“Close to the edge, down by the river, seasons will pass you by” Jon Anderson



Vuelve la prima de riesgo. En lo que va de junio, el indicador que tanto nos asustó durante la crisis ha repuntado casi treinta puntos. Eso, no lo olvidemos, en el mismo mes en que el Banco Central Europeo ampliaba la recompra de bonos a empresas bandera -entre ellas españolas- y seguía con sus compras de 80.000 millones de euros mensuales.



¿Qué nos dice todo esto?



Ya sabemos que los bancos centrales no imprimen crecimiento. El Banco Mundial volvía a revisar a la baja las estimaciones globales y el BCE mostraba el pobre resultado de la política expansiva al reducir expectativas de crecimiento e inflación a medio plazo. Pero nos enseña que, incluso con una política de liquidez “ilimitada” el riesgo se puede disfrazar temporalmente pero no contener eternamente.

Europa vuelve a ser centro de riesgo.



Sobre todo, lo que nos explica el repunte de las primas de riesgo de algunos países europeos, incluido el nuestro, a máximos de un año, es que la fragilidad del sistema permanece. Y nos lo ha recordado el riesgo de Brexit, que comentamos aquí (vean “las consecuencias del Brexit y “el riesgo no se ha acabado” ).



Los activos totales de la banca en Europa siguen teniendo un peso desproporcionado en el PIB y la debilidad estructural del sistema financiero ha crecido con los tipos de interés reales cero, que hunden los márgenes de la banca y aumentan el riesgo de los préstamos al “forzarse” el crédito desde la política monetaria. Adicionalmente, la exposición cruzada es muy importante. La exposición de bancos británicos a una Unión Europea en la que pueden saltar de nuevo las alarmas sobre un efecto contagio, y dudas sobre el euro, llega hasta el 30% de sus ingresos.



Asegurar la deuda bancaria en la Unión Europea contra el posible impago se ha disparado a 106.000 euros por cada 10 millones asegurados, comparado con 80.000 en enero. La extrema fragilidad de las economías viene del enorme endeudamiento público y privado y del riesgo de contagio entre vasos comunicantes. Según Goldman Sachs, los activos totales de la banca en Reino Unido superan el 450% del PIB, en la Unión Europea casi el 320% (España 332%, Francia 305%, Alemania 240%) mientras en EEUU no llegan al 85%.



Los grandes bancos norteamericanos tienen entre un 7% de sus ingresos (Bank of America) y un 27% (Goldman Sachs) concentrados en Europa. Si se abre la caja de Pandora de la salida del Reino Unido, se presentan enormes incógnitas que son difíciles de “contener” desde la política monetaria. Por lo tanto, sorprende la ingenuidad de pensar que un programa de liquidez del BCE y el Banco de Inglaterra iba a contener este riesgo si se da un efecto dominó. Con casi un billón de euros anual no se ha podido evitar el desplome bancario y que se dispare el coste de seguro de impago.



Shock de deuda, ¿un riesgo?



No es que nos enfrentemos a un problema de acceso a financiación de los estados. Ese no es el riesgo. La enorme liquidez no va a cambiar. El propio Draghi hablaba de apoyo “ilimitado”. Y en esa palabra está el error. No se disfraza el riesgo porque la montaña de vencimientos de deuda -solo corporativa- que se acerca en 2017 y 2018 no se va a “monetizar” sin entrar aún más en el riesgo de estancamiento y ultraendeudamiento japonés.



Efectivamente, el mayor riesgo de esta caja de Pandora de riesgos cruzados, incertidumbres, posible efecto contagio y ramificaciones corporativas no se va a contener desde la política monetaria. Si fuese la panacea, hoy no estaríamos viendo las primas de riesgo subir y las bolsas a mínimos… Y he aquí la razón por la que la sangre probablemente no llegará al río.

Los analistas y gobiernos, pero especialmente los políticos, siempre ignoran el riesgo financiero porque parten de la base de que es contenible, sin entender que el capital de un banco se extingue a toda velocidad en un entorno de desinflación, caída de bolsas y pérdida de confianza. Un “core capital” del 10% puede caer a 0% en poquísimo tiempo porque los “stress tests” nunca asumen combinaciones de riesgo realmente agresivas.



El hecho de que la fragilidad sea máxima es precisamente lo que hace que todos los agentes estén más que de acuerdo a la hora de intentar limitar el riesgo. El error de los analistas es pensar que eso significa que el riesgo no existe. Cuando, además no acompañan ni el crecimiento económico ni los beneficios empresariales, el “éxito” de las medidas de los bancos centrales se limita a perpetuar la zombificación de la economía, a cambio de evitar el riesgo de “otro 2008”.

Si no miramos hacia el futuro desde la apertura, la renta disponible, el ahorro y la iniciativa individual como motores de crecimiento, seguiremos con “crisis europeas” recurrentes.



Viva el vino



Todos los días estamos leyendo y escuchando señales de alarma que nos alertan de esta enorme fragilidad. Pensar que la mejor forma de enfrentarse a ellas es endeudándose más o rompiendo la baraja es simplemente suicida. La tentación de romper la moneda y hacer impago parece muy atractiva hasta que se analizan las consecuencias reales (lean) , hundimiento de las pensiones, seguridad social y estado de bienestar, además de pymes. Aumentar el agujero es igualmente desastroso, especialmente con el engaño de un “multiplicador del gasto” que no se da en economías endeudadas y abiertas.



El riesgo de contagio y la incertidumbre se disiparán. Pero detrás de todo este susto está el problema que casi nadie quiere reconocer. Que hemos construido una Unión Europea dirigista, copiada de Francia, que crece mal, poco, muy endeudada y con alto paro, que no mitiga las crisis y no genera mayor productividad.



Si no miramos hacia el futuro desde la apertura, la renta disponible, el ahorro y la iniciativa individual como motores de crecimiento, seguiremos con “crisis europeas” recurrentes. Si no recuperamos una Unión Europea abierta, innovadora y competitiva, no intervencionista y rígida, en unos años nos preguntaremos por qué los finlandeses, holandeses o polacos también decidieron dejar el Imperio del Funcionariado Redentor. Alguien les dirá que hará falta un -nuevo- plan de estímulo. Público, “évidemment”.