El previsto nombramiento, este viernes, del polémico expresidente de Indra, Javier Monzón, como nuevo máximo responsable de Prisa, no sólo supone el punto final a la carrera de 30 años de Juan Luis Cebrián; también supone un giro sorprendente en la guerra larvada para hacerse con el control de la compañía de medios.

Fuentes consultadas por EL ESPAÑOL señalaron que lo más probable es que Monzón tenga funciones ejecutivas. El nombramiento que se barajó de un hombre del entorno más cercano al presidente de la Fundación Telefónica, César Alierta -como Manuel Pizarro- invitaba a pensar en un cargo no ejecutivo que dejase todo el poder en manos de Manuel Mirat. Especialmente teniendo en cuenta su edad y trayectoria.

Monzón, en cambio, es aún joven y nadie espera que no ejerza funciones de control en el seno del grupo y se asegure de que se cumpla la voluntad de los bancos y de Telefónica. 

Este miércoles se supo que la ampliación de capital que propondrá el grupo ascenderá a 500 millones de euros. El nombramiento de Monzón no sólo deja claro que acudirán a ella los bancos, sino que incluso puede llevar a una sorpresa: que Telefónica, que había declarado esos activos como disponibles para su venta, decida entrar.

Cambios en Telefónica 

Telefónica, en todo momento, venía dejando clara su intención de abandonar el negocio de los medios de comunicación, no así el de los contenidos, claves para su estrategia. Sin embargo, fuentes próximas reconocen que harán lo posible para "proteger su inversión". Esto implica, o bien acudir a la ampliación de capital y contribuir a sanear Prisa para venderla después, o bien vender en breve plazo. 

Cualquiera de las dos opciones parece lógica, pero el nombramiento de Mónzón, amigo de Ana Botín, presidenta del Santander, que durante años mantuvo excelentes relaciones con la operadora, invita a pensar en que Telefónica no se aparte. 

Dicho esto, también es posible que, finalmente, José María Álvarez-Pallete se avenga a vender a Alierta el 13% que la compañía tiene en Prisa. Esto haría que el nombramiento de Monzón sea una forma de contener al veterano directivo aragonés, más allá de su hipotética posición como futuro accionista.

De producirse, y de ser muy patente su implicación en el grupo de medios, Alierta podría ver cómo la operadora le pide que abandone el cargo de presidente de la Fundación Telefónica. 

En cualquier caso, la elección de Monzón como presidente se antoja como un intento de la banca y la operadora para evitar que parezca que quien controla el grupo es Alierta. ¿El motivo? Al 13% que el directivo podría conseguir, amén de una posible entrada del grupo Henneo, hay que sumarle el 19,2% de Amber Capital que está en la órbita del maño. 

Una trampa sorprendente

Lo que está claro es que desde el entorno de Alierta se ha visto este movimiento como una trampa sorprendente y difícil de esquivar. Después de tanto tiempo pidiendo el fondo Amber la salida de Cebrián, ¿cómo negarse a cambiar sólo porque el reemplazo no encaja en sus planes?

La guerra interna dentro del bando vencedor contra el futuro expresidente de Prisa parece haberse decantado, pero Monzón aún no ha llegado a la meta. El que los medios hayan hablado ampliamente de su figura, recordando las sombras de su trayectoria al frente de la compañía tecnológica, puede volver a alterar los fieles de una balanza que, ahora mismo, está sobre el lomo de un elefante herido. 

Este viernes conoceremos el desenlace de una pugna que, al menos en los despachos, sigue coleando. César Alierta ha sido muchas cosas, pero la etiqueta de hombre que acepta la derrota sin luchar no le encaja. 

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