas tradicionales”, un supuesto que, en caso de acceder, “podría reducir la productividad de los pilotos, aumentar los costes y tener un pésimo efecto en los beneficios”. 

Cabe recordar que los contratos de los tripulantes de cabina de Ryanair se rigen por la legislación irlandesa. De esta forma, su adaptación a la legislación de cada país donde contrata a personal “tendría un gran impacto en sus costes, productividad y crearía complejidad adicional” en la operación, añadió en esa reunión. Según la empresa, si eso se llevase a cabo, les obligaría a “a despedir gente” y a empeorar su clima laboral. 

Peticiones de dimisión

Toda esta larga lista de contrarios a Michael O’Leary llevó a un pequeño grupo a pedir su dimisión, como fue el caso del foro de Fondos de Pensiones de la Autoridad Local (LAPFF, por sus siglas en inglés).

Sin embargo, esas intenciones no llegaron a buen puerto porque un mes antes O’Leary fue reelegido consejero delegado de la compañía con el 98,5% de los votos. Pero eso no quiere decir que tenga a todos los actores de la aerolínea a su favor. El nombramiento de O’Leary contó con la oposición de la mayoría de los pilotos y de varios inversores, que manifestaron su frustración por las huelgas llevadas a cabo el año pasado. 

A pesar de su reelección, el CEO de Ryanair no llegará al final de su mandato. En la rueda de prensa posterior a la junta de accionistas en la que se decidió su reelección manifestó que le gustaba trabajar en la empresa y que lo seguiría haciendo “mientras siga siendo interesante, divertido y desafiante”, aunque no precisó que siguiera en el puesto los cinco años para los que había sido reelegido.

Y así ha sido, aunque no por decisión propia. Hace dos semanas, la aerolínea le dio 'una patada para arriba'. Coincidiendo con la presentación de resultados relativos al año 2018 -ejercicio en el que entró en números rojos- la aerolínea anunció su intención de crear un holding empresarial similar a la estructura que tiene IAG y que dirigirá O’Leary.

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