Dicen que las bolsas siempre se anticipan a lo que está por llegar a la economía real. En un mundo inundado de deuda y liquidez inyectada por los bancos centrales, el avance de la inflación se ha convertido en una preocupación para los inversores y empieza también a serlo para algunos políticos. El motivo es que si suben los precios, primero la Reserva Federal y después el Banco Central Europeo (BCE) tendrán que plantear una retirada gradual de estímulos.

En una economía marcada por el paro y por los efectos de la crisis provocada por la pandemia, muchos expertos creen que todavía no hay amenaza de una inflación persistente. Pero son cada vez más los que opinan lo contrario ante las subidas de precios que se han visto en Estados Unidos y en los mercados de materias primas.

"Negar la inflación puede ser el mayor riesgo del momento", advierte el estratega global de la gestora europea Ostrum AM, Alex Botte. Justifica esa afirmación en que la "reapertura de la economía" está permitiendo subir los precios a los sectores que se vieron más afectados por la pandemia, como el transporte aéreo.

Esa inquietud es compartida por el 69% de los gestores que han participado en la encuesta de mayo de Bank of America, aunque la Reserva Federal insiste en mandar el mensaje de que el repunte inflacionario es "transitorio".

Cuando una economía crece de manera saludable lo habitual es que suban los precios. Sin embargo, en este caso, un aumento de la inflación es una amenaza. No solo para las bolsas, que son adictas a los estímulos. También para los gobiernos. Muy en especial, para países como España con un elevado nivel de deuda pública y déficit.

Sin mencionar a nuestro país, lo explicaba esta semana el conocido periodista del Financial Times, Martin Wolf, en una columna dedicada a este tema: "La gran preocupación no es lo que está ocurriendo ahora, sino las políticas vigentes en la actualidad. Naturalmente, los indicadores económicos condicionan esas decisiones políticas". En su opinión, hay motivos para preocuparse por un escenario inflacionario.

La pandemia ha convertido al Banco Central Europeo (BCE) en garante de nuestro Estado de bienestar. Sin las compras de bonos de Fráncfort, el Estado español no podría sostener el coste de financiación de una deuda que alcanzó en marzo el 125% del PIB, según el último dato disponible del Banco de España.

El BCE ha podido sostener esta política monetaria gracias a que hasta ahora, no hay una amenaza real de inflación. No hay que olvidar que el objetivo principal de Fráncfort es "mantener la estabilidad de precios", según establece el Artículo 127 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.

Esa meta está situada en este momento en el 2% a medio plazo. No obstante, el BCE está inmerso en una revisión de su estrategia con un profundo debate abierto sobre qué hacer con este objetivo, tras dos crisis muy seguidas que han traído una nueva realidad económica.

Con elecciones en Alemania en septiembre, habrá presiones para que la institución que preside Christine Lagarde no renuncie a vigilar los precios en una Europa que va a emitir deuda conjunta para financiar el instrumento Next Generation EU.

Repercusión en España

Es por esto por lo que los gobiernos no deberían eludir en sus proyecciones macroeconómicas un posible escenario de inflación que, en el campo de las finanzas públicas, forzaría a acometer una consolidación fiscal antes de lo previsto, en especial, en países como España.

Este debate está tan vivo que fue una de las primeras preguntas que el nuevo secretario de Estado de Economía, Gonzalo García Andrés, tuvo que contestar en su estreno en el cargo durante un panel virtual organizado por Funcas.

"Las presiones inflacionistas subyacentes, que son las persistentes, son muy escasas. En España, ha subido la inflación general, pero la subyacente [la que no incluye los precios energéticos, ni alimentos no elaborados] está en el cero. Hay que prestarle atención, pero la situación sigue siendo de capacidad ociosa amplia y no va a ser nuestra principal preocupación en los próximos trimestres", afirmó García Andrés.

Sin embargo, después añadió que, "por nuestro propio interés", tendremos que hacer los deberes de la consolidación fiscal.

García Andrés no es el único que considera que la inflación está haciendo más ruido en los informes de los analistas que siguen los mercados que en la economía real.

El analista financiero y columnista de Invertia, Juan Ignacio Crespo, ve claro que "la subida de los precios de estos meses está en buena parte condicionada por el bajo nivel que alcanzó el precio de las materias primas en la primavera del año pasado por lo que cualquier comparación anual siempre será muy abultada". 

Esto es algo que va a suceder con todo hasta que pasemos página de la pandemia. Desde el avance del PIB hasta el precio de las materias primas viene condicionado por el desplome histórico de 2020.

Y en el caso de las materias primas, Crespo recuerda que el precio del petróleo Brent en este momento está casi exactamente en el mismo nivel que el 6 de enero de 2020, dos meses antes de que los mercados occidentales se tomaran en serio la Covid-19.

Su opinión es compartida por el director de estrategia de UBS España, Roberto Scholtes, que afirma que el repunte del IPC en estos meses "refleja la anomalía de hace un año, cuando la energía y algunos servicios se desplomaron, y pronto se relajará al no repetirse un salto de magnitud comparable en 2022".

Los otros dos indicadores que considera que se deben vigilar -la evolución del crédito y de los salarios- tampoco son preocupantes para estos dos analistas.

Scholtes explica que "la clave para la inflación es si una subida ocasional de los precios se realimenta y consolida a través de una espiral salarial". Algo que no ve posible porque el desempleo todavía es muy elevado, en especial, en los sectores que están a la espera de que repunte el consumo, como es el caso del turismo o del ocio.

Mientras, Crespo añade que aunque el crédito ha empezado a recuperarse, todavía está en niveles "muy moderados" en Estados Unidos y en Europa.

Sin embargo, aún con estos elementos sobre la mesa, el economista jefe de Tressis, Daniel Lacalle, considera que estamos inmersos en un "proceso inflacionario monetario" por las políticas de los bancos centrales. Y pone sobre la mesa un riesgo de estanflación (estancamiento económico con subidas de precios).

También Goldman Sachs ha alertado de los riesgos inflacionarios por los efectos que tendrá sobre el crecimiento económico la puesta en circulación del ahorro acumulado en el confinamiento y el apoyo fiscal de los Gobiernos.

El debate que mantienen economistas y analistas está también abierto en la Reserva Federal. En Europa, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, ha tratado de zanjarlo al decir que es "demasiado pronto" para replantearse el programa de compras de emergencia.

Los mercados se están anticipando a los distintos escenarios. Los gobiernos prefieren mirar hacia otro lado. No quieren que con la población inmunizada, llegue un banquero central a "llevarse la ponchera y poner fin a la fiesta" (recuerden la famosa frase del expresidente de la Fed, William McChesney). 

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