Las nuevas tecnologías evolucionan a un ritmo vertiginoso y es fácil perderse entre toda su terminología: inteligencia artificial, Internet of Things, machine learning, big data o, blockchain.. A esta larga lista hay que sumar los smart contracts o contratos inteligentes, que gestionan activos digitales con un determinado valor económico, pero eliminando los intermediarios que intervendrían en la elaboración de un contrato tradicional.

Un smart contract es un código informático que ejecuta las condiciones del acuerdo de forma automática, simplificando al máximo los procesos que intervienen en este tipo de transacciones. Este tipo de contratos elimina los intermediarios habituales, como por ejemplo los notarios, y establecen un nuevo tipo de contrato totalmente descentralizado, de manera que ningún sujeto tiene más control que el resto sobre los activos del smart contract. Además, el cumplimiento del contrato no está sujeto a la interpretación como podría ocurrir con los contratos tradicionales, sino que las condiciones se cumplen automáticamente cuando se completa lo acordado.

Para autoejecutarse, los smart contracts se sirven del blockchain, la tecnología utilizada por Bitcoin, para verificar si las condiciones establecidas por las partes se han cumplido o no. Cuando en 1995, el informático y criptógrafo Nick Szabo acuñó el término smart contract, la tecnología existente en aquel momento no permitió desarrollar lo que años más tarde, en 2009, se convertiría en el blockchain y la criptomoneda Bitcoin, desarollada por Satoshi Nakamoto.

Los smart contracts se almacenan dentro de la blockchain o cadena de bloques, esto es, una base de datos formada por varios bloques o nodos de información y enlazados entre sí. Toda la información de la cadena de bloques se encuentra cifrada y es inmutable, lo que convierte el blockchain en una tecnología muy segura para hacer transacciones con dinero.

El blockchain también asegura una circulación transparente de los activos, ya que los nodos de cada cadena de bloques tienen que ser validados por todos los participantes de la cadena -lo que se conoce como ‘minería’-, asegurando la trazabilidad de cada movimiento, mientras que el cifrado de los nodos mantiene la privacidad y seguridad de la información.

Las apuestas realizadas con contratos inteligentes son un buen ejemplo para entender cómo funcionan. Si apostamos una cantidad de dinero a que X equipo gana LaLiga Santander y una vez finalizada se ha cumplido dicho supuesto, la propia tecnología del smart contract le permitirá comprobar quién ha sido el equipo ganador. En ese momento, el smart contract enviará los correspondientes fondos automáticamente, sin necesidad de acudir a una casa de apuestas que actúe como intermediaria.

Las ventajas de los contratos inteligentes son considerables si se tienen en cuenta el ahorro de costes que supone la eliminación de intermediarios, la privacidad, garantizada por el cifrado de la blockchain, y su velocidad de actuación, ya que las tareas se ejecutan de forma automática sin depender de acciones manuales.

¿Para qué podemos utilizar un smart contract?

La tecnología de los smart contracts, aunque desconocida, ya está abierta al gran público a través de plataformas como Ethereum, que se creó específicamente para desarrollar contratos inteligentes con blockchain. A continuación te explicamos algunas de las aplicaciones más comunes de los smart contracts:

  • Automatización de pagos: Acordando una serie de condiciones para realizar el pago, el smart contract verificaría si estas se han cumplido para hacer los pagos establecidos.
  • Seguros: Los partes de accidente se podrían ejecutar casi de forma inmediata, ahorrando al usuario las acciones de peritaje y el consiguiente papeleo para que el ingreso sea automático. 
  • Smart property: Si a las casas, los coches e incluso los electrodomésticos les aplicásemos el Internet de las Cosas (dispositivos conectados a internet), estos también podrían controlarse mediante el blockchain, convirtiéndose en una ‘propiedad inteligente’ para, por ejemplo, alquilarlos o venderlos de forma automática. 
  • Préstamos: Si la persona que ha contratado un préstamo no realiza los pagos en el tiempo establecido, el contrato podría rescindirse inmediatamente y retirar los fondos. 
  • Herencias: Habiendo establecido previamente en el contrato cuál sería la asignación de los activos, en caso de fallecimiento, el reparto de las propiedades y del patrimonio entre los herederos sería instantáneo. 
  • Votaciones: Se podrían desencadenar diversas acciones o medidas según el número de votos, que gracias al cifrado del blockchain seguirían siendo secretos. Por ejemplo, en una votación estatal para aprobar una ley concreta, los smart contracts podrían activarla inmediatamente cuando se alcancen los votos necesarios. 

Las posibilidades de los smart contracts son, por ahora, incalculables: servicios financieros, energéticos, sanitarios, públicos... Se está creando un nuevo modelo de negocio que poco a poco se abrirá paso en la vida cotidiana, empezando por la sustitución de los contratos tradicionales por contratos digitales.

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