La caída del Bitcoin de los últimos días, que llegó a caer por debajo de la barrera psicológica de los 10.000 dólares, ha provocado que muchos inversores casuales que entraron en los últimos meses se lleven las manos a la cabeza.

Muchos han creído que la criptodivisa viviría una historia de éxito y crecimiento ininterrumpida, sin tener en cuenta su historial de gran volatilidad. Y no sólo se han retomado las clásicas acusaciones de si es o no una burbuja, que llevan más de un lustro coleando. También han empezado a sonar las comparaciones con casos como el de Forum Filatélico o Afinsa.

En primer lugar, ni siquiera está claro que Bitcoin sea una burbuja. El economista Daniel Lacalle la definía en 2013 como una “divisa startup” con un enorme atractivo por el hecho de que “los estados no pueden interferir en el suministro monetario y donde los inversores pueden encontrar un refugio seguro frente al asalto al ahorrador que supone la represión financiera impuesta por los gobiernos y los bancos centrales”.

Reacción contra los Gobiernos

El tiempo le ha dado la razón: el valor de Bitcoin tiende a caer cada vez que se producen anuncios de regulación o cierres de mercados de intercambio por parte de los gobiernos.

El propio Lacalle ya hablaba de la reacción confiscatoria por parte de los estados si alcanzaba una implantación “peligrosamente alta”, y recordaba que este tipo de divisas tienden a ser abolidas o confiscadas. En todo caso, es más una red de intercambio, como otras muchas micromonedas, que una divisa, dado que nadie obliga a cobrar ni pagar en bitcoins.

Su valor, como el del oro o las piedras demandas, procede de aspectos que se han conseguido de forma artificial pero que son reales: volviendo a citar al economista, “es escaso, es líquido y puede ser cambiado por otras divisas o bienes y servicios en el futuro”.

¿Es una burbuja?

Si el mercado que hoy le da valor se lo quita en el futuro, su precio se hundirá. Pero esto sería como hablar de burbuja en Snapchat una vez que muchos de sus usuarios parecen estar abandonándolo en masa. ¿Ha sido una burbuja o un activo que ha dejado de ser demandado? Difícil de decir.

También en 2013 Juan Ramón Rallo prevenía contra la definición de burbuja. “Habitualmente, tenemos la tendencia a calificar como burbuja el precio de cualquier activo que sube muy rápidamente, asumiendo que en algún momento terminará pinchando y cayendo. Semejante razonamiento primario acarrea dos problemas: a) no todo activo que se revaloriza de manera vertiginosa es una burbuja; b) no se puede aplicar el análisis de las burbujas a todos los activos”, explicaba en su blog.



Para Rallo, el concepto de burbuja es inaplicable porque al ser un activo de tipo monetario, como el oro, no existen fundamentales con los que comparar. Vale lo que el mercado dice que vale en cada momento. Y aunque es más volátil que el oro, al estar menos consolidado, tiene un papel como refugio similar y su valor depende de la demanda de gente dispuesta a incorporarlo como reserva de tesorería.

Demanda especulativa

Y esa es la pregunta clave que plantea el economista: “¿Cómo puede hablarse de burbuja si, precisamente, el valor fundamental del activo monetario depende de la gente que lo está demandando?”. Eso sí, el brutal incremento de los últimos meses hace pensar en que ha habido una parte de la demanda puramente especulativa. Lo que no quiere decir que el activo no tenga valor o que nos lancemos a hablar de burbujas de tulipanes. Sólo que deberá experimentar correcciones en el mismo.

Y eso no quiere decir que no vaya a fracasar, o que no vaya a ser desmonetizado en el futuro, pero al menos tiene unos “estabilizadores automáticos” que, en la definición de Rallo, parecen estar actuando en los últimos tiempos: “Conforme van entrando 'manos débiles' que entienden mucho peor su funcionamiento y lo adquieren a modo de experimento, su valor se va volviendo, al menos a corto y medio plazo, mucho más inestable”.

Para el economista, la clave está en que los usuarios, cada vez más, utilicen Bitcoin para el cambio o que los grandes comercios empiecen a utilizarlos en sus transacciones. Ninguna de estas condiciones, enunciadas en 2013, se ha cumplido aún a escala masiva o que justifique el crecimiento del ultimo trimestre de 2017, por más que los rumores sobre la posibilidad de que Amazon incorpore criptomoneda como forma de pago han sido constantes durante meses.

Sistema piramidal 

Lo que es fácil de afirmar es que Bitcoin no tiene ningún parecido con sistemas fraudulentos de inversión como los esquemas Ponzi o los piramidales. Los Ponzi están relacionados con servicios de gestión de inversiones. El inversor entrega su dinero a un gestor que ofrece altos rendimientos pero que no realiza actividades de inversión reales, sino que utilizan el dinero aportado por inversores entrantes sucesivos. En la película El Rey de la Polca, disponible en Netflix, tenemos un ejemplo claro. 

El piramidal, por su parte, implica que sus participantes deben reclutar a otros nuevos y compartir las ganancias de una actividad determinada con los socios que se encuentran en capas superiores de la estructura. En algunos casos existen dudas sobre qué es un piramidal y qué es mero márketing multinivel.

Un esquema Ponzi puede tener elementos piramidales, pero Bitcoin no contiene ninguno de estos elementos, en tanto que el cuñado de un usuario que promete el oro y el moro durante la cena navideña no recibe nada si éste le incorpora a la inversión.

Otra cosa es que se articulen Ponzi relacionados con Bitcoin. Recientemente se ha escrito de las demandas que plantean antiguos inversores de la empresa de Girona Group BTC que metieron sus bitcoins en la compañía confiando en que ésta los mantuviese cuando, al parecer, iba aprovechándose de su revalorización para pagar las nóminas y las actividades comunes de la empresa, que al mismo tiempo iba comprando otras actividades relacionadas con Bitcoin.

Pero acusar a Bitcoin de fraudes relacionados con la criptodivisa parece tan absurdo como culpar al euro de lo que hiciera Forum Filatélico.

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