Berlín

El acuerdo nuclear alcanzado por Irán con Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China en julio de 2015 prometía una nueva etapa para el país persa. Se decía entonces que, comprometiéndose a limitar su programa nuclear, la República Islámica volvería a la escena internacional, abriendo su economía a la globalización. Por eso seguramente una reciente conferencia dedicada a Irán celebrada en Berlín llevaba como título “Bienvenido de nuevo: la nueva esperanza del mercado mundial”. Estaba organizada por el periódico económico germano Handelsblatt y en él intervino una veintena de personalidades, empresarios y expertos en la vida política y económica iraní.

A Torsten Riecke, reportero de dicho diario, se le escapaba en voz alta un apunte escéptico. “Las esperanzas son más grandes que las posibilidades que ofrece el acuerdo debido a la incertidumbre por la permanencia de algunas sanciones”, confiaba Riecke a EL ESPAÑOL en una pausa.

El acuerdo nuclear iraní eliminaba gran parte de las prohibiciones que la comunidad internacional había impuesto a Teherán. Para el presidente iraní, el moderado Hasán Rouhaní, el acuerdo representa la salida del aislamiento que heredó de los ocho años de gestión del conservador Mahmud Ahmadineyad. No obstante, la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos podría amenazar el regreso iraní a la economía global. Entre otras cosas, porque Trump ha manifestado desear “desmantelar” un acuerdo con Irán que ha tachado de “desastre”.

Para Ali Majedi, embajador iraní en Alemania, “es prematuro establecer parámetros sobre cómo gobernará Trump cuando llegue al poder”. Lo indicaba el diplomático persa tras su intervención en la conferencia sobre su país, organizada en un céntrico y lujoso hotel berlinés. “Yo prefiero no decir nada hasta que Trump haya empezado a trabajar”, respondía Majedi ante unos asistentes deseosos de saber cómo se vive en Irán la incertidumbre creada por la elección de Trump.

Trump junto a la bandera de Estados Unidos. Reuters

De lo que no cabe dura es de la sed de inversiones extranjeras que padece Irán. “A largo plazo, están valoradas en unos 100.000 millones de euros”, dice a EL ESPAÑOL Michael Gorges, consultor especializado en el país persa afincado en Aquisgrán (oeste germano). A René Harun, director de la Cámara de Comercio de Alemania en Teherán, la situación económica iraní le recuerda a la de la Rusia de los años 90. “Muchos ámbitos de la economía han de ser reformados”, según Harun.

Brazos abiertos a la inversión extranjera

La industria del petróleo y el gas –el suelo de la República Islámica alberga la cuarta reserva de petróleo más grande del mundo y la segunda de gas del planeta–, la química, la metalúrgica o la de la construcción son algunos de esos sectores. Harun señala otros ámbitos necesitados de renovación como son la industria del automóvil (que representa el 19% del PIB iraní) y el sector sanitario. Este último precisa una “enorme modernización”, según sus términos. Para Harun, el potencial es enorme en este sector. Sólo en Teherán hay once hospitales.

En este contexto, y según los designios de Teherán, el sector privado internacional está destinado a jugar un papel clave. “El Gobierno no quiere invertir más, por eso está incentivando la inversión privada”, explicaba en Berlín Bahram Sobhani, CEO de Mobarakeh Steel Company, compañía siderúrgica iraní que pasa por ser la mayor de su sector en la región de Oriente Medio y el Norte de África. Por eso quedaba claro el mensaje sobre el que sí quiso extenderse el embajador Majedi en la capital germana. A saber, Irán es un país que ofrece “fuentes de energía, estabilidad, seguridad, mano de obra altamente calificada un tercio más barata o más que en Europa e infraestructuras aceptables y sólidas”.

Un actor económico en potencia

“Irán puede ser un actor económico mayor, hay capacidades de las que se puede sacar provecho”, según Tom Blades, presidente de la Junta Ejecutiva de Bilfinger SE, una constructora alemana especializada en obras de ingeniería con sede en Manheim. Su compañía emplea a casi 40.000 personas en todo el mundo. Su volumen de negocio ronda los 6.500 millones de euros anuales.

El ministro de Exteriores irani, Javad Zarif, junto a su homólogo japonés, Fumio Kishida. Kim Kyung-Hoon Reuters

En Alemania, Blades pasa por ser un experto en Irán. No en vano su empresa tiene cerrado desde hace escasos meses un contrato millonario para modernizar una de las refinerías más grandes del país, en Isfahán (en centro de Irán). Allí se procesan 370.000 barriles de crudo al día. Irán produce 2,8 millones de barriles diarios. Está previsto que sean 3,6 millones en 2017.

El potencial demográfico iraní también es digno de mención. Con una población estimada en 82 millones de personas, es uno de los diez países más poblados del planeta. La edad media no supera los treinta años. En Alemania, esa media es de 44 años.

Charles Lichfield, investigador del Eurasia Group, una prestigiosa consultora internacional, indica a EL ESPAÑOL que “Irán ha estado cerrado al mundo durante un tiempo y al abrirse ahora crecen las oportunidades en términos de mercados, porque hay deseo de lograr acuerdos comerciales”. “Cuando un país ha estado al margen de los mercados por mucho tiempo, al abrirse, la gente busca mejorar su estilo de vida, se busca mejorar las infraestructuras, por eso creo que Irán ofrece enormes oportunidades económicas”, añade Lichfield.

El PIB iraní cayó hasta un 6% en 2013. La recesión también marcó 2014, con una contracción del 2%. Sin embargo, con Hasán Rouhaní en el poder, la economía ha vuelto a crecer. Lo hizo un 3% en 2015 y apenas un 0,5% este año. Pero está previsto que la expansión del PIB el próximo año sea de entre el 5 y el 6%. Gracias a esta evolución se da por seguro que Rouhaní vaya a ser reelegido presidente en 2017.

Trump como amenaza

Irán ha sido de esos países señalados por Donald Trump en su exitoso y sorprendente camino hacia la Casa Blanca. Sus comentarios contrarios al acuerdo nuclear invitan a ser precavidos.

“No sabemos cómo será el Trump presidente, pero es alguien muy impredecible”, afirma Lichfield. Para él, Irán puede constituir un elemento de división en la relación transatlántica. “Hay un riesgo de que haya diferentes interpretaciones del régimen de sanciones en Estados Unidos y en Europa, las sanciones de Estados Unidos son muy estrictas y tienen influencia en sistemas legales de otros países, por eso pueden darse en situaciones en las que no esté claro si se está violando la ley”, agrega.

Si bien la UE ha levantado un amplio abanico de sanciones, que afectan desde el sector bancario a la financiación del comercio, petróleo, gas y tecnología, Estados Unidos ha mantenido su impedimento a que sus empresas y ciudadanos hagan negocios con Irán. Sobre los posibles inversores, entre los que se encontraban los reunidos hace unos días en Berlín, se perciben ciertas reticencias. Porque, “hacer negocios con Irán en dólares, por ejemplo, podría poner en riesgo su actividad en Estados Unidos o tener una multa o que se les imposibilite tener actividad en Estados Unidos”, sostiene Lichfield.

Cómo evitar sanciones de Estados Unidos

En este contexto ganan especial relevancia detalles como el que apuntaba Blades, el directivo de Bilfinger SE. “No es un secreto que hay maneras de evitar esas sanciones”, explicaba Blades. “Si sólo tengo una cuenta bancaria y recibo dinero [de Irán] y lo pongo en esa cuenta, entonces es probable que ese dinero se diluya y acabe en Estados Unidos, uno tiene que estar seguro de que eso no ocurre”, señalaba Blades, aludiendo a las restricciones que Washington mantiene sobre Irán.

Un Trump de presidente no podrá endurecer de nuevo las sanciones de la noche a la mañana

“Pero tener una cuenta a parte, al margen, y usar el dinero de esa cuenta sólo para pagar cosas en Alemania es uno de esos modos de respetar todos los requerimientos del sistema bancario estadounidense e internacional que permite recibir dinero [de Irán]”, añadía Blades.

Está por ver si la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca alterará los negocios europeos con Irán. Gorges, el consultor de Aquisgrán, dice ser “más bien optimista”. “Un Trump de presidente no podrá endurecer de nuevo las sanciones de la noche a la mañana”, señala este experto. Es más “al ser un emprendedor, entiendo que Trump será más pragmático que otros presidentes estadounidenses”, añade.

A pesar del nuevo presidente estadounidense, “puede que los europeos decidan invertir [en Irán]”, estima por su parte Lichfield. Él no está de acuerdo con Gorges. A su entender, cabe esperar roces económicos entre el Viejo Continente y Estados Unidos. “No creo que la relación entre Europa y Estados Unidos vaya a ser genial”, concluye en tono irónico el investigador del Eurasia Group.

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