Oscar Tomasi

Madrid, 15 oct (EFECOM).- El batacazo bursátil que se dio la cadena de supermercados DIA hace justo un año, con una devaluación del 42 % durante una única sesión, abrió la etapa más oscura en los 40 años de historia de la compañía, inmersa todavía en una vorágine de cambios para asomar la cabeza y volver a ver la luz.

Con la compañía ya zozobrando tras meses de runrún, el verdadero punto de inflexión que aceleró su caída se produjo con un anuncio simple, pero demoledor, y que acostumbra a caer como un jarro de agua fría entre los inversores: un empeoramiento de sus previsiones para el cierre de 2018, a lo que sumó reajustes en sus cuentas de 2017.

Este "profit warning" llegó al filo de las 14.00 horas, y en apenas tres horas y media -hasta el cierre de la bolsa- la magnitud de la debacle fue de proporciones pocas veces vistas en el IBEX 35, donde la firma dejó de cotizar meses después.

Su acción, que ya evolucionaba a la baja año tras año después de situarse por encima de los 7 euros en 2015, cayó de 1,9 a 1,09 euros, un hundimiento que dio paso a una severa crisis que puso a la cadena española de supermercados al borde del precipicio y de la que aún lucha por salir.

"Desde el 'profit warning', las noticias negativas y el ruido empezaron a sucederse y se prolongaron durante finales de 2018 y principios de éste, hasta que se solucionó su opa.

Ahora hay menos presión, pero es cierto que hace falta más claridad y buenas noticias para ser más positivos sobre su futuro", apunta en declaraciones a Efe la analista de Renta 4 Ana Gómez.

Gómez recuerda que en ese anuncio del 15 de octubre de 2018, la firma calculaba un Ebitda de 350-400 millones de euros para ese año, mientras que sólo en el primer trimestre el indicador se situaba en 225 millones de euros, lo que hacía entrever que las dificultades que afrontaba DIA eran mayores incluso de lo que se creía hasta entonces.

La compañía entró en un bucle de negatividad: se vivió una vorágine de cambios a nivel directivo, se produjeron desavenencias entre el principal accionista y el equipo gestor e incluso se detectaron irregularidades en sus cuentas que motivaron la presentación de una denuncia contra antiguos ejecutivos ante la Fiscalía de la que, ocho meses después, nada se sabe.

De forma paralela a su comportamiento errático en bolsa, la presión sobre su liquidez se hizo insostenible, entró en "causa de disolución" y su situación financiera se colocó al filo del colapso.

En ese ambiente tóxico, las ventas de la empresa -cuyo principal negocio está en España pero también está presente con supermercados en Argentina, Brasil y Portugal- se resintieron de forma notable y su cuota de mercado a nivel nacional pasó del 7,8 % al 7,3 % en 2018, según datos de la consultora Kantar.

La opa lanzada por el magnate ruso Mijaíl Fridman, cerrada con éxito en mayo, y el acuerdo alcanzado con sus acreedores financieros, a finales de junio, han dado paso a una nueva etapa.

Pese a que las turbulencias han cesado, de momento los datos no son buenos: DIA cerró el primer semestre con más de 400 millones de euros de pérdidas y su cuota de mercado sigue en picado y se sitúa ahora en el 6,4 %.

De hecho, los "hombres de Fridman" que han tomado el timón ya han advertido de que el punto de partida es peor de lo previsto, y el nuevo plan estratégico -que definirá el rumbo para recuperar ventas y volver a crecer- se espera que no vea la luz antes de 2020.