La dupla económica del Gobierno Sánchez, que forman Nadia Calviño y María Jesús Montero, se afana estos días en mitigar el impacto de las revisiones al crecimiento del PIB de nuestro país. Primero fue el Banco de España el que lo situó en el 2%; luego fue Funcas la que rebajó el alza del PIB para este año hasta el 1,9%; y, por último, fue el BBVA el que las rebajó al 1,9%.

Una desaceleración de nuestra economía fruto del agotamiento del ciclo económico, y que nos lleva a crecimientos del año 2014. Sin embargo, el Gobierno ha enviado un cuadro macroeconómico a Bruselas en el que el crecimiento se reduce sólo una décima hasta el 2,1%. Acompañado todo ello de un aroma positivista, en el que se niega la existencia de una desaceleración para hablar de un “crecimiento equilibrado y sostenible”.

Tanto es así que la ministra Calviño decía en un encuentro organizado por KPMG esta semana que “el tono de nuestra economía es positivo. Llevo 16 meses oyendo a diario que hay una catástrofe económica a la vuelta de la esquina, y trimestre tras trimestre, la realidad económica de nuestro país se abre paso”. Es decir, seguimos liderando las tasas de crecimiento, aunque a ritmos mucho más moderados.

Ni recesión, ni desaceleración y mucho menos crisis a tres semanas de las elecciones. El mensaje del Gobierno empieza a recordar al de Rodríguez Zapatero y Pedro Solbes allá por 2009 cuando aparecieron los 'brotes verdes'. Lo importante era lanzar mensajes positivos porque todo el mundo sabe que hablar en negativo puede llevar a una ‘profecía autocumplida’; es decir, a que las expectativas empeoren y, por tanto, sean los mensajes los que acaben hundiendo la economía.

La cuestión está en saber si, realmente, la profecía autocumplida existe o no. Y la respuesta (ojo, spoiler) es que no. Las expectativas que se generan en el ciudadano en torno a la economía no son vitales a la hora de determinar si se va a producir o no una crisis. “La ciudadanía tiende a mantener su consumo de forma estable a lo largo de su vida”, explica el economista Javier Santacruz.

¿Qué cuenta entonces? Las expectativas que tengan los empresarios a la hora de obtener retorno a sus inversiones. Ni más, ni menos. En este momento la confianza empresarial está en su nivel más bajo desde el año 2016, en los 131 puntos. El comercio, la industria, el transporte, otros servicios y la construcción son los que peores perspectivas tienen. Es decir, buena parte de los pilares de nuestra economía.

Esto no significa que vayamos a vivir una crisis económica como la de 2007, ni mucho menos. No hay burbujas a punto de estallar a la vista, y la salud de la banca es mejor que la de entonces. Pero una cosa es que las ‘defensas’ ante la gripe estén más altas y otra que no haya que empezar a dar al enfermo las medicinas necesarias para evitar que la desaceleración acabe ocasionando una enfermedad de consecuencias impredecibles. En definitiva, se trata de hacer política.

Una pregunta más. Si la profecía autocumplida es válida para las crisis, ¿por qué no sirve para las épocas de bonanza? Sería la ecuación perfecta. Jamás habría períodos de recesión.